Melanie ¿Quién?

Introducción a la obra de Melanie Klein: Posición esquizoparanoide y depresiva.

Karen Islas
Psicopatología y personalidad 2020–1
7 min readDec 4, 2018

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Melanie Klein (Viena, 1882 — Londres, 1960) fue una psicoanalista británica de origen austriaco, pionera del análisis infantil y del estudio de las psicosis. Fue la última de los cuatro hijos de Moriz Reizes y Libusa Deutsch, ambos hebreos, descendientes de familias de rabinos. Sin embargo, fue educada de manera liberal, sin imposiciones religiosas.

En Budapest, donde se había trasladado en 1910 con su esposo, leyó La interpretación de los sueños, de Freud, y el interés que dicha obra despertó en ella la llevó a convertirse en la principal refundadora del psicoanálisis.

Después de su primer trabajo, The development of a child (1923), dirigió su atención al período de la vida psíquica de la primerísima infancia, marcada por la relación entre madre e hijo. Elaboró la técnica del juego para psicoanalizar a los niños, pero también influyó radicalmente sobre la teoría y la técnica aplicadas a adultos: reformuló el complejo de Edipo y destacó la importancia de la agresividad y la destructividad.

Melanie Klein introdujo el concepto de Fantasía, donde principalmente es inconsciente y posteriormente pasa a ser consciente con el desarrollo normal de la persona, esta tiene como principal protagonista los objetos interiorizados, así pues, Melanie Klein descubre que la fantasía actúa sobre toda la vida humana.

Klein define dos posturas mentales que determinan la vida psíquica, ya sea en el desarrollo normal o patológico de esta: la posición esquizo-paranoide y la posición depresiva. De las cuales hablaremos en este post.

Como mencionamos antes Klein introdujo el concepto de fantasía, el cual es de suma importancia aclarar aquí:

De acuerdo con Melanie Klein (Segal, 1981) la fantasía inconsciente es la expresión mental de los instintos y por consiguiente, existe, como éstos, desde el principio de la vida.

Las fantasías están siempre presentes y siempre activas en todo individuo y estas no son indicadores de patología, lo que determinará el estado psíquico del sujeto es la naturaleza de estas fantasías inconscientes y su relación con la realidad externa.

Las fantasías son tan necesarias en la vida de cada individuo, pues la restricción de las mismas evitará que el niño exprese sus pulsiones agresivas mediante el juego y en un futuro salgan a flote en la realidad de una manera más violenta.

A modo de ejemplo, tomaré una escena de una serie americana de comienzos de los 2000, Malcolm el de en medio, donde se ve claramente cómo las pulsiones agresivas salen a partir del juego y cuando son reprimidas salen en la realidad.

Así pues, la fantasía es una función estructurante del yo, donde ya existe una organización yoica un poco avanzada, es decir, que el yo es capaz de establecer relaciones objetales primitivas en la fantasía y la realidad, pues es la fantasía la que permite enfrentar el impacto de la realidad, pues debe de tomarse en cuenta que, desde el momento del nacimiento, el infante se enfrenta a la realidad de nacer, y es por esto que la fantasía, más que una fuga de la realidad, permite la interacción con esta de manera menos ansiosa.

En un principio, el bebé tiene suficiente yo como para sentir ansiedad, utilizar mecanismos de defensa y establecer primitivas relaciones objetales en la fantasía y en la realidad (Segal, 1981). Sin embargo, al inicio de la vida del infante, el yo está muy desorganizado, aunque este tiende a la integración en conjunto con en el desarrollo del bebé.

El yo, en esta etapa, está expuesto a la ansiedad que el conflicto de nacer le provoca, es decir, el conflicto entre las pulsiones de vida y las pulsiones de muerte que la realidad externa provoca, esto conlleva a que el yo lleve a cabo un mecanismo de defensa contra esta ansiedad, La deflexión de la pulsión de muerte.

La deflexión es en parte una proyección, donde el yo se escinde (fragmenta) y proyecta fuera su parte que contiene el instinto de muerte, poniéndolo en el objeto externo original (el pecho materno)…es así como este objeto se percibe como malo y amenazador, dando origen a un sentimiento de persecución (Segal, 1981).

Cuando el yo lleva a cabo la deflexión del instinto de muerte, proyectando fuera la ansiedad que el mismo instinto le provoca, crea un objeto persecutorio, el que ahora provoca ansiedad, en el que colocó la pulsión de muerte, este ahora es visto como persecutor y teme que lo aniquile, es así como proyecta fuera también la libido, en el mismo objeto, que será con el que establezca una relación libidinal y satisfaga el impulso instintivo de conservar la vida. Entonces en este punto se sabe que, el pecho fue dividido en dos, un pecho bueno y un pecho malo.

Las ansiedades que el bebé experimenta en esta etapa son paranoides, porque se ve al objeto malo como persecutorio, que puede dañarlo a él y a su objeto bueno interiorizado (el pecho bueno), y el estado del yo por tanto se caracteriza por la escisión, estar fragmentado buscando la unificación, es decir es esquizoide. Esto lleva a Melanie Klein a denominar esta etapa como esquizo-paranoide, donde predomina la relación con el objeto parcial.

