Renuncia edípica e instauración del superyó

Freud integra dos tópicas, en la primera hace la diferenciación del aparato psíquico en consciente, preconsciente e inconsciente, y en una segunda tópica distingue tres instancias que son el ello, el yo y el superyó, y en concreto el ser humano está en conflicto entre estas instancias psíquicas, y ese es justo el estado de salud, siendo esta su propuesta dinámica.

El niño pequeño no tiene inhibiciones contra las exigencias internas que únicamente buscan la descarga y repetir las vivencias de placer, por lo que el padre funciona como la fuerza de autoridad que más tarde desempeñará el superyó, en general en la estructuración del psiquismo del niño los padres tienen una contribución muy importante en las diferentes etapas, pero el objetivo es que el superyó tome la función de los padres y este tendrá influencia de otras figuras del exterior además de las figuras paternas.

Antes de que el niño pueda alcanzar cierto nivel de autonomía y control de pulsiones, tiene lugar un periodo de profundas investiduras depositadas en las figuras parentales, al que luego tendrá que renunciar para que la instauración del superyó sea exitosa por lo tanto el superyó y su instauración están estrechamente vinculados al desenlace del complejo edípico. El complejo edípico es un “Conjunto organizado de deseos amorosos y hostiles que el niño experimenta respecto a sus padres. En su forma llamada positiva, el complejo se presenta como en la historia de Edipo Rey: deseo de muerte del rival que es el personaje del mismo sexo y deseo sexual hacia el personaje del sexo opuesto. En su forma negativa, se presenta a la inversa: amor hacia el progenitor del mismo sexo y odio y celos hacia el progenitor del sexo opuesto. De hecho, estas dos formas se encuentran, en diferentes grados, en la forma llamada completa del complejo de Edipo (Laplanche & Pontalis, 2004).” El Edipo consiste en una unión amorosa intensa con el padre del sexo opuesto y las investiduras hostiles se dirigen al padre del mismo sexo pues es quien obstaculiza los deseos edípicos que en un inicio no causan ninguna culpa en el niño pero ante la amenaza de castración se ve forzado a renunciar a esos deseos pero en el caso de la niña ingresa al periodo edípico debido al descubrimiento de la castración, sustituyendo la intensa unión con la madre a una intensa unión con el padre, pero en ambos sexos el período de latencia pone fin al florecimiento sexual del Edipo, pero si el Edipo no se tramita adecuadamente “el superyó resulta mutilado en su fuerza y configuración”.

Según Freud, el complejo de Edipo es vivido en su período de acmé entre los tres y cinco años, durante la fase fálica; su declinación señala la entrada en el período de latencia. Experimenta una reviviscencia durante la pubertad y es superado, con mayor o menor éxito, dentro de un tipo particular de elección de objeto.

Con el ingreso a la latencia el superyó se establece como sucesor interno de los mandatos y salvaguarda parentales impulsando al yo para llevar a cabo la renuncia pulsional, pero se corre el riesgo de que el superyó se convierta en una instancia severa al punto de que ya no pueda descargar la pulsión de muerte y por lo tanto sea dirigida peligrosamente hacia sí mismo,pues de manera funcional las pulsiones de muerte se dirigen primeramente hacia el interior y tienden a la autodestrucción pero secundariamente se deben dirigir hacia el exterior, manifestándose entonces en forma de pulsión agresiva o destructiva” (Laplanche & Pontalis, 2004). También pueden ocurrir fallas en la instauración del superyó y entonces no se pueden insertar los procesos de pensamiento lo que empobrece al yo y lo deja sin la posibilidad de regular las descargas motrices y el dominio de motilidad.

Dolto (1981 ciatada en Esparza, 2015) señala que la ausencia de los padres entraña el peligro de una elaboración defectuosa del conflicto edípico.

Para Winnicott (1962 citada en Esparza, 2015) un ambiente familiar facilitador propicia el control interno de los impulsos y el surgimiento del pensamiento de culpa y considera que el padre es un soporte fundamental para que la madre despliegue sus funciones; desde su postura teórica, convertirse en persona integrada comprende no solo el logro de la autonomía sino también la creatividad en el vivir.

Dentro de la familia el niño se inicia en las relaciones sociales y adquiere la confianza suficiente para que cuando asista a la escuela pueda relacionarse con otros grupos diferentes a los familiares, la escuela debería constituirse en una prolongación familiar y ser un ambiente enriquecedor de la personalidad del niño, promotor de la autonómica, las relaciones sociales, el pensamiento creativo, ya que la independencia involucra tanto el pensamiento como la acción. De este modo detrás de la inadaptación social, se encuentran las fallas de un ambiente que no fue facilitador y que fracasó en reconocer las necesidades y ritmos del niño.

Freud teorizaba fenómenos complejos mentales, dedico gran parte de su vida a definir la técnica analítica en sus escritos de la segunda década de la existencia del psicoanálisis, siguiendo siempre su ideal de conocimiento objetivo para poder diferenciar el tratamiento psicoanalítico de cualquier modalidad de terapia sugestiva, sin embargo a lo largo de las décadas el psicoanálisis ha sufrido modificaciones, ha llevado al psicoanálisis a diversas escuelas que han modificado la técnica psicoanalítica desde su teoría hasta la aplicación de este método, por ejemplo tomando como punto lo tocado anteriormente sobre el conflicto edípico y la instauración del yo, Melanie Klein tuvo nuevas ideas del Edipo temprano y la existencia del superyó desde los periodos más primitivos del psiquismo dejó sentado que esos fenómenos complejos mentales podían presentarse desde mucho antes de lo que aproximaba Freud. (Bleichmar & Leiberman, 2001)

Fallas en la estructuración psíquica de las personas llevan a disfuncionalidades, la instauración del yo juega un papel fundamental, y si este depende de la superación del complejo edípico eso lo convierte en una etapa indispensable para la estructuración de la personalidad y las orientaciones del deseo humano.

Referencias

Bleichmar, N., y Leiberman, C. (2001) El psicoanálisis después de Freud. México: Paidós

Bleichmar, N. & Leiberman, C. (2001). Las perspectivas del psicoanálisis. México: Paidós.

Esparza, E.(2015) Los síntoma del TDH, sólo la punta del iceberg. Clínica de lo negativo. (Tesis de doctorado). Colegio Internacional de Educación Superior. México. DOI: 10.13140/RG.2.1.4827.7360

Laplanche, J. y Pontalis, J.B. (2004). Diccionario de Psicoanálisis. Buenos Aires: Paidós.

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