De la dinámica matar o morir, a la opción de la vida.

Angela Alvarez
Psicopatología y personalidad 2020–1
7 min readOct 28, 2019

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Para este caso hablaremos un poco acerca de los procesos de transferencia y contratransferencia referentes al proceso terapéutico de un adolescente que presenta un cuadro psicóticos que se refleja en el deseo fluctuante y constante entre querer matar o hacerle daño a otras personas, y el desear morir.

Nos referiremos a este chico como Manuel, el cual llegó al Centro de Servicios Psicológicos “Guillermo Dávila” de la Facultad de Psicología de la UNAM a la edad de 13 años. Llegó con un largo historial psicológico y psiquiátrico por delante, pues desde los 4 años fue objeto de diversos diagnósticos que buscaban dar sentido a aquellas cosas que familiares y profesoras nombraban como anormales en el chico. En la historia de vida de Manuel también hay una lista considerable de situaciones que van desde la desatención hasta el maltrato, situaciones que, tal como Winnicott (1954, en Villanueva, 2018) señala, forman un ambiente y cuidados no lo suficientemente buenos para que el chico se tenga una integración del aparato psíquico adecuada, dando como resultado la ambivalencia psicótica que se expresa en Manuel, la cual se expresa en un deseo constante de estar muerto y “convertirse en un angelito” o de matar a aquellas personas que ubica como sus persecutores.

Transferencia

Expresiones de vida y muerte

La transferencia es, en palabras de Freud (1912, en Villanueva, 2018) un proceso que actúa como resistencia al tratamiento cuando éste revive complejos inconscientes de una imago infantil, y los coloca en la o el analista. Es decir, el paciente proyecta en la o el terapeuta contenidos de su inconsciente y revive vínculos afectivos del pasado. En el caso de Manuel, su terapeuta refiere que a pesar de que el chico tiene el inconsciente a “flor de piel” debido a su estado psicótico, se presentan procesos de transferencia positiva, transferencia negativa y contratransferencia.

Transferencia positiva

La transferencia positiva está vinculada a cuando los afectos que se proyectan en la o el analista tienen que ver con el amor o la pulsión de vida. En este campo encontramos que Manuel comienza a elaborar situaciones explícitas de sometimiento sexual hacia su terapeuta, mismas que aunque en la parte de la contratasferencia (aquello que el analista proyecta hacia el paciente) éste reconoce sentirse agredido e intimidado por dichas elaboraciones, también es capaz de comprender de dónde vienen y manejarse a partir de ello. En este sentido, el terapeuta ubica que estos escenarios de sometimiento están relacionados con pulsiones sexuales no resueltas que tienen que ver tanto con la herida o vacío narcisista que encuentra en Manuel, como con la etapa de desarrollo en la que se encuentra, la adolescencia. Así, reconoce también que dentro de la ambivalencia amor-odio en la que se ha desarrollado Manuel, puede que elabore estos escenarios de agresión, que constituyen un acto sádico, con el fin de obtener una respuesta equivalente por parte del terapeuta, la cual constituiría un acto de sumisión, encontrando así, de alguna manera el amor que tanto añora.

(Para conocer un poco más sobre la herida narcisista se puede consultar este post https://medium.com/psicopatolog%C3%ADa-y-personalidad-2018-1/potencialidad-psic%C3%B3tica-un-estudio-de-caso-f2f2c8c33353 )

A lo largo del proceso terapéutico, se observa que Manuel comienza a expresar culpa después de describirle estos escenarios de sometimiento al terapeuta, manifestándose en expresiones como “¿se enojó”? o en actos como llevarle “regalos” al analista. Al respecto, el terapeuta expresa que dentro del espacio terapéutico buena parte de sus esfuerzos se centraban en promover un espacio donde la transferencia se expresara ampliamente con el fin de contenerlo en un espacio seguro de escucha y no agresión, para disminuir el impulso agresivo en Manuel.

Hacia el final de los dos años que duró el tratamiento con Manuel, el terapeuta comenta que el chico comienza a tener interés y curiosidad en su propio cuerpo, sobre todo referente a su sexualidad. Tal cosa se interpreta como un avance puesto que este interés por sí mismo es un esfuerzo por combatir el enajenamiento corporal en el que Manuel ha estado viviendo.

Transferencia negativa

Este tipo de transferencia se encuentra basada en sentimientos de odio y aversión hacia la o el analista, que están ligados a una pulsión de muerte. Dentro de esta, nos encontramos que Manuel expresaba tener ideas homicidas referentes a uno de sus tíos, el cual molestaba constantemente al chico bajo la consigna de que lo hacía por el bien de Manuel pues lo tenían muy consentido. Aquí, el terapeuta refiere, por una parte, que tras una breve entrevista con el tío logra notar que la situación anteriormente descrita no es más que es la proyección de la situación del tío sobre Manuel; y por otra parte, que el chico ante el vacío narcisista que le generó la falta de cuidados suficientemente buenos durante la infancia, tiene dificultades para distinguir lo que motivaba al tío a molestarlo, dando como resultado el desplazamiento hacia las fantasías homicidas de “hacerle daño” a su tío.

