¿CÓMO SE ESTRUCTURA EL YO?: Una visión desde el Psicoanálisis

Stephanie LP
Psicopatología y personalidad 2020–1
9 min readOct 7, 2018

Stephanie López y Karen Islas

De acuerdo a lo reflexionado en los puntos 4.7.2 al 4.12, de la tesis doctoral “Los síntomas del TDAH, sólo la punta del Iceberg”, de la doctora Eva María Esparza Meza, ofrecemos un resumen ordenado por puntos, de lo que se ha estudiado de la estructuración psíquica del yo.

4.7.2 Las funciones de manipulación (handling) y presentación de objetos (object presenting).

Las funciones de manipulación se refieren al cuidado físico, ese sostén que da la madre al infante con el fin de que éste vaya desarrollando la personalización, es decir, su unidad psicosomática y la integración corporal. Asimismo, el handling se relaciona con un ambiente suficientemente bueno.

Conforme el infante va desarrollando esta unidad psicosomática, la tolerancia a la frustración se va haciendo más efectiva, debido a que, en un principio, es la madre quien le da al niño la sensación de omnipotencia, es decir, la sensación de que el niño crea al mundo, pues cuando éste demanda algo dicha demanda es satisfecha por la madre, aunque aquí hay que tener especial cuidado y permitir al niño que desee algo y no anticiparse a ese deseo, pues se pueden generar “agujeros psíquicos” que el niño no es capaz de representar aunque sí generan fallas en su integración.

Posteriormente, con intervención de la madre, mediante la ilusión-desilusión, que plantea Winnicott, es decir que gradualmente y cuidadosamente la madre irá postergando ese cumplimiento de satisfacciones al niño para que éste vaya comprendiendo que no es él quien crea al mundo, permitiendo la diferenciación del yo-no yo, instaurándose así el principio de realidad. Es entonces que el niño percibe los objetos del mundo externo como no parte de él, lo que en un futuro le permitirá generar un autocuidado y no esperar al cuidado del no yo, es decir la madre.

Finalmente la presentación de objetos se refiere a la vinculación del niño con los objetos, que en un principio es esa relación de unidad con la madre, posteriormente, mediante la frustración gradual de la madre al niño, éste irá diferenciando los objetos como externos al yo, lo cual implica salir de la fusión con la madre.

4.8. Las funciones del yo.

Como hemos visto, para que el yo sea fortalecido y constituido, la relación madre-hijo y las experiencias tempranas, son de vital importancia, pues le da estructura y sentido a esta instancia psíquica, ya sea de forma benéfica o patológica.
No obstante el yo, nos dice Freud (1923), está sometido a enormes presiones provenientes tanto del interior: el ello por un lado demandando satisfacción y el superyó vigilando sus acciones constantemente, como de las exigencias del exterior; es precisamente de este esfuerzo que puede resultar debilitado y entonces convertirse en un gran depósito de angustia.

RELACIÓN ENTRE INSTANCIAS PSÍQUICAS (YO-ELLO-SUPERYO)

Para Freud (1914) el yo se forma a partir del ello, el ello es la instancia psíquica más antigua, su contenido, es decir las pulsiones, proviene de lo heredado, lo constitucional; ahí rige el principio del placer y habita lo reprimido, todo en el interior del ello es totalmente inconsciente, sólo podrá acceder a la consciencia a través de enlaces con representaciones donde medie el lenguaje (Freud, 1940 [1938]).

4.9 Relación amor-odio presencia-ausencia del objeto.

Para que la relación amor-odio se lleve a cabo, se necesita de la representación de los objetos como externos a uno mismo, es decir, que ya se instauró el principio de realidad y podemos diferenciar el yo-no yo.

