Fobias infantiles.

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¿Trastornos de ansiedad en la infancia o angustias no elaboradas durante la crianza?

Los miedos durante la infancia y las fobias.

Durante la infancia es común observar que las y los niños desarrollan miedos muy específicos e irracionales hacia cierto tipo de situaciones y objetos, por ejemplo: el miedo a la oscuridad, el miedo al abandono, el miedo a los payasos, el miedo a los perros y un largo etcétera. Podemos considerar que por su intensidad y duración, estos miedos forman parte de lo que nombraremos como fobias infantiles.

Según Grande (2000), el miedo es “un conjunto de sensaciones, normalmente desagradables, que se ponen en marcha ante peligros que se viven como reales, originando respuestas de tipo defensivo o protector”, de este modo, si recordamos la anterior definición de lo que es la ansiedad, veremos que es común encontrar al miedo y a la ansiedad de la mano ante ciertas circunstancias. En el caso del desarrollo infantil, los miedos que se expresan durante la infancia serán pasajeros e irán desapareciendo en función de la edad, dando como resultado aprendizajes necesarios para la vida.

De acuerdo con Grande (2000) “la mayoría de los niños muestran miedos ligeros y rituales en algún momento, miedos que suelen desaparecer por sí solos y raramente llegan a convertirse en un problema persistente o en un trastorno que afecte al desarrollo”, no obstante, menciona la autora, las condiciones ambientales (familiares, sociales, escolares) pueden llevar a que los miedo infantiles se conviertan en fenómenos desadaptativos que distorsionen la vida del niño o niña, es decir, encontraremos trastornos de ansiedad infantil reflejados como fobias específicas dentro de la infancia.

¿Qué es un trastorno de ansiedad y una fobia específica?

Para comprender qué son las fobias y cuál es su caracterización específica durante la infancia, exploraremos algunas definiciones.

Como trastorno psicológico, las fobias se clasifican como Fobias Específicas y son una subclasificación de los Trastornos de ansiedad dentro del DSM-5. De forma más o menos sencilla podemos definir a la ansiedad como “una sensación o un estado emocional normal ante determinadas situaciones que percibe como amenazantes y que constituye una respuesta habitual a diferentes situaciones cotidianas estresantes” (Secretaría de Salud, 2010). Es decir, la ansiedad es una respuesta normal ante ciertas situaciones y contextos. Sin embargo, se vuelve patológica cuando tiene una presentación irracional, ya sea porque el estímulo desencadenante está ausente, porque la intensidad es excesiva con relación al estímulo, o porque la duración es injustificadamente prolongada (Feliú, 2014). Así, como su nombre lo indica, los trastorno de ansiedad comparten el componente de la ansiedad patológica como eje principal de la sintomatología.

Una Fobia Específica, se define por la “aparición de miedo o ansiedad intenso y persistente, prácticamente inmediata e invariable respecto a un objeto o situación específica, que se evitan o soportan a costa de un intenso miedo y ansiedad” (Feliú, 2014); y dentro de la misma se encuentran especificaciones en función del tipo de estímulo fóbico: Animal, Entorno natural, Sangre-heridas-inyecciones, Situacional y Otras. En este sentido, podemos fácilmente observar que las fobias infantiles son una expresión de trastorno de ansiedad durante la infancia. Las fobias, entonces, se tratan de miedos irracionales y desproporcionados que están fuera del control voluntario y que conducen a la evitación de la cosa o situación temida, misma que contribuye a mantener la fobia.

