Después de la tormenta, ¿viene la calma?

El 19 de septiembre, es un día, por lo general triste para la gente mayor que me rodea, puesto que es una fecha que no trae recuerdos muy gratos debido a que el 19 de septiembre de 1985 un terremoto impactó a la ciudad dejando pérdidas irreparables. Para mi familia, la vida quiso mejorar este día y el 19 de septiembre del año 2001 nació mi prima, que más que eso es una hermana, pues somos muy unidas.

El 19 de septiembre del presente año, desde que desperté tenía en mi mente qué mensaje escribirle por Facebook a mi prima con motivo de su cumpleaños 16, al mismo tiempo no podía dejar de pensar en el sin fin de tarea que debía entregar ese mismo día a las 5 pm en mi materia de integración de informes. Durante la mañana estaba en mi clase de psicodiagnóstico y a las 11 am se llevó a cabo un simulacro, esto para que la sociedad no olvide lo acontecido en el 85 y como una medida que fomenta la cultura cívica. Nunca me imaginé que horas más tarde temblaría y de la magnitud en que ocurrió.

Yo acababa de salir de clase, me dirigía a el centro de documentación de la facultad para imprimir dos manuales y después salí a apartar una máquina en URIDES. Tenía mucha hambre así de que debido a mi escaso tiempo, fui a avenida universidad a comprar unos tacos para comer. Estaba ordenando un taco de bistek cuando sentí que el piso se movió, yo lo relacione a un camión que acababa de pasar por el lugar, pero entonces el movimiento se incrementó y la gente comenzó a salir de todos lados, se escuchaban gritos y el sonido de los cables como si fueran a colapsar, ese sonido fue el que me hizo caminar hacia la avenida, sinceramente no lograba sentir el temblor, pero sí sabía que estaba temblando. Cerca de mi, dos niños menores de 7 años estaban despavoridos buscando a su mamá, pues a mi entender salieron huyendo del edificio donde se encontraban con su mamà. El niño que parecía mayor estaba en estado de shock, no hablaba ni expresaba nada, su hermana por el contrario estaba gritando ¡mamá! Y no dejaba de llorar, traté de calmarla, le dije que yo iba a ayudarla pero que para eso necesitaba saber de dónde habían salido corriendo ella y su hermano y cómo era su mamá. La menor no paraba de llorar y el temblor parecía no tener fin. Así que recuerdo haberme aguantado el miedo y decirle a los niños: yo me llamo Fernanda y tampoco se donde esta mi mamá, también tengo mucho miedo pero no los voy a dejar solos hasta que encontremos a su mamá, la menor logró calmarse y señaló el edificio de donde habían salido, los tome de la mano y les dije que no íbamos a separarnos y nos quedaríamos sentados cerca del edificio donde seguro los iban a buscar, para esto, el temblor ya había terminado. Cuando camine con los menores hacia la banqueta logre escuchar a una señora gritando y llorando por sus hijos, le dije a la niña y le pregunté si ella no era su mamá, al verla, ambos niños le gritaron y la señora corrió con todas sus fuerzas hacia ellos, se hinco y los abrazo, recuerdo que en ese momento respire profundo y sentí un gran alivio. Al ver a mi alrededor había mucha gente pero no se observaban daños ni nada por el estilo, solo mucha gente asustada y rezando. Por lo que decidí ir a terminar de comer, con el deseo que fueran canceladas las clases de la tarde para de esa forma tener más tiempo para entregar la tarea, esto nunca lo hubiera pensado de haber sabido el gran caos y daño que provocó el sismo.

Al regresar a comer, los taqueros hacían burlas sobre lo que sintieron , todo esto supongo que como respuesta al estado de alerta en que todos nos habíamos sometido debido al sismo. El dueño del puesto nos regalo una coca cola a las personas que estábamos comiendo. Al terminar de comer me dirigí a la facultad, eran alrededor de la 1:40 de la tarde, ya me había comunicado con mi mamá por whats app. Cuando entre a la escuela, tuve el primer golpe de realidad. La gente estaba mal. Se sentía mucho miedo, tristeza e incertidumbre. Había dos personas que se habían desmayado y gente auxiliando, se escuchaban llantos y mucha gente se abrazaba. Comencé a preocuparme. Una amiga se acercó y le pregunte: Lau, qué paso, me dijo que si no había sentido, que hubo un terremoto y que la colonia Roma estaba deshecha. Enseguida la angustia se apoderó de mí y pensé en mi padre y hermana. Al vivir en el barrio de Tlatelolco y en un cuarto piso solo podía imaginarme lo peor. Comencé a realizar llamadas y no lograba comunicarme con nadie, hasta que alrededor de las 2 mi papa me avisa que él, mi hermana y Mozart (mi perro) se encontraban bien, que la casa estaba bien y que al menos por los alrededores no hubo daños. Poco a poco fui localizando a demás familiares y amigos. Como a las 3 de la tarde el ambiente en la facultad era muy feo, no se como describirlo, parecía que todos estábamos reunidos velando a alguien que queríamos mucho. No sabía cómo llegaría a casa pues el metro y metrobus no estaban brindando servicio. La doctora María Pérez Agüero voceo que tenía una camioneta con 4 lugares disponibles y que se dirigía a Aragón por circuito. Esa ruta me acercaba a mi casa así que me fui con ella.

Durante el camino escuchábamos la radio y nos enteramos de lo acontecido en el colegio Rebsamen, en Coapa y demás lugares. La tristeza me invadió y tenía mucha ganas de llorar, pero hasta la fecha no he logrado desahogarme.

Cuando por fin llegue a mi casa, aproximadamente a las 5 de la tarde, mi mamá me ofrecio de comer, pero recuerdo no haber tenido hambre, recuerdo haber sentido culpa por haber deseado que se cancelaran las clases y por haber comido después del sismo como si nada hubiera pasado. Como a las 6 de la noche, mi familia decidió no dejar pasar el cumpleaños de mi prima como desapercibido y “festejamos” con un pastel muy rico, tamales y un rico café. Ese festejo se sintió más bien como una alegría de que toda la familia estábamos bien y unidos. Recuerdo que mi prima lloro, también mi tía y abuelita, era un ambiente muy sensible.

El día por fin término.

Al otro día, nos enteramos que el novio de una prima, estaba desaparecido, que probablemente antes del sismo se encontraba en el edificio colapsado de Álvaro Obregón #286. Ahí comenzó la búsqueda, todos nos unimos y por redes sociales compartimos su foto y características, fuímos a albergues y hospitales con la esperanza de encontrarlo. En todos estos escenarios me involucre como voluntaria y transportaba víveres de un centro de acopio a otro, también estuve en Álvaro Obregón #286 acompañando a mi prima. Desafortunadamente el cuerpo de Alberto fue encontrado el 27 de septiembre. Hoy en día, es difícil de creer que un hombre fuerte y alto como lo era Alberto, ya no se encuentre entre nosotros. Creo que aún no me he dado cuenta de lo acontecido y que a pesar de que la vida retomó su ritmo aún me siento en pausa.

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