Esquema del Psicoanálisis Resumen (Equipo 1)

Enrique PV
Psicopatología y personalidad 2020–1
14 min readSep 18, 2017

Capítulo I “El aparato psíquico”

La psique está constituida por dos partes: la primera, un órgano corporal, el encéfalo, y la segunda, nuestros actos conscientes. De estas dos partes parten dos supuestos. El primero, referente a la localización, que la vida anímica es generada por un aparato, al que se le atribuye ser extenso en el espacio y estar compuesto con varias piezas. Este aparato psíquico, se ha descubierto gracias a los estudios del desarrollo individual del ser humano.

La más antigua de las instancias psíquicas es llamada “Ello”. Su contenido es todo lo heredado, lo que se trae de nacimiento; principalmente, las pulsiones, que provienen de la organización corporal y se expresan mediante el ello.

El “Yo”, es otra instancia del aparato psíquico, es una parte desarrollada del ello, bajo la influencia del mundo real-objetivo, conocido mediante la percepción de estímulos, a través de diversos órganos. El yo media entre el ello y el mundo exterior; además, dispone de los movimientos voluntarios, tiene la tarea de autoconservación, que cumple utilizando la memoria para almacenar experiencia sobre los estímulos y reaccionar de diferente manera, según la intensidad del estímulo (huida o adaptación). Coordina la actividad, enfocada a modificar el mundo, para satisfacer las pulsiones, pudiendo también desplazarlas o suprimirlas totalmente. Las tensiones de objeto que surgen, son registradas mediante el displacer, el yo busca el placer y evita el displacer, que genera angustia.

En la infancia, cuando el ser humano depende completamente de sus padres, se forma dentro del yo otra instancia, producto del influjo de otro(s), especialmente de los padres, y que prolonga el influjo de estos, el superyó. Los “otros” que influyen en la formación del superyó son la sociedad y la cultura, otras formas de autoridad como maestros, doctores, héroes de la comunidad, otros miembros de la familia y las tradiciones, heredan al niño un código moral y valorativo que determina sus actitudes y motivaciones en la etapa adulta, al igual que en el ello, se habla de una herencia del pasado, no genético, de un pasado asumido por otros, mientras que el en yo está dirigido por lo que el mismo individuo a vivenciado.

Cuando una acción, realizada por el yo, cumple los requerimientos del ello, del superyó y de la realidad objetiva,esa acción será correcta.Este esquema general del aparato psíquico habrá de considerarse válido también para los animales superiores; sin embargo, la psicología animal aún no ha abordado esta propuesta.

Capitulo ll. Doctrina de las pulsiones

Llamamos pulsiones a las fuerzas que suponemos tras las tensiones de necesidad del ello, representan los requerimientos que hace el cuerpo a la vida anímica, aunque son de naturaleza conservadora, de todo estado alcanzado por un ser brota un afán por reproducir ese estado tan pronto se lo abandono. Hemos averiguado que las pulsiones pueden alterar su meta (Mediante el desplazamiento) también, pueden sustituirse unas a otras al traspasar la energía de una pulsión sobre otra. Hemos resuelto a aceptar dos pulsiones básicas: “Eros y pulsión de destrucción “(La oposición entre pulsión de conservación de sí mismo y de conservación de la especie, así como la otra entre amor yoico y amor de objeto, se sitúan en el interior del Eros). La meta de la primera es producir unidades cada vez más grandes y, así, conservarlas o sea una ligazón, la meta de las otras es al contrario, disolver nexos y así destruir las cosas del mundo. Así mismo la pulsión de destrucción, podemos pensar que aparece como su meta última transporta lo vivo al estado inorgánico, por eso también la llamamos “pulsión de muerte”, suponemos que lo vivo adivino más tarde que lo inerte y se generó desde esto, la pulsión de muerte responde a la fórmula consignada, a saber, que una pulsión aspira al regreso a un estado anterior.

En cambio, no podemos aplicar a Eros esa fórmula, esto presupondría que la sustancia viva fue otra una unidad luego desgarrada y que ahora aspira a su reunificación.