Esta relación de amor odio viene desde los vestigios donde el yo-placer buscaba la satisfacción desde sí mismo, es decir, desde su narcisismo primario, donde la unidad madre-bebé existe y el mundo exterior causaba displacer; una vez que el hay representación y se logra la interacción yo-no yo, se logra reconocer a la madre como un objeto completo y no como parte del bebé, se establece una relación de amor-odio, debido a que la madre, como dadora de sostén, cuidado y afectos, es decir, sensaciones placenteras, también puede ser generadora de displacer al retirar estos cuidados mediante la postergación.

Cuando la madre se va retirando poco a poco genera sensaciones de frustración, las cuales de acuerdo con Freud y Winnicott, son de suma importancia pues obligan al aparato psíquico a instaurar el principio de realidad aunque exista displacer y permite al infante dar cuenta de que los objetos son reales y que pueden ser amados como odiados.

4.10 Transición del principio del placer-proceso primario al principio de realidad-proceso secundario.

Para Freud (1911) el principio del placer es uno de los procesos psíquicos primarios, quizá el único al comienzo del desarrollo. Las experiencias de placer le llegan al lactante de la mano del cuidado materno, mientras que la falta de satisfacción la expresa mediante descargas motrices como el llanto, el grito y el pataleo; sin embargo, el predominio del principio del placer se desvanece conforme pasa el tiempo y se forman estructuras que le permiten separarse de los padres, estableciéndose el principio de realidad.

El proceso secundario o de realidad alude a que la capacidad de pensar sustituye a la descarga motriz, entonces el lenguaje como función simbólica, adquiere gran relevancia, ya que permite que el pensamiento se haga perceptible y pueda, además, exteriorizarse (Green, 1993).
Bajo este proceso el yo adquiere la capacidad para diferir el placer y dominar el exceso pulsional, lo que implica que el niño ha logrado una mayor autonomía que le permite aceptar la separación de sus objetos infantiles y ampliar el círculo de las relaciones sociales (Dolto, 1981; Winnicott, 1963a).

El fracaso en la transición del proceso primario al proceso secundario, se sugiere la posibilidad de fallas en la integración del self, fragilidad del yo que impide al individuo el control de sí mismo, posponer la satisfacción y controlar la excitación pulsional, por lo que no puede inhibir tampoco, la manifestación de sus deseos agresivos.

4.11 Renuncia edípica e instauración del superyó.

Sin remontarnos a la explicación del complejo de edipo y más bien centrándonos en la correcta resolución de éste, donde el niño logra la ligazón con el padre y por lo tanto hay una gran renuncia a la madre, la renuncia edípica, que se da al finalizar la etapa fálica e inicio de la etapa de latencia. Cuando no se logra tramitar correctamente el edipo el superyó resulta mutilado en su fuerza y configuración (Freud, 1933 [1932], p. 59, en Esparza, 2015).

En esta etapa los padres prodigan al niño de cuidados y protecciones del mundo exterior, con el fin de instaurar en él normas y reglas que lo encuadran en un contexto y cultura determinados. Conforme el niño va creciendo e introyectando estas reglas y normas y por medio de la renuncia edípica se instaura el superyó, que pasa a cumplir las funciones de los padres sin que estos estén físicamente presentes, es decir, ya hay una representación de los padres, y del otro significativo, en la instancia psíquica conocida como superyó. Es entonces cuando el niño ha alcanzado una cierta autonomía y control interno de las pulsiones.

Cabe mencionar que si el superyó se convierte en una instancia psíquica severa se corre el riesgo de que el yo no pueda descargar la pulsión de muerte generando agresión hacia uno mismo, que no se puedan insertar los procesos de pensamiento impidiendo que el yo logre regular las descargas motrices y el dominio de la motilidad.

El ambiente familiar juega un gran papel en este proceso, debido a que si es facilitador el niño tendrá un control de impulsos como el surgimiento de la culpa, lo que permite entender lo bueno y lo malo, así como también el ambiente familiar es un parteaguas en las relaciones sociales, donde el niño adquiere confianza suficiente para las siguientes relaciones, la independencia y la autonomía.