Referente al diagnóstico de Fobia Específica, el DSM-5 establece los siguientes criterios diagnósticos (Asociación Americana de Psiquiatría, 2013):

  1. Temor acusado y persistente que es excesivo o irracional, desencadenado por la presencia o anticipación de un objeto o situación específicos (p. ej., volar, precipicios, animales, administración de inyecciones, visión de sangre).
  2. La exposición al estímulo fóbico provoca casi invariablemente una respuesta inmediata de ansiedad, que puede tomar la forma de una crisis de angustia situacional o más o menos relacionada con una situación determinada. En los niños la ansiedad puede traducirse en lloros, berrinches, inhibición o abrazos.
  3. Las situaciones fóbicas se evitan o se soportan a costa de una intensa ansiedad o malestar.
  4. Los comportamientos de evitación, la anticipación ansiosa, o el malestar provocados por las situaciones temidas interfieren acusadamente con la rutina normal de la persona, con las relaciones laborales, académicas o sociales, o bien provocan un malestar clínicamente significativo.
  5. En los menores de 18 años la duración de estos síntomas debe haber sido de 6 meses como mínimo.
  6. La ansiedad, las crisis de angustia o los comportamientos de evitación fóbica asociados a objetos o situaciones específicos no pueden explicarse mejor por la presencia de otro trastorno mental, por ejemplo, un trastorno obsesivo-compulsivo (p. ej., miedo a la suciedad en un individuo con ideas obsesivas de contaminación), trastorno por estrés postraumático (p. ej., evitación de estímulos relacionados con un acontecimiento altamente estresante), trastorno de ansiedad por separación (p. ej., evitación de ir a la escuela), fobia social (p. ej., evitación de situaciones sociales por miedo a que resulten embarazosas), trastorno de angustia con agorafobia, o agorafobia sin historia de trastorno de angustia.

Las fobias infantiles como expresión de amenazas al yo.

La integración del yo según Winnicot.

Dentro de la visión psicoanalítica, de acuerdo con Cameron (1994, en Cerda, 2012) podemos entender a las fobias como “intentos espontáneos e inconsciente para curarse a sí mismo. La persona fóbica amenazada con la desintegración de su yo por un brote de tensión y ansiedad sufre una regresión parcial y vuelve a establecer la integración del yo a un nivel más primitivo”, nivel donde las fantasías que provocan la tensión se ven desplazadas y proyectadas hacia objetos o situaciones del ambiente, que son posibles de evitar. Es decir, las fobias comprometen la integridad del yo instancia psíquica.

Recordemos que al hablar de instancias psíquicas nos referimos a las partes constituyentes de la estructura psíquica y de la personalidad, propuestas por Freud: el yo, el ello y el súper yo. El yo es una instancia psíquica que tiene la función de darle a las personas la capacidad de reconocerse a sí mismo, dándonos consciencia de nuestra propia identidad. Según Winnicott (1962), este término tiene la función de “describir la parte de la personalidad humana en crecimiento que, dadas las condiciones favorables, queda integrada en la unidad”.

En este sentido, podremos encontrar una posible explicación a las fobias desde la visión del desarrollo del yo propuesta por Donald Winnicott en 1962 en La integración del yo en el desarrollo del niño.

Como sabemos, el trabajo de Winnicott establece una relación íntima entre la crianza y el maternaje, y el desarrollo de la personalidad. El caso del desarrollo de las instancias psíquicas no es la excepción. Es así que la integración del aparato psíquico y sus instancias no puede concebirse sin tomar en cuenta la relación del infante con el ambiente y el funcionamiento materno.

Durante el desarrollo, la madre tendrá que ser facilitadora de procesos como el narcisismo primario (búsqueda constante del placer y la evitación del displacer procedentes de su propio cuerpo, donde el bebé no tiene una noción integrada de su cuerpo), mismo que poco a poco se transformará en un narcisismo secundario (en el cual el infante desarrolla una necesidad pulsional del otro), mediante el cual comenzará a integrar la noción del otro a través de la relación subjetiva con el objeto. La madre entonces funge como ese otro, ese objeto, que se adaptará a las necesidades del bebé y buscará satisfacerlas “prestándole” por un tiempo su propio yo, es decir, el niño comenzará a integrarse mediante el yo auxiliar de la madre (Winnicott, 1962).

Ese préstamo temporal del yo materno implica la creación de un sentimiento de omnipotencia en el bebé, que se basa en una ilusión de que él crea al mundo y a la madre como una extensión de él mismo. Sin embargo, el bebé también debe pasar por momentos de desilusión de la madre, ya que estos completarán la integración del yo. La desilusión entonces es aquello que ayuda al niño a enfrentarse a la frustración entendiéndola dentro de una línea temporal; así, el niño o niña va transitante de la dependencia absoluta, a la dependencia relativa, en su recorrido hacia la independencia (Winnicott, 1962).