Las dos pulsiones básicas producen efectos una contra la otra o se combinan entre sí, por ejemplo en el acto de comer es una destrucción del objeto con la meta última de la incorporación; es el acto sexual, una agresión con el propósito de la unión más íntima. Esta acción conjugada y contraria de las dos pulsiones básicas produce toda la variedad de las manifestaciones de la vida.Representamos un estado inicial de la siguiente manera: La integra energía disponible de Eros. Que desde ahora llamaremos “Libido” está presente en el yo-ello todavía indiferenciado y sirve para neutralizar las inclinaciones de destrucción simultáneamente presentes. Esta última produce efectos en el interior como pulsión de muerte, sólo comparece ante nosotros cuando es vuelta hacia afuera como pulsión de destrucción. Con la instalación del Superyó, montos considerables de la pulsión de agresión son fijados en el interior del yo y allí ejercen efectos autodestructivos.

Es difícil enunciar algo sobre el comportamiento de la libido dentro del ello y dentro del superyó, todo lo que sabemos acerca de esto se refiere al yo, en el cual se almacena inicialmente todo el monto disponible de libido, llamamos “Narcisismo” primario absoluto a ese estado. Dura hasta que el yo empieza a investir con libido las representaciones de objetos, a trasponer libido narcisista en libido de objeto.

Una de las características de importancia vital es la movilidad de la libido, la presteza con que ella traspasa de un objeto a otro. Es innegable que la libido tiene fuentes somáticas, y afluye al yo desde diversos órganos y partes del cuerpo, entre los lugares del cuerpo de los que parte esa libido se les denomina como Zonas Erógenas, pero en verdad el cuerpo íntegro es una zona erógena tal.

Capítulo V. La interpretación de los sueños

El sueño como es de todos bien consabido, puede ser confuso, ininteligible sin sentido alguno; llegado el caso, sus indicaciones contradicen todo nuestro saber de la realidad y nos comportamos como unos enfermos mentales pues, mientras soñamos atribuimos a los contenidos del sueño una realidad objetiva.

El estudio del trabajo del sueño nos enseña mediante un destacado ejemplo , como un material inconsciente, un material originario y reprimido se impone al yo, deviene preconciente y en virtud de la revuelta del yo, experimenta las alteraciones que conocemos como desfiguración onírica.

Las pruebas de la participación del ello inconsciente en la formación del sueño son:

a) La memoria del sueño es mucho más amplia que la del estado de vigilia. El sueño trae recuerdos que el soñante ha olvidado y le eran-inasequibles en la vigilia.

b) El sueño usa sin restricción alguna unos símbolos lingüísticos cuyo significado el soñante la mayoría de las veces desconoce.

c) La memoria del sueño reproduce muy a menudo impresiones de la primera infancia del soñante, de las cuales podemos aseverar de manera precisa que no sólo han sido olvidadas, sino que devinieron inconscientes por obra de la represión. Sobre esto se basa la ayuda, indispensable las más de las veces, que el sueño presta para reconstruir la primera infancia del soñante, cosa que nosotros intentamos en el tratamiento analítico de las neurosis

d) Además, el sueño saca a la luz contenidos que no pueden provenir de la vida madura ni de la infancia olvidada del soñante. Nos vemos obligados a considerarlos parte de la herencia arcaica que el niño trae congénita al mundo, antes de cualquier experiencia propia, influido por el vivenciar de los antepasados. Y luego hallamos el pendant de ese material filogenético en las sagas más antiguas de la humanidad y en las supervivencias de la costumbre.

El trabajo del sueño es, pues, en lo esencial, un caso de elaboración inconsciente de procesos de pensamiento preconcientes. Hay, sobre todo, una llamativa tendencia a la condensación, una inclinación a formar nuevas unidades con elementos que en el pensar de vigilia habríamos mantenido sin duda separados.