También encontramos dentro de la transferencia negativa, que Manuel vive bajo la figura constante de persecutor y destructor, misma que tiene origen en la ambivalencia de los cuidados no lo suficientemente buenos, y que se expresa en diferentes personas de su vida: su tío, compañeros de la escuela, profesores, y en este caso, en el terapeuta también. Aquellos escenarios de sometimiento sexual que se mencionan en la transferencia positiva, en ciertos momentos escalan hacia escenarios aún más agresivos donde Manuel le describía a su terapeuta cómo lo “haría pedazos y se lo comería”. El terapeuta refiere que estas descripciones en ocasiones le hacían sentir miedo y congelarse por algunos momentos, dificultando las sesiones terapéuticas. Son embargo, logra guardar la suficiente la calma y hacerle notar que él está allí para ayudarle, no para dañarlo, dándole la posibilidad de expresarse. Tales acciones por parte del terapeuta lograron ir disminuyendo la ocurrencia de dichas descripciones, aunque no desparecieron por completo.

Cabe mencionar que a pesar de que se presentan la transferencia positiva y la negativa en apartados diferentes, dentro del proceso terapéutico el analista refiere encontrarse más bien con una transferencia ambivalente, es decir, que dentro de una misma sesión Manuel tenía acciones de amor y odio. Por ejemplo, se mostraba cariñoso y atento al inicio de las sesiones y en ocasiones llevaba presentes, para luego tener abscesos de ira repentinos donde gritaba al terapeuta.

Alcances y limitaciones

El caso de Manuel, al tratarse de la expresión de un quiebre psicótico, los efectos del tratamiento son “lentos”. Es por esto que el terapeuta se centra en nombrar cuáles fueron los alcances y las dificultades durante el proceso con Manuel, que duró aproximadamente dos años.

Las dificultades

En el campo de las limitaciones, encontramos que la primera tiene que ver con que Manuel posee una identidad menguada debido a que, a partir de los 4 años, los diagnósticos comienzan a anteceder a su nombre, forzando una modificación identitaria donde aparentemente, Manuel, antes de poder ser él mismo, es lo que los diferentes diagnósticos han expresado. Tal situación constituye una situación violenta para la estructura psíquica en formación.

Otra de las dificultades, es la constante castración que representa para Manuel la escuela, debido a que, de nuevo, los diagnósticos se anteponen a lo que él es o puede ser, y las personas a su al rededor le tratan como enfermo o tonto al no lograr cubrir las metas académicas que ellas desean. Con excepción de su abuela que expresa estar más preocupada porque su nieto sea feliz y esté bien, que en que termine la escuela pues nota que ésta le genera mucha frustración.

Finalmente, una dificultad más tiene que ver con los efectos de la transferencia negativa que Manuel expresa en casa, pues a su familia les decía que ya no quería ir, cuando en realidad quería seguir asistiendo y sólo expresaba que no a modo de resistencia a los efectos terapéuticos. Este aspecto constituyó una limitación pues la familia, especialmente la abuela, se mostraba preocupada y quería que Manuel no continuara asistiendo a las sesiones.

Los alcances

En el ámbito de los beneficios terapéuticos para Manuel, el analista refiere que todo aquello vertido mediante la transferencia positiva tuvo buenos efectos en el chico debido a que las sesiones de terapia llegaron a conformar un espacio seguro para la descarga de sus angustias, fantasías y delirios. Así, las fantasías suicidas y homicidas fueron disminuyendo considerablemente fuera del espacio terapéutico.

Por otro lado, los delirios acerca de sus muerte o de enfermarse gravemente también fueron disminuyendo, mientras que la curiosidad sobre su cuerpo y él mismo fue aumentando. Y no sólo eso, sino que Manuel también fue capaz de plantearse un proyecto de vida: “quiero ser panadero”, confesó en una sesión a su terapeuta. Este conjunto de elementos nos dejan ver, en palabras de su terapeuta, que Manuel logró resignificar un poco la dinámica de ambivalencia entre matar o morir, encontrando el vivir.

En conclusión, podemos ver que Manuel es un chico que expresa un quiebre psicótico importante, resultado de las huellas mnémicas del rechazo y el desplazamiento ocurridos durante un desarrollo sin cuidados lo suficientemente buenos. Sin embargo, también encontramos un potencial terapéutico en el hecho de que su quiebre se presente durante la adolescencia, puesto que esta etapa el exceso libidinal, si se es llevado adecuadamente, constituye también una posibilidad de cambio y reestructuración psíquica. Para Manuel, el lograr establecer un pequeña meta de vida, la de ser panadero, expresa el intento por adueñarse de sí mismo, de optar por la vida, aún ante la posibilidad de la muerte.

Referencias:

Villanueva, J., (2018). “Manuel: matar o morir”. (Tesis de Maestría). México: Universidad Nacional Autónoma de México, México.

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