“La Angustia”-Resumen

Eduardo Rivas
Psicopatología y personalidad 2020–1
7 min readNov 2, 2017

La angustia es un estado afectivo, es decir una reunión de determinadas sensaciones de la serie placer/displacer con las correspondientes inervaciones de descargar y su percepción, pero, probablemente el precipitado de cierto evento significativo incorporado por vía hereditaria y entonces comparable al ataque histérico adquirido al individuo.

Recurrimos al proceso de nacimiento como el evento que deja tras sí esa huella afectiva; en él, los cambios en la actividad del corazón y la respiración característicos del estado de angustia, fueron acordes con el fin. Por tanto la primera angustia habría sido una angustia toxica. Posteriormente a esto partiremos en distinguir entre la angustia realista y angustia neurótica; la primera es una reacción que parece lógica frente al peligro, a un daño esperado de afuera, mientras que la segunda es enteramente enigmática, como carente de fin. Es decir, en un análisis de la angustia realista la redujimos a un estado de atención sensorial incrementada y tensión motriz. A partir de ese estado se desarrolla la reacción de angustia (desarrollo de angustia) la cual tiene como fin la repetición de la antigua vivencia traumática, se limita a una señal y entonces la restante reacción se adapta al peligro.

Después pasamos a considerar la angustia neurótica y dijimos que la observamos bajo 3 constelaciones:

1-. Un estado de angustia libremente flotante se enlazará de manera pasajera con cada nueva posibilidad que emerja, a esto se le conoce como angustia expectante.

2-. Se liga de manera firme a determinados contenidos de representación en las llamadas fobias (en las que podemos discernir un vínculo con un peligro externo)

3-. La angustia en la histeria, acompañan síntomas o bien emerge de manera independiente como ataque o como estado prolongado de permanencia, pero siempre sin que se le descubra fundamento alguno en un peligro exterior, entonces nos plantemos 2 preguntas: ¿De qué se tiene miedo en la angustia neurótica? ¿Cómo se compadece esta con la angustia realista ante peligros externos?

En lo que se refiere a la expectativa angustiada, la experiencia clínica nos ha enseñado un nexo regular con la economía de la libido en la vida sexual, la causa más común de la neurosis de angustia es la excitación frustránea, es decir, se provoca una excitación libidinosa pero no se satisface, no se aplica; entonces en reemplazo de esta libido desviada de su aplicación emerge el estado de angustia. Esta concepción halló un apoyo en ciertas fobias enteramente regulares en los niños pequeños. Muchas de estas fobias nos resultan enigmáticas, pero otras como la angustia a la soledad y a personas ajenas, admiten un explicación cierta, las fobias infantiles y la expectativa angustiada de la neurosis de las neurosis de angustia proporciona 2 ejemplos en que se genera la angustia neurótica, por trasmudación directa de la libido(la representación la que experimenta la represión es muy desfigurada y se vuelve irreconocible), pero su monto de afecto es mudado comúnmente en angustia y por cierto sin que importe su naturaleza ni que se trate de agresión o de amor.

Hay que mencionar, además que en las fobias se puede discernir con mucha nitidez el modo en que este peligro interior se traspone en uno exterior, vale decir, un angustia neurótica se muda en aparente angustia realista. Para simplificar un estado de cosas a menudo complejo, supongamos que el agorafóbico por lo general temía las mociones de tentación que le despertaban los encuentros en la calle. En su fobia sobreviene un desplazamiento, y ahora se angustia frente a una situación externa. Es manifiesto que gana con ello, pues cree poder protegerse mejor así. En la conferencia anterior expuse que el yo es el único almacigo de la angustia, es decir solo él puede producirla y sentirla, aunque nos hemos situado en una sólida y nueva posición la cual cobra un aspecto diferente hemos saludado como una deseada correspondencia el hecho de que las 3 principales variedades de angustia ( la realista, la neurótica, y de la conciencia moral) puedan ser referidas tan espontáneamente a los 3 vasallajes del yo. Con esta nueva concepción ha pasado también al primer plano la función de la angustia como señal para indicar una situación de peligro, función que por cierto no desconocíamos antes; ha perdido interés la pregunta por el material con que está hecha la angustia, y los vínculos entre la angustia realista y neurótica se ha aclarado y simplificado de manera sorprendente, de acuerdo con nuestra expectativa, habríamos debido hallar que es la investidura libidinosa del objeto-madre la que se muda en angustia a consecuencia de la represión y entonces en la expresión sintomática se presenta como anudada al sustituto padre.

No es la represión la que crea a la angustia, sino que la angustia está primero ahí, ¡es la angustia la que crea a la represión! ¿Pero qué clase de angustia será? Solo la angustia frente al peligro exterior amenazante, es decir una angustia realista. Es cierto que el varoncito siente angustia ante una exigencia de su libido, en este caso ante el amor a su madre; por tanto, es efectivamente un caso de angustia neurótica.