El desplazamiento, otra propiedad del trabajo del sueño, de intensidades psíquicas (investiduras) de un elemento sobre otro, de suerte que a menudo en el sueño manifiesto un elemento aparece como el más nítido y, por ello, como el más importante, pese a que en los pensamientos oníricos era accesorio; y a la inversa, elementos esenciales de los pensamientos oníricos son subrogados en el sueño manifiesto sólo por unos indicios mínimos.

Todo sueño en tren de formación eleva al yo, con el auxilio de lo inconsciente, una demanda de satisfacer una pulsión, si proviene del ello; de solucionar un conflicto, cancelar una duda, establecer un designio, si proviene de un resto de actividad preconciente en la vida de vigilia. Ahora bien, el yo durmiente está acomodado para retener con firmeza el deseo de dormir, siente esa demanda como una perturbación y procura eliminarla. Por ejemplo, si el soñante anuncia una necesidad de comer, sueña con un soberbio banquete y sigue durmiendo. Desde luego, tiene la opción entre despertarse para comer o continuar su dormir, si se decide por lo último y quedo satisfecho mediante el sueño. Al menos por un rato, si el hambre persiste, no tendrá remedio que despertar.

La tesis de que el sueño es un cumplimiento de deseo será recibida con incredulidad si se recuerda cuántos sueños poseen un contenido directamente penoso o aun hacen que el soñante despierte presa de angustia. No se debe olvidar que el sueño es en todos los casos el resultado de un conflicto, una suerte de formación de compromiso. Los sueños de angustia son casi siempre aquellos cuyo contenido ha experimentado la desfiguración mínima. Si la demanda de lo inconsciente se vuelve demasiado grande, a punto tal que el yo durmiente ya no sea capaz de defenderse de ella con los medios de que dispone, este resigna el deseo de dormir y regresará a la vida despierta.

Para finalizar; los mecanismos inconscientes que hemos discernido merced al estudio del trabajo del sueño, y que nos explicaron la formación de este, permiten también inteligir las enigmáticas formaciones del síntoma en virtud de las cuales las neurosis y psicosis reclaman nuestro interés. Una coincidencia como esta no puede menos que despertar en nosotros grandes esperanzas.

El más duro reclamo para el yo es sofrenar las exigencias pulsionales del ello, para lo cual tiene que solventar grandes fastos de contrainvestiduras. El yo está debilitado por el conflicto interior, y nosotros tenemos que acudir en su ayuda.

Capítulo VI. La técnica psicoanalítica

Es preciso entender cómo funciona en trabajo del psicoanalista ante su paciente, la forma en la que se enfrenta a la psicopatología, llámese psicosis o neurosis.

El Yo tiene la tarea de responder a tres demandantes -la realidad externa, el Ello y el Súper yo- manteniendo una organización óptima de estas instancias y sus requerimientos. Los estados psicopatológicos, como se ha revisado, son la expresión de una desorganización de estas instancias psíquicas, es decir, un debilitamiento del Yo ante la demanda de tareas exigidas. En la psicoterapia, el analista y el Yo trabajan en conjunto para que este Yo debilitado pueda volver a regir adecuadamente, y combatir las exigencias del Ello, el Súper yo y el mundo externo.

La primera herramienta para esta lucha es la total sinceridad de ese Yo debilitado, es decir, todo el material del que disponga, material que el psicoanalista deberá revisar exhaustivamente. Este trato, sin embargo, no es fructífero en todo momento. En un caso de psicosis, el Yo ni siquiera podría mantener coherencia, coherencia que es necesaria para el manejo del material por parte del terapeuta, si no hay tal coherencia, corresponde aquí determinar de qué estrategias nos ayudaremos para recabar el material psíquico. Con los neuróticos por otra parte, el debilitamiento del Yo,a pesar de ser grave, ha mostrado mayor capacidad de resistencia, y el trabajo del analista será más fluido.

Pero ¿Qué abarca dicha sinceridad por parte del Yo? Cuando se hace referencia a todo el material, se le pide al sujeto no sólo las cosas que sabe, sino también las que no sabe, es decir, debe informarnos de todo lo que acontece en su mente, sea agradable o desagradable, para el terapeuta, todo este material resulta valioso, pues a menudo, gran parte de este deviene de inconsciente.

