Captagon, la droga que financia al Estado Islámico y la guerra en Siria

Albert Grau Carbonell
Punto y coma
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4 min readDec 9, 2015
Pastillas de Captagon. Fuente: http://media3.s-nbcnews.com/

La guerra en Siria está en boca de todos, así como ISIS, el terrorismo y el papel de occidente. La financiación del terrorismo con dinero proveniente del negocio del petróleo es un hecho, expuesto y que requiere acción inmediata. Sin embargo, en todo conflicto armado existen factores que escapan de la opinión pública. El último en ser rescatado del olvido es el narcotráfico, un factor que pudiera parecer distante a este conflicto pero que sin embargo juega un papel central en su desarrollo. Pero los medios españoles han enfocado la noticia parcialmente, y han desviado la atención del verdadero rol de las drogas en la guerra. Intentaré aclararlo.

El interés por estos temas surge a partir de nuestra necesidad de entender la aparente irracionalidad de los actos de terrorismo, y la droga Captagon es una respuesta. Sin embargo, imaginarse a terroristas atentando bajo el efecto de psicoestimulates es un error. El problema no es tan superficial como se ha planteado, y aunque los terroristas consuman Captagon, la importancia de esta droga recae realmente en su papel en la financiación del conflicto.

Pongamonos en situación: el Captagon — o Fenetilina — es una anfetamina altamente adictiva, cuya venta se encuentra prohibida desde mediados de la década de los 80. Puede causar psicosis y daño cerebral. Se vende en forma de tabletas, aunque puede ser esnifada, y su demanda se centra en los países de Oriente Medio.

Esta substancia no es una droga nueva, pero se ha popularizado desde el comienzo de la guerra en Siria. Sus efectos incluyen incremento de la energía, disminución del sueño, mejora de la concentración y repentina sensación de poder. Es sencillo, entonces, entender por qué se ha convertido en un elemento clave para los combatientes.

“No había miedo una vez tomé Captagon”. “Me sentí como si el mundo me perteneciera”. “Es mejor que la cocaína”.

Fuente: BBC Arabic. Syria’s War Drug.

Pero no solo es usado por grupos armados, sino también por jóvenes y, por ejemplo, trabajadores con jornadas largas. También la consumen terroristas, en este caso para asegurarse de que sus sentidos estarán alerta y que su coraje no desfallecerá. Además, la popularidad de la droga se ve incrementada ante la prohibición del alcohol en algunas zonas de Oriente Medio (como Arabia Saudí y Kuwait), pues el Captagon se convierte en la alternativa de más fácil acceso para la población.

En consecuencia, la producción de Captagon genera beneficios altísimos, del orden de varios millones de euros al año para un productor pequeño. A partir de esta premisa, la producción y venta de Captagon se ha convertido en una fuente de financiación para organizaciones militares tanto afines como contrarias al Estado Islámico en Siria. Un solo inversor en esta droga puede mantener a miles de soldados.

“La guerra y la inestabilidad convierten Siria en un punto central en la producción de droga” (de Captagon).

No es de extrañar entonces que cada vez más personas organicen negocios a su alrededor. Existen pequeñas empresas dedicadas a modificar vehículos para esconder la droga, que también se transporta dentro de sacos de paja, paquetes de pañuelos desechables e incluso en el interior de lechugas. Todo vale.

La producción también se ve incrementada, pues cada vez más traficantes montan talleres dedicados a su síntesis. Cada pequeño taller puede producir millones de pastillas al año con un gasto energético muy bajo. La rentabilidad está más que asegurada.

¿Y este dinero donde acaba? Una parte importante financia ambos bandos. Cada inversor destina millones a sostener un ejército que se apoya en las mismas pastillas que él produce. Creyendo (o afirmando) que trabaja por aquello que es correcto, cada narcotraficante siembra el caos y esparce drogadicción entre aquellos a los que quiere vencedores. Pero la victoria por estos medios tiene un precio, y cuanto más dura el conflicto, más destruye las vidas de aquellos que resultarán ganadores. El Captagon es un arma de doble filo que corta más a su portador cuanto más la blande, destruyendo poco a poco la sociedad que intenta salvar.

Para mí, la única conclusión que podemos extraer es que aunque enarbolen banderas, los productores de Captagon no buscan lo mejor para ninguna de las dos partes, sino lo mejor para sus cuentas bancarias.

Lejos del Medio Oriente, por supuesto.

Os dejo un documental de 30 minutos acerca el problema que aborda este artículo, para todo aquel que quiera más información:

¡Gracias y hasta la próxima!

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Albert Grau Carbonell recientemente se graduó en Física y ahora escribe desde los Países Bajos, donde estudia un Máster en Nanomateriales. Escribe en el Libro de a Bordo desde hace seis años.

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Albert Grau Carbonell
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Físico, divulgador, expatriado y escritor aficionado.