4.12 Violencia secundaria

Dentro de este punto, encontramos que el lactante se ve envuelto en ciertos tipos de violencia tanto del entorno familiar, como del social, lo cual puede ser perjudicial en la estructuración psíquica del individuo.

Como hemos visto, la familia es la encargada de proteger y dar seguridad al niño; en un ambiente familiar protector el niño adquiere la confianza y seguridad en sí mismo, elementos indispensables para que desarrolle el autocontrol de los impulsos, así como la capacidad para preocuparse por otros y reparar el daño que sus pulsiones destructivas produce (Winnicott, 1962b,1962c).

Sin embargo, existen ocasiones en que la familia no solamente no proporciona protección, sino que ella misma genera condiciones potencialmente traumáticas que involucran un factor patógeno amenazante de la confianza y productor de fallas en la conformación del sí mismo o self; el hecho de que sean los mismos padres los generadores de violencia, inflige serias heridas narcisistas, que obstaculizan la integración psíquica del niño y generan angustias desgarradoras, de indefensión y desamparo (Braier, 2001; Winnicott, 1965b).

Remitiéndonos a las ideas planteadas por Castoriadis-Aulagnier (1975) mencionaremos características principales de la violencia primaria y secundaria:

Pero, ¿Qué sucede cuándo la violencia es excesiva?
La consecuencia de este, es obstaculizar el espacio psíquico, abarcando además el funcionamiento del cuerpo; ante la imposibilidad de huir del efecto negativo de la extrema violencia, el yo tiene la alternativa del delirio, pero también puede surgir el deseo de autodestrucción, expresión máxima de la pulsión de muerte.
Por otra parte, en su afán de sobrevivir, el sujeto puede recurrir a distintas opciones, como:
-La escisión entre el mundo externo y el ámbito de la fantasía, refugiándose en este último donde todo puede ser posible;
-Aceptar la imposición y someterse al deseo del objeto, con el costoso riesgo de borrar su historia, su identidad;
-Oponerse a esta violencia, dando oportunidad de experimentar el sentimiento de estar vivo y recuperar, al menos en parte, la autonomía de su pensamiento y de su cuerpo.

Comentarios finales.

A lo largo de estos capítulos hemos podido dar cuenta de diversas cosas; primeramente el papel fundamental que juega la madre, como un complejo sistema dador y potencializador de capacidades en el bebé, incluso antes del nacimiento. El cuidado que ésta brinda al pequeño, antes y después del nacimiento, el sostén, cuidado físico, alimentación, entre otras funciones, pasarán a formar en el bebé una estructura psíquica sólida capaz de afrontar la realidad, como ya vimos, por medio de la frustración gradual que se le ha va imponiendo desde fuera al bebé, gran parte desde la madre.

Por otro lado, y siguiendo esta línea de la formación del aparato psíquico, estos capítulos nos brindan bastante información sobre la diferenciación entre una instancia y otra y nos invitan a profundizar en el comienzo de cada una. Si bien no podemos hablar de finalización de dichas instancias pues, como hemos venido revisando, no hay un punto de la vida del sujeto donde se dejen de desarrollar, de ahí la importancia en el ambiente (facilitador o no).

Finalmente, es de suma importancia resaltar que toda esta transición, desde antes de que el bebé nazca y en sus primeros años cuando el superyó ya se ha instaurado, donde la frustración, la separación paulatina con la madre y el entendimiento de que no son uno mismo, será parte fundamental en la formación del aparato psíquico, no basta con tener un deseo de hijo para que éste desarrolle mejor sus capacidades, sino brindar un sostén de seguridad y confianza en sí mismo.

Ahora bien, ¿Será que nuestro destino se encuentra en manos de nuestros cuidadores, y que por ende, ellos son los culpables de nuestra personalidad y acciones futuras?, y ¿Con esto podríamos justificar el pensamiento mórbido de algunos individuos?.

Referencias:

  • Esparza, E., (2015). Los síntomas del TDAH, sólo la punta del Iceberg (Tesis de doctorado). Universidad Nacional Autónoma de México.

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