Aquí entre en juego otro factor importante en la terapia, y es la visión del Yo ante el analista, que más que un amigo a quien le cuenta sus penas, reconoce en el analista una imagen de Súper yo, que por lo general puede ser alguna persona importante como un familiar, por ejemplo, sobre la cual el paciente pueda poner una carga o transferencia. Esto mismo puede ser muy benéfico -en el sentido de recurso- , pero también peligroso.

Esta transferencia es ambivalente, es decir, puede incluir actitudes positivas y negativas.

De forma positiva, se puede entender a este proceso como una palanca para el psicoanalista en el sentido de tener el visto bueno del paciente, el cual busca agradar y colaborar, cosa que facilita el trabajo terapéutico. Como ya habíamos mencionado, el analista también adquiere para el paciente el papel de un Súper yo, el cual puede educar a ese Yo debilitado, sin olvidar que su papel el dar fortaleza a ese Yo, más no adoctrinarlo nuevamente, respetando la peculiaridad del paciente. Y finalmente, otra ventaja de esta transferencia positiva, es la escenificación que el paciente haga respecto a su vida, representa, además de informar.

Es importante no olvidar que por ser ambivalente, esta transferencia puede traer actitudes negativas del paciente hacia el analista, justamente por el vínculo que ese Yo haya desarrollado con el Súper yo que ha transferido. Si, por ejemplo, la transferencia fuese del padre, así como se muestra una obediencia por cortejo -por deseo erótico-, se puede mostrar una desobediencia, o bien, una cuestión erótica que busca satisfacerse. Aquí el papel del analista ante estas demandas debe ser rígido, no ceder por ningún motivo, ni de la forma más sútil.

Si el analista corresponde a dichas transferencias puede conllevar un gran peligro como el que el paciente desconozca su naturaleza y lo considere como una nueva vivencia dando lugar a la creencia de haberse enamorado. Por ello el analista deberá tener como objetivo quitarle en cada caso esa peligrosa ilusión, mostrándole que es un espejismo del pasado, si no se hace de esta manera y el analista lo hace de forma brusca, comprometerá el trabajo analítico dando paso a un odio por parte del paciente.
Lo anterior es importante porque se debe de considerar que para fortalecer al yo debilitado se tiene que partir de la ampliación del conocimiento de sí mismo del paciente, y este material el analista lo obtendrá de lo que le significan las comunicaciones, asociaciones libres, lo que muestra en las transferencias, lo que extrae de la interpretación de los sueños y lo que deja traslucir el paciente por sus operaciones fallidas; permitiendo esto establecer construcciones sobre lo que le ha ocurrido en el pasado y ha olvidado, así como lo que le ocurre en su interior y no comprende.
El analista debe de evitar dar abruptamente las deducciones a las que se llega, haciéndolo en el momento más oportuno, si no se hace de esta forma puede provocar un violento estallido de resistencia, que estorbaría la continuación del trabajo o la haría peligrar.
Como es el caso del estallido de resistencia; se debe de considerar que el yo se protege mediante contrainvestiduras de la intrusión de elementos indeseados originarios del ello inconsciente y reprimido, y están ahí para que el yo funcione normal. Mientras más amenazado se sienta el yo más resistentes se harán dichas contrainvestiduras; dicha intensidad de las investiduras será entonces la resistencia a la represión. El fin del analista será entonces mover al yo para que venza sus resistencias y acepte la guía y auxilio del analista. En este sentido el desenlace puede ser que el yo acepte de nuevo una exigencia pulsional hasta entonces rechazada o vuelva a desestimarlo de manera definitiva. Vencer las resistencias demanda el mayor tiempo en la terapia pero es el mayor logro y conlleva una ventaja en la alteración del yo, que se conserva independiente del resultado de la transferencia.

