Teófilo Torres autodefine su trayectoria actoral
Mírenlo ahí. Botas puestas, camisa de cuadros, sombrero de paja. Cual personaje de las artes populares que encarna a un campesino, apareció el actor Teófilo Torres en nuestra sala de redacción para conversar sobre su reciente actuación de Pateco y sobre aspectos de su trayectoria en el teatro, la cual ya alcanzó las cuatro décadas.
Su vestimenta de aquel día bien se asociaba con la tarea que había estado haciendo antes de la entrevista. Teo venía de recoger comida para los cerdos que cría en un campo de Trujillo Alto. La cultura agrícola no le es ajena porque lo criaron inmerso en ella.
“En el caso de escribir las décimas, no me ha sido difícil porque provengo de una cultura agrícola. Mi memoria remota es el campo donde estuve toda mi niñez y mi adolescencia escuchando décimas”, expresó el veterano monologuista sobre la faceta de compositor de décimas que estrenó para la función de ¡Nos llevó Pateco! que presentó el mes pasado en el Teatro Ambassador de Santurce.
Aunque el personaje de Pateco, que representa la leyenda de un sepulturero, estaba establecido hacía unos años, en esa ocasión fue la primera vez que el público presenció un montaje estructurado con Pateco como protagonista. Insatisfecho con la puesta en escena y reconociendo que el espectáculo tiene muchos elementos que deben cambiarse, comentó: “le tengo auto críticas y también me han llegado del público y de compañeros actores”. Por eso, según informó, si volviera a presentarlo durante las octavitas o para la celebración de San Valentín, sería un espectáculo mejorado.
Con la mirada retraída y reflexiva, Torres aseguró que quizás los espectadores y las espectadoras esperaban un montaje más comprometido y profundo. “No les satisfizo porque estaban esperando otra cosa a otro nivel como las propuestas de El Maestro (personificación de don Pedro Albizu Campos), de Papo impala está quitao, o de las traducciones de Shakespeare”, interpretó.
“Esto es un trabajo exploratorio. Tampoco es que lo voy a hacer tan político, pero hay algo que falta”. O que sobra, pudiera objetar el público si mencionara elementos como el montaje en torno a la técnica del stand-up comedy, la participación de otros personajes en tarima o los temas seleccionados para las décimas. Destinado a ofrecer una contestación al porqué de crear un espectáculo tal cual aun cuando no tendría que recurrir a eso, expuso: “quizás para agarrar otro público, quizás estoy tratando de satisfacer a un público que nunca va a llegar porque los que van a ver a Chente, por ejemplo, no van a llegar a verme a mí”.
Teófilo Torres, quien también es profesor de teatro en la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Carolina, posee un poco de todos los personajes que encarna. Aseguró que, por lo general, cuando acepta un personaje, lo trabaja y le dedica tiempo es porque “tiene mucho de mis propias preguntas, complejos, angustias, miedos, e ilusiones”.
Continuó afirmando que se identifica más con los personajes que traten temas psicológicos o de cómo nos afecta determinada situación política, económica o social. “Me gusta mucho el tipo de personaje o propuesta teatral en donde se profundiza en cómo nos afectan nuestras emociones o las relaciones con los demás”, dijo el actor, quien luego de pensar por un rato, concluyó que su palabra favorita es ‘emoción’ por la carga semántica y por el significado de la composición morfosintáctica que tiene. “Yo creo que una palabra que define mucho mi trabajo es ‘emoción’”, puntualizó.
Un Teófilo en ascendencia
El destacado monologuista, quien ha viajado con sus trabajos a países como Cuba, República Dominicana, Venezuela y Perú, es el único artista de teatro en una familia de 17 hermanos.
Recuerda que, más que el entorno familiar, lo que lo condujo por el camino de la actuación fue la habilidad para memorizar textos que le descubrieron sus maestros y maestras durante el periodo escolar.
“Quizás lo que me inspiró fue la manera tan espectacular que yo tenía de memorizar. Yo podía memorizar cosas desde niño y eso hizo que los maestros en la escuela siempre me seleccionaran cuando había que memorizar un discurso, una oratoria o un poema. Así, fui descubriendo de alguna manera la satisfacción que da estar frente a un público haciendo textos”, rememoró Teófilo a la misma vez que aceptó que con el paso de los años se ha puesto más exigente y ha definido más las técnicas actorales.
De igual forma, observó que no necesariamente puede describir su historial como uno de mejoría progresiva. “No ha sido un proceso en que un trabajo ha superado al anterior. A veces, hago una cosa como la que estoy haciendo ahora (aludiendo a la propuesta de Pateco) que no recibe el mismo nivel de atención o aceptación del público o de mí mismo como la que tuvo, por ejemplo, El Maestro”, pieza que contó con buena crítica desde su propia percepción como actor, la del director y la del público.
“Después de eso, hago Pateco y no tiene la mismo acogida. Por lo tanto, no se puede ver como una mejoría en escala ascendente”, aceptó.
Aun con esas altas y bajas, la función de un actor es la de sanar ya sea mediante la risa o el llanto. A este propósito, Teófilo añadió: “El actor proviene de la figura del chamán o curandero de la tribu. El hecho de que el público asista, se envuelva y participe en una función tiene que ver con buscar sanación desde lo espiritual hasta las dolamas físicas. La función sanadora del teatro va en ambas direcciones: en la mía como actor y en la de los receptores”.
Tras 41 años de trayectoria, la cual comenzó en 1975 con ‘Doce paredes negras’ de Juan González Bonilla — primera obra profesional por la cual le pagaron –, Torres reconoce que es difícil ser actor y preparar actores en estos momentos en Puerto Rico en que el teatro no provee para subsistir. “Se sigue haciendo teatro y de la mejor manera, pero no se puede vivir de él”, atestiguó.
Para este nuevo año que apenas comienza, el experimentado actor se ha propuesto terminar un largometraje que está produciendo hace cuatro años con un equipo de trabajo y para el cual todavía están en búsqueda de financiamiento. “Ese sería el proyecto al que yo más le dedicaría en el 2017. Se titula ‘Arrebol’ que significa ‘crepúsculo rojizo’ y es una pieza colaborativa entre tres o cuatro guionistas”. Además de continuar como entrenador de actores en la UPR Carolina, irá afinando más el personaje de Pateco dentro de un montaje escénico.