Winnicott (1962) describe también que pueden ocurrir situaciones de no integración donde el niño o niña no siente la necesidad de integrarse a sí mismo debido a que da por sentada la función materna de apoyo del yo, situación que puede corregirse modificando las prácticas de crianza. Por otro lado, la desintegración del yo implicaría una fractura en la estructura psíquica ligada a una desilusión no elaborada que torna en una angustia inconcebible de desamparo.

Una angustia no psicótica

Ahora bien, ¿qué pasaría si la angustia no se torna en angustia inconcebible o psicótica? Quizá así podríamos comprender a las fobias como angustias, en lugar de como trastornos.

La angustia puede ser descrita como un sentimiento que tiene que ver con el exceso de ausencia o de presencia por parte de la madre en los orígenes, esa ausencia o presencia se extiende hacia lo y los que rodean a quien padece la angustia De acuerdo con Freud, la angustia en dosis pequeñas puede ser el motor de la curación, puesto que mantiene a la persona en estado de reflexión y le ayuda a elaborar las operaciones defensivas del yo (Garbarino, 2012).

Podríamos considerar que, si la crianza tiene un papel fundamental en la creación del yo en el infante y está ligada a una latente angustia psicótica descrita por Winnicott; las fobias infantiles de algún modo expresan una angustia que no llega a ser angustia psicótica, puesto que representan la fragmentación del yo. Las fobias infantiles, entonces, podrían verse como la expresión de angustias no elaboradas que, como se mencionaba al inicio de esta sección, tiene que ver con una amenaza muy específica de desintegración del yo en la que el miedo, la ansiedad y la evitación presentes son la expresión del intento del yo por resistir a la amenaza de desintegración. Para las fobias infantiles, será conveniente indagar sobre las posibles causas de la angustia que se proyecta como una fobia específica, así como las condiciones de soporte en la crianza y si estas son lo suficientemente buenas para auxiliar al infante a elaborar dicha angustia. Será necesario atenderla de forma adecuada, aún cuando la mayoría de las fobias infantiles son transitorias, a fin de que tal angustia lleve verdaderamente a comprometer la integridad del aparato psíquico.

Referencias:

Asociación Americana de Psiquiatría. (2013). Los trastornos de ansiedad. En el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (5 ª ed.)

Cerda, R. I. (2012, 4 de octubre ). Un análisis de las fobias infantiles: Desplazamiento y proyección. PsicoPediaHoy, 14(12). Disponible en: http://psicopediahoy.com/fobias-infantiles/

Feliú, M. T. (2014). Los Trastornos de Ansiedad en el DSM-5. Cuadernos de medicina psicosomática y psiquiatría de enlace, (110), 62–69.

Garbarino, H. (2012). Las diferentes concepciones psicoanalíticas de la angustia. Revista uruguaya de Psicoanálisis, 15–26.

Grande, M. D. P. (2000). El miedo y sus trastornos en la infancia. Prevención e intervención educativa. Aula, 12. Recuperado de: https://gredos.usal.es/bitstream/handle/10366/69368/El_miedo_y_sus_trastornos_en_la_infancia.pdf;jsessionid=82B353D19DBC886F185D400172F79120?sequence=1

Secretaría de Salud, (2010). Guía de Práctica Clínica. Diagnóstico y tratamiento de los trastornos de ansiedad en el adulto. México: Gobierno Federal. Recuperado de: http://www.cenetec.salud.gob.mx/descargas/gpc/CatalogoMaestro/392_IMSS_10_Ansiedad/EyR_IMSS_392_10.pdf

Winnicott, D.W. (1962). La integración del yo en el desarrollo del niño. En: Winnicott, D. W., & Beltrán, J. (1981). El proceso de maduración en el niño: estudios para una teoría del desarrollo emocional.

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