Hablemos de… Autismo.

Introducción

Es común escuchar la palabra <<autismo>>, sin embargo, existe una desinformación que ha llevado a la estigmatización y discriminación de las personas con este trastorno. La Organización Mundial de la Salud (2019) define el Trastorno de Espectro Autista (TEA) como un conjunto de afecciones que se caracterizan por la alteración del comportamiento social, la comunicación y el lenguaje, además de un repertorio de intereses y actividades estereotipado, restringido y repetitivo. Y en casos agudos es común la discapacidad intelectual.

Aparece en la infancia y persiste en la adolescencia y adultez; puede limitar significativamente la capacidad de una persona tanto para sus actividades diarias como su participación en la sociedad y tener un impacto negativo en sus logros y oportunidades. Además de que comúnmente las personas con TEA son discriminadas y estigmatizadas creando o aumentando barreras en atención sanitaria, educación y participación en la sociedad (Organización Mundial de la Salud, 2019).

En México, 1 de cada 115 niños padece autismo y casi 1% de todos los niños en México, es decir, alrededor de 400 mil tienen autismo. (Gaceta UNAM, 2019). Por lo que es importante reducir o eliminar las barreras y aumentar la inclusión e igualdad para personas con TEA, que les permita un pleno desarrollo personal y social.

Un recorrido por la historia.

Se encuentra en la historia que antes de que se usara el término <<autismo>>, se describieron casos de niños que presentaban alteraciones en sus capacidades sociales y comunicativas, características de este trastorno.

Pero no fue hasta Bleuler que se utilizó el término autismo para referirse a un alteración, propia de la esquizofrenia, que implicaba que la persona creaba un mundo cerrado y separado de la realidad exterior. Su terminología griega “autos” significa mismo e “ismos” hace referencia la forma de estar, por lo que entonces el término hacía referencia a la característica de un cierre mental del sujeto sobre sí mismo.

Después, en 1923, Carl Gustav Jung, introduce los términos de personalidad extrovertida e introvertida, donde este último era un persona que disfrutaba de su mundo interno y la soledad; por lo que entonces a una introversión severa le denomina autismo, considerándolo una característica de una forma de esquizofrenia (Artigas-Pallares & Paula, 2011).

Es Kanner quien busca que el término deje de confundirse con esquizofrenia y retraso mental, por lo que introduce la idea de un “autismo infantil precoz” con los siguientes síntomas:

  • Aislamiento.
  • Inmovilidad del comportamiento, refiriéndose a la monotonía o una “adicción” a la rutina.
  • Alteración en la comunicación verbal.

Además, introdujo la idea de que se trataba de un trastorno del neurodesarrollo:

“Por tanto, debemos asumir que estos niños han llegado al mundo con una incapacidad innata para formar el contacto afectivo normal, biológicamente proporcionado, con las personas; al igual que otros nacen con deficiencias intelectuales o físicas innatas” (Kanner, citado por Artigas-Pallares & Paula, 2011).

Poco después, Hans Asperger utilizó el término “autismo” para identificar pacientes que mostraban un patrón de conducta caracterizado por falta de empatía, poca habilidad para hacer amigos, lenguaje repetitivo, pobre comunicación no verbal e interés exagerado por ciertos temas. Tanto Asperger como Kanner, destacaban el valor social de las personas con autismo y resaltan la importancia de un enfoque humanista para el tratamiento.

Sin embargo, el término autismo se siguió utilizando para referirse a un aislamiento como característica de la psicosis. Ejemplo de esto es el autismo que describen Marcelli & De Ajuriaguerra (1996), al cual lo introducen en un conjunto de distintas conductas evocadoras de psicosis infantil, como aislamiento-autismo. Este se refiere a la incapacidad del niño por establecer una adecuada comunicación con el entorno y puede aparecer desde muy temprana edad. Describen las siguientes fases:

  • En el primer año, las madres describen a sus hijos como bebés sumamente tranquilos, parecen no solicitar nada, estar felices cuando están solos y son indiferentes a la presencia del adulto. No hay actitudes anticipatorias ni “diálogo tónico”. También hay una ausencia de la sonrisa y la reacción de angustia frente a un extraño.
  • El autismo es evidente en el segundo y tercer año, donde el niño no tiene contacto con el exterior, ni con la madre. El niño tiene una mirada ausente, se rehúsa al contacto físico, no hay reacción a la falta de los padres o presencia de extraños, no utiliza los objetos de manera simbólica, es indiferente al juego y sus relaciones con los otros son solo manipulativas.

Después, Bettelheim hizo otra aportación desde el psicoanálisis, definiendo el autismo como una defensa muy temprana a un intrusión violenta que trata de romper el equilibrio del bebé. Además consideraba la idea de una mala madre y su falta de respuesta; pero fue Erikson quien, anteriormente, ya atribuía el origen del autismo a esa relación madre-hijo, se centraba en la idea de que los niños, desde una edad muy temprana, fracasaban en la respuesta a la mirada, sonrisa y al contacto físico, provocando que la madre, sin quererlo, se distanciara y contribuyendo decisivamente al aislamiento del niño con autismo.

