5 + 1 usos y abusos habituales de la Ciencia Ficción (actual)

Pablo Aguirre Herráinz
Punto y coma
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12 min readJan 24, 2016
Ilustración: fuente.

Para quienes no tienen bastante con, o reniegan directamente de, los mundos de fantasía épica* auspiciados por Tolkien, Howard o Lewis (por citar algunos), la ciencia ficción ha sido y sigue siendo el gran observatorio abierto hacia el infinito sideral de un cosmos cuyos secretos estamos muy lejos de desentrañar, lo mismo que estamos lejos de explorar las profundidades tumularias de nuestra propia existencia. Así, dejando a un lado el estéril debate sobre si brillan más las espadas encantadas o los haces de luz cósmica, podemos establecer un consenso básico en torno a la idea de que la ficción (pretérita o futurible) trata esencialmente sobre un mismo sujeto: nosotros. Y lo hace permitiéndose la licencia de alterar a su antojo las condiciones ante las que ese sujeto interactúa.

Trajes espaciales: 1 armaduras guapas: 0. Fuente

Es decir, que si en las ciencias sociales o humanísticas el estudio y la reflexión sobre el ser humano están íntimamente atados a un conjunto de herramientas de trabajo, principios metodológicos y preguntas paradigmáticas propias, en la ficción literaria** todo esto se supedita al afán creativo del escritor o escritora de turno que, con las normas básicas de la verosimilitud en una mano y con la carga subjetiva de sus propias vivencias existenciales en la otra, hace básicamente lo que le da la gana; ofreciendo al final un resultado tan original o fascinante como original o fascinante sea el proceso creativo que ha culminado en esa obra maestra (o en su defecto, en esa chufa). Luego ya vendrán los disfraces y el abrigo de las formas.

[…] podemos establecer un consenso básico en torno a la idea de que la ficción (pretérita o futurible) trata esencialmente sobre un mismo sujeto: nosotros.

Veamos: en este proceso de construcción formal y esencial de la literatura de ciencia-ficción, ¿cuáles son algunos de los lugares comunes que hoy encontramos en la mayoría de los herederos de los grandes títulos***?. Dicho de otra manera: si un novato se pone a escribir ciencia ficción, ¿qué clase de planteamientos aprioristas utilizará?

Han y Chew haciendo una de las suyas, para variar. Fuente.

1.a- Viajar por el espacio está chupado…

No hay Ciencia Ficción que se precie que no hable de saltos hiperespaciales y velocidades sublumínicas. A lo sumo las naves que no poseen el conocimiento del «teletransporte» cuentan con una serie de estructuras preexistentes (por lo general pertenecientes a civilizaciones antiquísimas) que, a modo de «puertas estelares» o rieles brillantes, permiten el viaje hiperespacial. Esta última premisa la mantienen infinidad de películas y videojuegos (desde Star Trek a Stargate o desde la saga Freespace al Mass Effect), de modo que no es necesario que nos cansemos señalando con el dedo a unos u otros.

La realidad es que el viaje interestelar es una incógnita de difícil solución a día de hoy […]

La realidad es que el viaje interestelar es una incógnita de difícil solución a día de hoy y a día de dentro de mucho tiempo, pues, como es bien sabido, la posibilidad de que el ser humano pueda superar las casi eternas «espaciosidades» del cosmos no dependen de ningún refinamiento tecnológico que estemos a punto de descubrir. Depende, sin remilgos, de que se produzca casi un milagro científico en el curso de los próximos, pongamos, dos o tres mil años. Sin eso estamos colgados, literalmente además, en el Sistema Solar.

Pero ¿no existen infinidad de materiales de ciencia ficción que hablan precisamente del viaje criogénico, más respetuoso con las grandes distancias estelares? Efectivamente, sí, pero están en peligro de extinción o se limitan a la ciencia ficción «realista». La vía a la innovación no debería ser un misterio en este ámbito: basta con superar los modelos convencionales de litera-congelador y nave plegando el espacio.

Anda que no nos han explicado ya, como a niños de parvulario, la complicada esencia del viaje interestelar. La primera vez tuvo gracia, no obstante.