Aunque todavía nos hemos dicho qué es ese peligro real que el niño teme como consecuencia de su enamoramiento de la madre; es el castigo de la castración ante todo no interesa que la castración se ejecute de hecho; lo decisivo es que el peligro amenace de afuera y el niño crea en él. Entonces la angustia de castración no es, desde luego, el único motivo de la represión; ya no tienen sitio alguno en las mujeres, que por cierto poseen un complejo de castración, pero no pueden tener angustia ninguna de castración, en su reemplazo aparece en las de su sexo la angustia a la pérdida del amor, por ejemplo si la madre está ausente o ha sustraído su amor al hijo, la satisfacción de las necesidades de este ya no es segura, y posiblemente queda expuesto a los más penosos sentimientos de tensión, no rechacen la idea de que estas condiciones de angustia repiten en el fondo la situación de la originaria angustia de nacimiento, que también implicó una separación de la madre. Son muchos los seres humanos que no pueden superar la angustia ante la pérdida de amor, nunca logran suficiente independencia del amor de otros y en este punto continúan su conducta infantil.

Hemos averiguado 2 cosas nuevas: la primera es que la angustia crea a la represión y no a la inversa como pensábamos y la segunda es que en una situación pulsional temida se remonta, en el fondo, a una situación de peligro exterior. La siguiente pregunta será: ¿Cómo nos representamos ahora el proceso de una represión bajo el influjo de la angustia? Opino qué el yo nota que la satisfacción de una exigencia pulsional emergente convocaría una de las bien recordadas situaciones de peligro, por tanto esa investidura pulsional debe ser sofocada de algún modo, cancelada, vuelta impotente sabemos que el yo desempeña esa tarea cuando es fuerte. Ahora bien, el caso de la represión es aquél en que la moción pulsional sigue nativa del ello y el yo se siente endeble. Entonces el yo recurre a una técnica que en el fondo es idéntica a la de pensar normal, el pensar es un obrar tentativo con pequeños volúmenes de investidura, semejante a los desplazamientos de pequeñas figuras sobre el mapa. El yo anticipa así la satisfacción de la moción pulsional dudosa y le permite reproducir las sensaciones de displacer que corresponden al inicio de la situación de peligro temida. Por otra parte es importante distinguir con claridad lo que a raíz de esta represión sucede en el yo y lo que sucede en el ello. Acabamos de decir lo que hace el yo, dirige una investidura tentativa y suscita el automatismo placer-displacer mediante la señal de angustia, entonces son posibles diversas reacciones o una mezcla de ellas en montos variables, o bien el ataque de angustia se desarrolla plenamente y el yo se retira por completo de la excitación chocante o bien el yo lo hace con una contra investidura y esta se conjuga con la energía de la moción reprimida para la formación de síntoma o es acogida en el interior del yo como formación reactiva, como refuerzo de determinadas disposiciones, como alteración permanente.

Uno de nuestros intereses principales es saber que acontece con la energía, con la carga libidinosa de esa excitación: ¿Cómo será aplicada? Recuerden que antes suponíamos que justamente ella era mudada en angustia por la represión eso ya no nos atrevemos a sostenerlo, consideramos que es probable que exista una correspondencia íntima entre el proceso que ocurre en cada caso dentro del yo y el que le sobreviene en el ello a la moción reprimida, este principio rige de manera irrestricta los procesos en el interior del ello. Podemos concederle que provoca alteraciones muy profundas en la moción pulsional en cuestión. Esperamos, entonces, que la represión conlleve muy diversos resultados, más o menos vastos, en muchos casos quizá la moción pulsional reprimida retenga su investidura libidinal, persista inmutada en el ello si bien bajo la presión permanente del yo.

La experiencia clínica nos ha enseñado que en muchos casos se produce en vez del habitual resultado de la represión, una degradación libidinal, una regresión de la organización libidinal a un estadio anterior esto solo puede ocurrir dentro del ello, y cuando acontece es bajo influjo del mismo conflicto que fue iniciado por la señal de angustia.

Y ahora solo una puntualización más sobre el problema de la angustia, la angustia neurótica se ha mudado bajo nuestras manos en angustia realista, en angustia ante determinadas situaciones externas de peligro. Pero esto no puede quedar así , tenemos que dar otro paso que será un paso atrás. Nos preguntamos: ¿Qué es en verdad lo peligroso, lo temido en una de tales situaciones de peligro?. Evidentemente no es el daño de la persona que podría juzgarse objetivo, pues no tiene porque alcanzar significado alguno en lo psicológico, sino lo que el ocasione en la vida anímica.

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