Acuerdo de investidura en Cataluña: un análisis urgente

Lómeron Martínez
Punto y coma
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5 min readJan 11, 2016

Hace apenas 24 horas se anunciaba lo que algunos comentaristas políticos dudaban que ya fuese posible: la coalición electoral Junts pel Sí (JxSí) y la Candidatura d’Unitat Popular (CUP) llegaban a un acuerdo in extremis de investidura para la presidencia de la Generalitat de Cataluña.

Básicamente (por si hay algún lector despistado que acaba de llegar de un fin de semana aislado en la montaña) el acuerdo consiste en lo siguiente: JxSí renuncia a presentar a Artur Mas como candidato a la presidencia y, a cambio, la CUP se compromete al voto afirmativo en primera votación del candidato alternativo designado por el propio Mas –el hasta ahora alcalde de Gerona, Carles Puigdemont, de Convergència Democràtica de Catalunya–, y a asegurar la estabilidad del nuevo gobierno en su andadura hacia la independencia (incluyendo la cesión al «grupo de trabajo» de JxSí de 2 diputados, el compromiso de no apoyar en votaciones las mociones de los no independentistas e incluso forzando dimisiones de los diputados de la CUP que pusiesen en peligro dicha estabilidad).

Quizás la sorpresa no fue tanto por el acuerdo en sí como los términos concretos que aparentemente contradicen el discurso previo de la CUP que incluso muchos comentaristas percibieron como humillantes.

Sin embargo, en mi opinión, una vez analizado el asunto de forma fría y racional, tiene mucho más sentido de lo que parece a primera vista. Lo veo más bien como el acuerdo entre dos vecinos que se detestan pero que están condenados a entenderse por una mera cuestión de supervivencia.

1. JxSí, la simbiosis de dos sujetos políticos

Junts pel Sí es una coalición electoral formada principalmente por dos partidos políticos de dilatada tradición en Cataluña (CDC y ERC), a la que se han adherido otros partidos más pequeños y diversas organizaciones independentistas. En principio, CDC y ERC en el espectro ideológico son antagonistas (CDC claramente de derechas y ERC claramente de izquierdas) y se han unido con el único objetivo de alcanzar la independencia del estado español.

No obstante, las causas de este advenimiento son dispares. ERC es una organización de tradición independentista, pero CDC es un converso reciente empujado por las circunstancias. Las dificultades en las finanzas públicas catalanas (achacadas por CDC a una financiación insuficiente por parte del estado español y no por su deficiente gestión de gobierno) y los escándalos de corrupción (toda la familia de su fundador, Jordi Pujol, está siendo investigada por un gigantesco caso de cohecho, tráfico de influencias y blanqueo de capitales) empujaron a CDC a los brazos del independentismo como única salida (según ellos, con Artur Mas a la cabeza) para salvar a Cataluña de la ruina.

2. La CUP, un cuerpo con dos cabezas

Para entender el acuerdo resulta básico conocer que la CUP no es un partido político a la vieja usanza, sino un grupo asambleario con infinidad de facciones y sensibilidades en las que se entremezclan anticapitalismo, ecologismo, independentismo y antimilitarismo. Grosso modo, se podrían clasificar en dos grandes grupos: los que anteponen el anticapitalismo, el rescate ciudadano, la salida de la UE, del euro, de la OTAN de un lado; y los que anteponen la independencia de Cataluña del otro. Las igualadísimas votaciones en las últimas asambleas ponen de manifiesto que ambos grupos están prácticamente equilibrados en las bases de la CUP.

3. Sin acuerdo, ambos perdían (y mucho)

La falta de acuerdo significaba de forma automática convocatoria de nuevas elecciones. Para la CUP esto era malo en todos los sentidos:

  • El proceso independentista se retrasaría en el mejor de los casos (cuando no se cancelaría sine die).
  • Su agenda izquierdista de «rescate ciudadano» se vería también retrasada (si no imposibilitada).
  • El nuevo resultado electoral sería más que dudoso (correrían el riesgo de que sus votantes independentistas se fuesen hacia JxSí buscando el voto útil y los votantes izquierdistas hacia «En Comú Podem» de Ada Colau, que ya fue la fuerza más votada el 20 de diciembre).

Para CDC la perspectiva tampoco era muy halagüeña:

  • Apenas les quedaría tiempo para refundar su partido en su huida de la vinculación del «caso Pujol» y de los escándalos de financiación ilegal del partido, cuyo tesorero ya ha visto sus huesos en la cárcel.
  • La propia coalición JxSí podría resquebrajarse y, visto el resultado de las elecciones del 20 de diciembre en que Democràcia i Llibertat (sucesora de CDC) solo pudo ser la tercera fuerza más votada, el liderazgo de Artur Mas podría, como mínimo, cuestionarse.

Solo ERC podría obtener una victoria parcial:

  • El objetivo prioritario de ERC — el procés hacia la independencia — se retrasaría.
  • Aunque las perspectivas electorales de ERC por separado de CDC podrían ser favorables, el partido emergente «En Comú Podem» podría ganar las elecciones y aunque partidario del «derecho a decidir», no está favor del proceso de declaración unilateral de independencia.

4. Con acuerdo, ambos ganan (aunque dejen lastre en el camino)

  • Ambos ganan en cuanto a que el procés seguiría el plan previsto, lanzado por un gobierno estable.
  • El sector más anticapitalista de la CUP puede enarbolar la cabeza de Mas como un triunfo sobre la derecha, sobre el presidente que ha aplicado los recortes sociales, sobre la cabeza visible de una clase política que se ha corrompido y que precisa de una regeneración. Además, se van «con la promesa» bajo el brazo de un plan de rescate ciudadano. Pierden en cuanto a que se han tenido que tragar el sapo de apoyar a un candidato del mismo partido derechista que tanto detestan y en cuanto a que varios de sus diputados han tenido que dimitir para garantizar «la estabilidad».
  • CDC pierde a su presidente Mas, pero logra colocar a otro miembro de su partido y se garantiza que las riendas del procés seguirán en sus manos.
  • ERC gana desde varios puntos de vista. Le cambian a Mas (un independentista sobrevenido) por Puigdemont (un independentista convencido) y además «le imponen» una agenda izquierdista de rescate ciudadano con la que está básicamente de acuerdo.

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Lómeron Martínez estudió matemáticas, desarrolló su carrera profesional en informática bancaria y escribe cuando puede. Escribe en el Libro de a Bordo desde hace más de cinco años.

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