1.b- … y el avance tecnológico está inusitadamente descompensado

Lo que es fruto a su vez de un ahorro creativo a la hora de «amueblar» una galaxia llena de infinidad de sistemas, formas de vida y circunstancias. Así, jugamos constantemente a crear mundos primitivos o feudales que, bien por utilizar antiguallas de sistemas previos o… porque lo hizo un mago, disponen de viaje intergaláctico (porque esa es otra, anda que no hay «magia» en la ciencia ficción; hasta tiene nombre de hecho: se le llama ciencia ficción fantástica).

¿Trántor? Fuente.

De igual modo, pueblos pregalácticos (que no dominan el viaje estelar) poseen refinamientos tecnológicos difíciles de concebir y verdaderos amos del viaje espacial viven como en el Renacimiento (por si alguien lo duda sí, estoy hablando de Star Wars…).

2.- Si hay inteligencias artificiales desarrolladas, es muy difícil que nos llevemos bien con ellas

Me extenderé poco en este punto porque hay poco que demostrar al respecto. Si los seres humanos hemos sido lo suficientemente hábiles como para desarrollar IAs con conciencia propia, estas, o se han cansado de nosotros y nos han saltado a la yugular o nos tienen ya requetedominados, cultivándonos si hace falta (la referencia es obvia, ¿no?). En el otro lado de la tortilla están los planteamientos que nos dicen que los seres humanos aún seremos capaces de tratar a los robots peor de lo que nos hemos tratado a nosotros mismos. Parece que este respecto desde Blade Runner todo viene siendo un poco más blanquinegro de lo deseable.

Mención aparte merece un cierto género de la ciencia ficción que recientemente ha vuelto a reexplorar con fuerza las relaciones entre mentes humanas y cibernéticas (Robot & Frank, Ex Machina), pero los mejores lances a este efecto se están llevando a cabo en películas de ambientación muy actual, o lo que es lo mismo: en escenarios de plena ciencia ficción las máquinas siguen siendo eso, u oprimidas u opresoras.

Por cierto, que el enlace a «Detroit» de más arriba quiere ser un ejemplo de lo que ojalá sea otra aproximación a este cansino binomio. Veremos.

Set de rodaje del palacio imperial de Kaitain (miniserie Dune). Fuente.

3.- Hay un gran Imperio galáctico y es perverso y/o decadente

Esta es una de mis preferidas, y no tanto porque me parezca ilógico o manido en sí que haya una suerte de Imperio o hegemonía total en un escenario tan amplio como el de un universo de sci-fi, sino porque ese poder siempre funciona bajo similares parámetros. Es tiránico, o absoluto o totalitario, pero se ha pasado de la raya y algún atajo de bandidos, rebeldes u outsiders (siempre del «Borde Exterior», que pilla por entre Málaga y Texas) lo ponen en cintura, o por lo menos lo intentan. Se ve que la modalidad de poner en movimiento grandes aparatos estatales supraespecistas con políticas complejas no maniqueas suena a rollo morrocotudo. El Senado galáctico de Jar Jar y Amidala hizo mucho daño, sí.

¿Por qué un Imperio y no varios?, y ¿por qué debe organizarse siempre en torno a una idea de poder dictatorial o divino?

Y ahora en serio, ¿qué pasa con los poderes económicos y los grandes consorcios de antaño (¿alguien recuerda la CHOAM?)? ¿Por qué un Imperio y no varios?, y ¿por qué debe organizarse siempre en torno a una idea de poder dictatorial o divino? Si empezamos así es normal que luego necesitemos crear a unos personajes o facciones «buenas», democráticas ellas, que se enfrenten a lo anterior. ¿Por qué no explorar los fantasmas pasados y venideros de nuestra historia, reciente o no? Siendo así, podríamos hablar de Dominios unificados, Confederaciones eco-socialistas, Planetas-Estado, Pritanías autárquicas, Colmenas híbridas, Misiones religiosas estelares, Comunas igualitarias astrales, Cinturones meteóricos industriales, Foralidades galácticas libres, Universitas consuetudinarias nebulares, Reservas consulares no alineadas, Anillos militares y demás «construya usted el sistema que se le antoje».

Detalle del póster de “Independence Day” (1996). Fuente.

