Mi experiencia el 19 de septiembre de 2017.

Alex Alvarez.
Psicopatología y personalidad 2020–1
4 min readDec 9, 2017

Era alrededor de la 1:15 de la tarde, me encontraba en clase en el primer piso del edificio A de la Facultad de Psicología, estaba sentado en la última fila pues había llegado tarde. El día transcurría con normalidad, como cualquier otro martes, hablábamos sobre un libro que se nos había encargado leer, cada uno de mis compañeros daba su punto de vista sobre el texto e imaginaba mundos posibles para la psicología, porque sí, esa era la temática de la clase, imaginar como sería nuestro campo de estudio en la psicología dentro de 20 años.

La maestra tomó la palabra al terminar la lluvia de ideas y como siempre, con su discurso motivante y lleno de entusiasmo nos dio un par de consejos para nuestros trabajos finales, que estaban basados en eso, imaginar el futuro. Yo estaba lleno de emoción pues a mí esas cosas se me dan de maravilla, imaginar. Recuerdo que en ese momento pensaba en solitario mientras dibujaba en mi libreta, en si algún día podría llegar a cumplir mi meta de estudiar ingeniería en computación, y cómo ello podría conjuntarlo con mi carrera de psicología. Para mí en ese momento no era importante la clase, yo estaba soñando despierto como la mayor parte del tiempo.

El discurso de la profesora seguía mientras todos prestábamos atención, sin embargo, mientras hablaba, ocurrió algo que a todos nos dejó sin aliento por un momento. La tierra a 32 años de aquel terremoto en 1985 se sacudía nuevamente.

Miro atrás y no puedo sacarme de la cabeza la reacción de todos mis compañeros, intentando salir del salón antes de que el edificio se viniera abajo, porque sí, fue un movimiento sísmico tal, que estoy seguro ninguno de nosotros habíamos sentido jamás.

Todos en su intento por escapar hicieron una enorme masa de gente en la puerta que no permitió el flujo de gente de manera eficaz. Yo me levanté al instante, sin embargo, no podía avanzar por lo que decidí regresar por mis cosas mientras el lugar se despejaba un poco. Detrás de mí tenía a dos compañeras que no paraban de empujarme para que saliéramos, sin notar que enfrente tenía aún a un montón de gente.

Cuando por fin logramos salir, nos encontramos con una escena no muy distinta en los pasillos, alumnos en grandes cantidades en las escaleras, intentando bajar, mientras la tierra no daba señales de detenerse.

Con la rapidez que pudimos bajamos a la explanada en donde ya estaban concentrados la mayoría de los estudiantes, profesores y directivos quienes no daban cuenta de lo que estaba sucediendo. ¿Justo hoy? El día en que como cada año se conmemora aquel catastrófico terremoto. Pasó un buen rato hasta que las cosas se estabilizaron medianamente.

Yo personalmente estuve solo durante aproximadamente 30 minutos sin hablar con nadie, intentando buscar a mi novia quien en ese momento era la persona importante más cercana que tenía. Luego de encontrarla y recuperar sus cosas tras una vuelta a los edificios. Decidimos irnos del lugar rumbo a nuestras casas, que por suerte quedan muy cerca.

En el camino a la parada del bus, platicamos ambos lo que habíamos visto y cómo lo habíamos vivido. Yo le relaté que por un momento intente guardar la calma pero que al notar mucho ruido de cosas cayendo y gente gritando, tuve un pequeño lapso en donde de verdad lo único que pensaba era salir de ahí a como diera lugar, le conté que recordé a mi familia, a mi mamá que estaba trabajando, a mi hermano que estaba en su escuela y a mi padre que había tenido consulta médica. Ambos mencionamos que era casi imposible comunicarse, aunque ella lo había logrado y había constatado que sus seres queridos estaban bien. Yo, por el contrario, angustiado por no tener la misma suerte sabía que debía ir hasta donde estaban para verlos y reportar también mi situación. Tomé la decisión de ir con mi madre pues su trabajo quedaba relativamente cerca, nos despedimos y cada uno tomó su rumbo.

Al llegar al trabajo de mi mamá, la abracé y ambos constatamos que estábamos bien, me dijo que no podía comunicarse con mi hermano y me pidió de favor que fuera a casa pues su escuela estaba a pocos minutos. Lo hice, me fui luego de un beso.

En el camino, el cual se me pareció una eternidad pues había un montón de carros intentando llegar a su destino, iba escuchando la radio y pensando en la situación, me parecía demasiada coincidencia, en realidad no me lo explicaba, estaba sorprendido. ¿Justo hoy?

Llegué a casa y encontré a mi hermano patinando en el patio. Me dio mucho gusto ver que estaba bien y que solo había sido un susto para él. No había servicio eléctrico, por lo que nuestras actividades estaban limitadas a hablar de lo sucedido y escuchar las noticias que daban reportes de muertes a causa del incidente.

Nos sentamos en la mesa y comimos a oscuras. La tarde sin lugar a dudas era distinta, había un silencio fuera de lo común y una tranquilidad en las calles de la zona en donde vivo que jamás olvidaré.

Nos acostamos por un momento en la sala de nuestra casa y aún con algunos rayos del sol entrando por la ventana nos quedamos perdidamente dormidos. Hacía mucho tiempo que no dormía así. Era una profunda tranquilidad lo que sentía en ese momento, aún no sabía el caos que había en la ciudad. Jamás olvidaré aquella tarde.

Pasadas las ocho ya con mi familia en casa y cuando todo era oscuridad pues aún no regresaba la luz, las calles y las tiendas eran un caos, la gente compraba cosas por montones, las lamparas de mano estaban agotadas, algunos locales definitivamente cerraron. Aquello parecía salido de una película. Cuando vi todo eso, sentí miedo pues no sabía cuantos días estaríamos así.

Afortunadamente esa misma noche todo volvió a la normalidad y ya con los noticieros sonando en la televisión estuvimos más tranquilos aunque lamentando las pérdidas humanas por la catástrofe.

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