Existe una serie de defensas que el bebé lleva a cabo con el fin de soportar la ansiedad, además de la deflexión del instinto de muerte. Estas son las siguientes.

  • Escisión: esta quiere decir la fragmentación del objeto o del aparato psíquico con el fin de controlar las ansiedades provenientes tanto del interior como del exterior.
  • Proyección: este mecanismo de defensa se refiere a atribuir las propias pulsiones, en este caso, a un objeto externo con el fin de hacer más soportable la realidad dentro de uno mismo. De este mecanismo surgirá otro sumamente importante:
  • Identificación proyectiva: en esta se escinden y apartan partes del Yo y objetos internos y se les proyecta al objeto externo, el cual queda poseído por las partes proyectadas, e identificado con ellas.

Existen múltiples propósitos de este mecanismo: evitar la separación con el objeto ideal o controlar el objeto persecutorio. Por otro lado, proyectar partes del Yo también sirve para diversas cosas: librarse de las partes malas poniéndolas fuera, atacar o destruir al objeto con dichas partes malas; evitar la separación con el objeto ideal o para mantener a salvo dichas partes buenas de la maldad interior e incluso para mejorar al objeto externo, con el fin de repararlo.

Esta identificación proyectiva se intensificará en la posición depresiva, de la cual hablaremos más adelante.

  • Introyección: esta se refiere a unificarse con el objeto externo, de modo que el bebé lo pone dentro de sí mismo con el fin de salvaguardarlo de la proyección del instinto de muerte que hizo sobre el pecho. En este caso, el pecho malo queda fuera y el pecho bueno lo introyecta.

Estos mecanismos traen como beneficio el que el bebé asimile gradualmente su objeto ideal, el pecho bueno, con el fin de ir integrando poco a poco su estructura Yoica.

Cuando esta etapa es atravesada con éxito a través de las defensas que el bebé emplea y que ayudan a la integración del yo, y las experiencias buenas predominan sobre las malas se pasa a la posición depresiva, la cual está equiparada a la fase oral que describió Freud.

En la transición de la posición esquizo-paranoide a la posición depresiva, el bebé:

Siente cada vez más que su objeto ideal y sus propios impulsos libidinales son más fuertes que el objeto malo y sus propios impulsos malos; se puede identificar cada vez más con su objeto ideal… gracias a esta identificación su yo se fortifica y es capaz de defenderse a sí mismo y al objeto ideal (Segal, 1981).

Es entonces que el bebé siente que puede controlar mejor los impulsos malos, generando en sí menos ansiedad, aquí la proyección se ve disminuida porque ya no le es necesario sacar sus impulsos agresivos pues puede controlarlos mejor, del mismo modo, el poder que le atribuye al objeto malo disminuye, ganando terreno el objeto bueno, asimismo, la escisión disminuye también lográndose la identificación del objeto total.

En esta posición, el bebé se enfrenta a nuevas situaciones, donde la madre ya no es vivida como un objeto escindido, fragmentado, como dos madres, una buena y una mala, sino que se vive como un objeto total, que es objeto bueno como objeto malo a la vez, es decir, que la madre generará experiencias de satisfacción como de frustración al bebé.

Respecto a lo anterior, otra de las situaciones a las que se enfrenta el bebé al ver a su madre como un objeto total fuera de sí mismo, es que ahora vive a su madre como un individuo con una vida propia y puede darse cuenta de cuánto depende de ella para sobrevivir, es entonces que surgen nuevas ansiedades en el bebé: la ambivalencia de él mismo.

Esta ambivalencia es generada porque, a medida que el bebé va madurando fisiológicamente, también madura a nivel Yoico y son sus experiencias las que le permiten introyectar cada vez más la imagen de la madre y lo que esta le hace vivir, tanto satisfacciones como frustraciones. Es así como el niño va reconociendo que puede odiar y amar a ese mismo objeto -su madre-. La ansiedad que le genera tal ambivalencia viene dada al pensar que el bebé con sus propios impulsos destructivos acabe por destruir a la madre, de quien tanto depende.

Es importante mencionar que en la posición depresiva, el mecanismo de introyección se vuelve más fuerte a medida que disminuyen la proyección y la escisión y el bebé se da cuenta de cuánto depende del objeto. Es por esto que el bebé busca guardar dentro de sí con más necesidad que antes su objeto ideal y protegerlo de sus impulsos agresivos.

Finalmente a medida que el bebé se desarrolla gradualmente, sus ansiedades frente a la ambivalencia pueden ir disminuyendo cuando va asimilando de mejor manera la existencia de su objeto externo y que puede reparar el daño que le hace al objeto con las fantasías agresivas, mediante fantasías de reparo. Así el bebé comienza a distinguir la fantasía de la realidad, pues ha ido asimilando los objetos buenos introyectados.

Bibliografía.

  • Segal, H. (1981). Introducción a la obra de Melanie Klein. España: Paidos.

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