4.- Apocalipsis everywhere

Ya saben, hay alguna pugna trascendental en la Galaxia que debe decidirse en el momento preciso de realización del filme, libro o juego en cuestión. Que si un mal sin nombre va a destruir el universo, o una raza de malos destruirlo también, o un tirano sin límites (volvemos al Imperio) dale que te pego, o una desgracia «natural» (una cadena de supernovas y de enanas marrones)¡ala que lo destruyen todo!, o, sencillamente, que hemos hecho lo que no hay que hacer, «cagar donde se come», y el planeta Tierra no da para más y no tenemos repuesto.

Todo esto está muy bien pero quizá ya es hora de variar un poco, y por variar no me refiero lógicamente a invertir papeles, porque solo habría una cosa más insufrible que la premisa de un futuro monocromáticamente imperfecto: un futuro monolíticamente perfecto. No, los y las lectoras, los y las espectadoras y los y las jugadoras lo que necesitan es un conflicto con el que sentirse identificados y que, si no es mucho pedir, no insulte a su inteligencia.

¿Ideas? Pues no sé, el universo es muy vasto, ¿por qué no evitamos estos planteamientos que siempre se nos quedan grandes y devienen en guiones acartonados e infantilizados?

¿Ideas? Pues no sé, el universo es muy vasto, ¿por qué no evitamos estos planteamientos que siempre se nos quedan grandes y devienen en guiones acartonados e infantilizados? Los conflictos sociales concretos, los dilemas morales universales y los problemas personales «están ahí» y son un lienzo en blanco para la experimentación intelectual. Considerad que el universo es para un creador de ciencia ficción una infinitud de ratos, que no ratas, de laboratorio.

Concepto artístico de Plutón. Fuente.

5.- Planetas que funcionan como regiones o países

Esta es con diferencia la más extendida, doliente e insospechada de las limitaciones o clichés asentados en la ciencia ficción.

Considero que cuando creamos un universo de ficción en realidad lo que estamos creando es un mundo de ficción al uso, o lo que es lo mismo, a imagen y semejanza de la realidad que conocemos y con la que interactuamos. Al menos, obraremos así cuando no pongamos especial énfasis en desmarcarnos de la inercia recibida o cuando ni siquiera caigamos en la cuenta de que la mayor parte de los planteamientos de ciencia ficción sobre escalas planetarias y cósmicas son incongruentes.

Por planeta X entendemos en realidad la capital del planeta X o su área circundante, y por planeta Y una región rural y por planeta W ya ni eso, solo un salón del trono.

¿Qué queremos decir? Pues que si cogemos un guión, libro o producción de ciencia ficción típica en la que la acción transcurre en una serie de planetas o sistemas (uno de ellos siempre sede imperial, no se olvide), donde una serie de personajes individuales o facciones dinásticas van y vienen desplegando redes argumentales de índole «astro-política», observaremos cómo el escenario narrativo infrarrepresenta por sistema la complejidad subyacente a los elementos puestos en juego. Es decir, que por planeta X entendemos en realidad la capital del planeta X o su área circundante, y por planeta Y una región rural y por planeta W ya ni eso, solo un salón del trono. Si a esto sumamos la presencia de viajes intergalácticos y de ajustes tecnológicos convenientes (que nos permiten básicamente hacer que unas cosas pasen en mor de la ciencia y otras no), hemos convertido lo que en un principio era una buena porción del universo conocido en apenas tres o cuatro estados, o a lo sumo continentes, separados por distancias inapreciables. Vamos, que hemos hablado de países y dinámicas geopolíticas actuales pero con disfraces nerds.

Para los nostálgicos: Arrakis (Dune), Caladan, Giedi Prime y Kaitain. Fuente.

Ningún escritor o escritora debería estar obligado a detallar de manera enciclopédica o técnica aquellos elementos que no sean útiles para ambientar o mover la acción dramática de su historia, pero otra cosa es que tengamos que aceptar continuamente que un planeta es poco más que una pequeña región política o un ecosistema uniforme. Es más, creo que muchos escenarios de ciencia ficción introducen armamentos capaces de destruir planetas para evitar el ridículo, también frecuente, de que se dé por sentado que un planeta ha sido conquistado, o su población aniquilada, porque se destruyó tal o cual área concreta. Quiero que se me entienda: no critico a un planeta por ser enteramente desértico o porque el enfoque se centre en un lugar concreto (¡estaría bien que tuviéramos que repartir el pulso narrativo por toda su superficie!), pero lo mismo que no es comparable un Tatooine a un Dune (Arrakis, para los de la LOGSE), no es de recibo la misma ley del mínimo esfuerzo para todo. No puede ser que la ambientación de ecosistemas naturales y humanos de proporciones gigantescos se nos venda siempre a escala liliputiense, porque al final eso acaba afectando a gran cantidad de giros y nudos argumentales, y la consecuencia es un descenso dramático de la verosimilitud de un relato. Ahí queda.

