Bitácora del día 18 de semptiembre

Los dos capítulos que preparamos para trabajar en la clase de este día, comenzaban por poner sobre la mesa el multimencionado concepto de aparato psíquico. Éste fue abordado por primera vez por el propio Freud. Resulta un trabajo complicado delimitar dicho concepto, habiendo tantas definiciones a la mano; sin embargo, parece ser que todas aluden a una idea de unidad estructural intangible, la cual está organizada en diferentes instancias que tienen un funcionamiento en particular (contenido de la segunda tópica freudiana) y que también, de manera conjunta, llevan a cabo numerosas operaciones dentro de la vida psíquica de un individuo.

Una de las cosas que se destacaron en clase, fue la fuerte influencia de la tradición médica que se puede apreciar en los trabajos correspondientes a la primera parte de la obra de Freud, especialmente en “un proyecto de neurología para psicólogos”. Se refirió en aquellos años con el término de estratos a la percepción-consciencia, la inconsciencia y la preconsciencia. Cada uno de estos estratos eran concebidos como sistemas neuronales especializados. Cabe señalar que para él los procesos de atención eran de suma importancia. Dicho proceso no se podría llevar a cabo sin la investidura de percepción. Un proceso exitoso de atención conducirá, eventualmente, a la elaboración de una representación, la cual da lugar a los procesos de pensamiento.

La representación cumple una función de demora de las demandas pulsionales. No todo el tiempo estamos en presencia material de los objetos a los investimos de nuestro deseo, ni tampoco en todas las circunstancias tenemos la libertad de llevar a cabo una descarga de nuestras pulsiones. La actividad mental de los procesos secundarios permite superar estas imposibilidades impuestas por la realidad, al menos en el terreno de la representación, provocando que no sea estrictamente necesario el llevar a cabo una acción de descarga de manera inmediata a la aparición de la demanda pulsional.