Actualmente, no hay una causa específica de autismo, sin embargo, evidencia científica sugiere que la existencia de diversos factores, como genéticos y ambientales, aumentan las probabilidades de que un niño tenga TEA. En el Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales, quinta edición (DSM-V, por sus siglas en inglés), se encuentra como “trastorno del espectro autista” dentro de los trastornos del neurodesarrollo y sus criterios diagnósticos son:

1. Deficiencias persistentes en la comunicación e interacción social, manifestado por una deficiencia en la reciprocidad socioemocional; deficiencias en las conductas comunicativas no verbales utilizadas en la interacción social y deficiencias en el desarrollo, mantenimiento; y comprensión de las relaciones.

2. Patrones restrictivos y repetitivos de comportamiento, intereses o actividades, que se manifiestan en movimientos, utilización de objetos o habla estereotipados o repetitivos; insistencia en la monotonía, excesiva inflexibilidad de rutinas o patrones ritualizados de comportamiento verbal o no verbal; intereses muy restringidos y fijos que son anormales en cuanto a su intensidad o foco de interés; e hiper o hiporreactividad a los estímulos sensoriales o interés inhabitual por aspectos sensoriales del entorno.

3. Los síntomas deben estar presentes en las primeras fases del periodo de desarrollo.

4. Los síntomas causan un deterioro clínicamente significativo en lo social, laboral u otras áreas importantes del funcionamiento habitual.

Para una mejor comprensión, el siguiente vídeo explica los primeros signos del TEA: https://www.youtube.com/watch?v=kdo5e-t8jJ4

Tratamiento.

La OMS (2019) menciona que las intervenciones psicosociales basadas en evidencias, como la terapia conductual o los programas para padres, pueden contribuir a reducir dificultades de comunicación y comportamiento social, además de tener un impacto positivo en la calidad de vida de las personas con TEA y sus familiares y/o cuidadores.

También se sugiere que la tecnología de apoyo puede reducir o eliminar las barreras a su participación en igualdad de condiciones, permitiéndoles ejercer sus derechos humanos básicos y participar plenamente en la vida de sus comunidades. (Gaceta UNAM, 2019).

Reflexión final

A lo largo de los años, el autismo fue foco de diversos autores que buscaban describirlo pasando de considerarlo como característica de la esquizofrenia y la psicosis hasta considerarlo un conjunto de afecciones del comportamiento social, la comunicación y el lenguaje, sin embargo, aunque existe mayor información aun es difícil identificarlo y diferenciarlo de otros trastornos.

Además de que persiste la estigmatización y discriminación por la desinformación que se tiene sobre el trastorno, sus causas, sus características y el tratamiento; lo que limita un pleno desarrollo de las personas con TEA.

Por lo que, sea cual sea el enfoque desde el que se comprenda el autismo, es de suma importancia que se rompa o minimice los impactos negativos del trastorno; proporcionando la información necesaria para comprender el tema, creando ambientes favorables de inclusión y formas de intervención eficaces.

El siguiente vídeo explica la importancia de no estigmatizar el autismo: https://www.youtube.com/watch?v=PVwZwR-P6ro

Se deben de crear ambientes favorables de inclusión.

Referencias

Artigas-Pallares, J. & Paula, I. (julio, 2012) El autismo 70 años después de Leo Kanner y Hans Asperger. Rev. Asoc. Esp. Neuropsiq. 32(115). Recuperado de: http://scielo.isciii.es/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0211-57352012000300008

Fendrik, S. (julio, 2005). Autismo y psicosis infantil. Contribuciones teóricas y clínicas del psicoanálisis. Vertex Revista Argentina de Psiquiatría 16(62). Recuperado de: http://www.polemos.com.ar/docs/vertex/vertex62.pdf

Gaceta UNAM (2019). Autismo, reto para la salud pública y para la inclusión. Recuperado de: https://www.gaceta.unam.mx/autismo-reto-para-la-salud-publica-y-para-la-inclusion/

Garrabé de Lara, J. (mayo, 2012). El autismo. Historia y clasificaciones. Salud Mental 35(3). Recuperado de: http://www.inprf-cd.gob.mx/pdf/sm3503/sm3503257.pdf

Marcelli, D. & De Ajuriaguerra, J. (1996). Psicosis infantiles. En Psicopatología del niño. (pp.291–331). Barcelona, España: Masson.

Organización Mundial de la Salud (2019). Trastornos del espectro autista. Recuperado de: https://www.who.int/es/news-room/fact-sheets/detail/autism-spectrum-disorders

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