Coruscant, Katain, Trántor… a estas alturas, el que vuelva a concebir un planeta-ciudad es pa’matarlo.

El “hombre de Vitruvio” elevado a su condición universal. Fuente.

5 +1.- El ser humano es el referente de todas las cosas

No quiero alargarme mucho más así que simplemente plantearé esta pequeña reflexión: primero fue la idea del contacto alien con otras especies, así a secas; a continuación vino la idea del mélange humano-alien en verdaderas sociedades multiespecistas donde teníamos la voz cantante; luego, la idea del contacto exclusivo de humanos con humanos «distintos» y por último la idea de que el ser humano llega tarde al reparto colonial de la Galaxia y pinta menos que un dos en binario. El caso es que incluso cuando el elemento humano no es el principio dominante en la mezcla, termina apareciendo un alter-ego alien que emula en gran medida nuestra manera de ser, dando como resultado una ambientación o trama de intereses que, con más humanos o con menos, huele siempre a… (¿lo adivinan?), pues sí, a humano. ¡Bravo por todos aquellos que escriben historias donde el punto de vista está en el otro, o en los otros, o donde se plantean sensibilidades, corporalidades y motivaciones alternativas! Ese es un camino en el que insistir.

Y con esto me despido dejando unas pequeñas clarificaciones y recomendando a todo amante de la ciencia ficción que se lance a ver The Expanse ya mismo, no solo porque un servidor la ha empezado y pinta bien, sino porque en muchos sitios la están vendiendo como el nuevo «Firefly» y eso o es una pretenciosidad que será castigada por los cielos o es un regalo de la misma procedencia:

*Ojo que eso de «fantasía épica» no es más que una etiqueta rápida para entendernos en el lenguaje de tú a tú. Probablemente Tolkien o Lewis pretendían algo más que narrarnos la lucha entre un bien y un mal arquetípicos.

** En este reparto que se ha hecho, ¿en qué se diferencia la literatura que tipificaríamos como «no ficcional» — a falta de un término mejor — , es decir, aquella que se construye sobre basamentos principalmente empíricos — novela histórica, negra — , estéticos — poesía, generaciones, vanguardias — , o recreativos — miscelánea de títulos cotidianos, literaturas de evasión, romances, etc.?

Pues siento decir (o celebro decir) que para el autor de estas líneas esta literatura no se diferencia en nada sustancial, en la medida en que implica siempre un parto desde la imaginación (aunque se inspire en la realidad o sea purista, el autor siempre crea algo que no estaba ahí y que parte de ciertas decisiones personales acientíficas) así como el indudable tratamiento del tema humano que nadie hasta ahora ha logrado, ni tan siquiera escribiendo sobre las piedras o los ángeles, eludir completamente.

*** Lo que implica que estos grandes autores y títulos dieron pie a la tipificación de un cliché posterior, pero que en su momento no fue óbice para el establecimiento de verdaderos planteamientos innovadores. Por citar a aquellos que conoce el autor de primera mano (demostrando así que no deja de ser más que un profano con rudimentos en la materia): inteligencias artificiales (K. Dick: ¿Sueñan los androides?), psicohistoria (Asimov: Fundación), ecología (Herbert padre: Dune), filosofía racionalista (Scott: Ender) o literatura (Simmons: Hyperion).

Entre los herederos de estos y otros «padres fundadores» se cuentan no ya novelas o sagas, sino una abrumadora cantidad de videojuegos, películas, comics, juegos de mesa y de rol, así como cualquier otro formato que nos implique de alguna manera y no sea merchandising inerte. Es decir, la porra de cosas.

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Pablo Aguirre Herráinz es escritor nocturno y doctorando diurno. Actualmente centra su trabajo universitario en el estudio del difícil retorno desde el exilio republicano a España (años 1945–1985), a lo que se suman afanes muy profanos sobre temas de literatura histórica y actualidad obsoleta (guerras mundiales, etc.).

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