Transición del principio de placer al principio de realidad

No es caprichoso pensar que como seres humanos tenemos la tendencia no solo a la consecución del placer sino a evitar aquellos actos susceptibles de engendrar displacer, el conjunto de nuestra actividad psíquica tiene por finalidad evitar el displacer y procurar el placer.

Uno de los principios que según Freud (1911 citada en Esparza, 2015) rigen el funcionamiento mental es el principio de placer que es un proceso psíquico primario que predomina en el lactante, el cual vive experiencias de placer debido al cuidado de su madre y cuando existe insatisfacción la expresa con descargas motrices (llanto, pataleo, etc.), estas descargas son inherentes al principio de placer, pero bajo el principio económico el aparato psíquico debe posponer la descarga y eso lo logra mediante la actividad de representar. Sin embargo, ese predominio del principio de placer se desvanece conforme se crece y entonces se establece el principio de realidad.

La realidad exterior se vuelve importante a través de la atención que el niño entrega hacia la exploración del mundo externo cuyo registro formara la memoria, por lo tanto, la atención es una función necesaria para el devenir consciente y el examen de realidad, que son solo posibles a través de los enlaces con representaciones donde medie el lenguaje, además también se encarga de dirigir hacia el exterior las investiduras de la atención sin la cual no se podría instituir el principio de realidad; por medio de la educación, el yo se vuelve “razonable”, se somete al principio de realidad y es capaz de renunciar entonces a la satisfacción inmediata, posponer el placer y enfrentar el displacer, y ese paso del principio de placer al principio de realidad es uno de los progresos más importantes del desarrollo del yo (Freud, 1917 citada en Esparza, 2015).

El proceso secundario es la capacidad de pensar que reemplaza a la descarga motriz, por lo tanto el lenguaje como función simbólica adquiere mucha importancia pues permite que el pensamiento se haga perceptible y pueda exteriorizarse. El lenguaje se enlaza con la representación tanto visual como sonora, y según Castoriadis-Aulagnier (1975 citada en Esparza, 2015) el placer de oír es la primera investidura del lenguaje y de ahí nace el deseo de aprehender el significado de lo que se escucha, actividad representativa del paso de lo primario a lo secundario, se advierte que la finalidad del proceso secundario es ejercer el dominio del mundo externo y el mundo psíquico.

Bajo este proceso el yo adquiere la capacidad de diferir el placer y dominar el exceso pulsional lo que implica que el niño ha logrado una mayor autonomía que le permite aceptar la separación de sus objetos infantiles y ampliar el circulo de las relaciones sociales. El fracaso en el proceso de transición del proceso primario al secundario sugiere fallas en la integración del self, fragilidad del yo que impide al individuo el control de sí mismo, posponer la satisfacción y controlar la excitación pulsional por lo que no puede inhibir tampoco la manifestación de sus deseos agresivos provocando que el niño se sienta abrumado por impulsos carentes de significación relacionados con la destructividad y la actividad sin sentido.

El concepto de principio de placer persistió sin grandes variaciones a todo lo largo de sus obras, lo que constituye un problema para Freud y recibe distintas respuestas, es la situación de este principio en relación con otras referencias teóricas, como la cuestión de la definición de placer y displacer, debido a las dificultades que implica encontrar equivalentes cuantitativos exactos a los estados cualitativos a los cuales hacen referencia estos conceptos.

Lo que es indudable es que el principio de realidad forma un par con el principio del placer, modifica la conducta del lactante en tanto que logra imponerse como principio regulador de forma adecuada, que les permitirá ganar autonomía y tomar decisiones racionalizadas, ayudándoles a regular sus sentimientos de inmediatez, o lo que ya desde Epicuro se consideraba como pasiones que debían controlarse e incluso inhibirlas por completo.

Referencias:

Esparza, E. (2015) Los síntoma del TDH, sólo la punta del iceberg. Clínica de lo negativo(Tesis de doctorado). Colegio Internacional de Educación Superior. México. DOI: 10.13140/RG.2.1.4827.7360

Laplanche, J. y Pontalis, J.B. (2004). Diccionario de Psicoanálisis. Buenos Aires: Paidós.

Planeta Freud Blog (2009) Los dos principios del funcionamiento mental — 1910–1911 (1911). Recuperado de: https://planetafreud.wordpress.com/2009/08/21/053-los-dos-principios-del-funcionamiento-mental-1910-1911-1911/ el 27 de marzo 2019 a las 17:04 hrs.

Sánchez, P. (1999) Textos herméticos. España: Gredos.

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