Hay otra factores que pueden ser fuente de resistencia, los cuales el paciente desconoce y no tienen un punto de partida del Yo como tal. Freud los denomina de forma general como “Necesidad de estar enfermo”. El primero es el sentimiento de culpa, aunque el paciente no lo registre conscientemente. Esta culpa puede devenir de un Súper yo muy duro, que no permite al paciente sanar porque no lo merece. Con esta culpa, el trabajo del analista se vuelve poco eficaz, no solo porque podemos llegar a pensar en que no hay padecimiento, sino porque dicha culpa puede llegar a somatizarse. Lo que corresponde hacer con esta resistencia es hacerla consciente y al mismo tiempo, tratar de quitar dureza a ese Súper yo.

La segunda es la pulsión de destrucción hacia uno mismo. Con esto hacemos referencia a aquella spersonas cuya pulsión de autoconservación parece estar dañada, por lo que solo buscan dañarse o en otros casos, el suicidio. Estos pacientes no responden al tratamiento y no lo toleran, Freud menciona incluso que ni siquiera lo ha logrado esclarecer del todo.

Dejando de lado esto, retomemos el punto principal ¿Qué hacer ante la psicopatología, específicamente ante un Yo neurótico? Lo principal es llenar lagunas anímicas, es decir, hacer partícipe al paciente en una interpretación intelectual; después, logramos una trasferencia -como autoridad, es decir, como Súper yo-alentamos en la lucha contra las pulsiones del ello, a vencer resistencias y se busca restablecer un orden del Yo tomando contenido inconsciente. Con todo esto, elevamos nuevamente el rango del Yo. Al mismo tiempo el paciente, motivado por un deseo de curarse y por el interés intelectual despertado por el tiempo de sesión, hace más eficaz este trabajo; y aun con las transferencias negativas o resistencia que pudieran presentarse, o incluso otros factores que pudieran ralentizar o complicar el trabajo del analista,el resultado dependerá de nuestra energía puesta en la campaña, así como la del paciente.

Capítulo IX “El mundo interior”

Hasta el final del primer periodo de la infancia (que data cerca de los cinco años), un fragmento del mundo exterior ha sido resignado como objeto y acogido en el interior del yo, o sea, ha devenido un ingrediente del mundo interior. En esta instancia psíquica, la cual lleva por nombre el superyó, prosiguen las funciones que habían ejercido aquellas personas (los objetos abandonados) del mundo exterior, este superyó observa al yo, le da órdenes, lo juzga y lo amenaza con castigos, en un todo como los progenitores. Es nuestra conciencia moral, este superyó no es que pida cuenta al yo sólo por sus acciones, sino también de sus pensamientos y propósitos incumplidos, que parecen serle consabidos.

En esta interacción que existe entre el yo y el superyó no es fácil distinguir las exteriorizaciones de ambos, pero las tensiones y enajenaciones entre ellos se hacen notar con mucha nitidez, por otro lado, cuando el yo ha sustituido con éxito una tentación de hacer algo que sería chocante para él superyó́, se siente elevado en su sentimiento de sí y reafirmado en su orgullo, como si hubiera logrado una valiosa conquista.

Es importante mencionar que para todas las posteriores épocas de la vida subroga el influjo de la infancia del individuo, el cuidado del niño, la educación y la dependencia de los progenitores, por lo que trasciende de manera fundamental las cualidades personales adquiridas por parte de los progenitores, pero sobretodo, cuanto efecto haya ejercido sobre uno mismo, además de las inclinaciones y requerimientos del estado social en el que se desenvuelven y las disposiciones y tradiciones de la raza de la cual descienden.

En algún momento y atendiendo a las comprobaciones generales y a las separaciones tajantes, el individuo se hallará expuesto en el mundo exterior, tras su desasimiento de los padres, lo cual representa el poder presente; su ello, con sus tendencias heredadas, el pasado orgánico, y el superyó́, que viene a sumarse más tarde, el pasado cultural ante todo, que el niño debe por así́ decir revivenciar en los pocos años de su edad temprana. De este modo, el superyó ocupa una suerte de posición media entre ello y mundo exterior, reúne en sí los influjos del presente y el pasado. Por lo que se puede decir que el superyó vivencia un ejemplo del modo en que el presente es traspuesto en pasado.

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