Ciencia y periodismo, un divorcio forzado

Albert Grau Carbonell
Punto y coma
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5 min readJun 30, 2016
Comunicación entre científicos y periodistas, un problema de competencias. Fuente.

Los científicos escriben textos que creen que se entienden. Hilan en un mismo párrafo oraciones que contienen polisacárido, enzima y mitocondria. O cuántico, fotón y plasmónico. O entalpía, propanol y Gibbs. ¡Y tan tranquilos! Luego viene un periodista buscando la noticia y se pierde. Para cuando se encuentra ya se ha hecho una idea equivocada; después la transmutará en titulares.

La divulgación científica adolece de dos problemas principales: el quién y el cómo. Quien tiene manera de llegar a todos —el periodista— , normalmente no es capaz de entender aquello que se ha descubierto. Y quien sabe de ciencia no se preocupa, por lo general, de transmitir con eficacia sus ideas al público. ¿Significa esto que el periodista es un vago que no se prepara los artículos? ¿O, por otro lado, que el científico vive en su arrogante torre de marfil y se niega a bajar al mundo de los mortales?

Aquí va mi tesis: el problema es del sistema, no de las personas.

Si yo fuera un director de diario o de un canal de televisión, nunca dejaría que un físico que no ha estudiado política en su vida me preparara los artículos —o emisiones— sobre política. Porque encontrar un físico capaz de desgranar el sistema político es complicado. Del mismo modo, encontrar un periodista que, además de su carrera como profesional de la comunicación, haya dedicado tiempo a profundizar en los temas más candentes de la ciencia moderna es también un desafío. Los profesionales que dominan estas dos disciplinas son tan escasos como los unicornios o los dragones.

Pero no nos equivoquemos. Ahí fuera hay científicos escribiendo divulgación, no como periodistas sino como amateurs. ¿Por qué? Porque los científicos no envían currículos a un periódico: eso es «de periodistas». Tal y como los periodistas no envían currículos a los institutos de investigación; eso es «de investigadores». ¡Y tienen razón!

«Si todos supiéramos cómo funciona la ciencia moderna, la mayoría de titulares no se publicarían por vergüenza propia y ajena.»

El problema está en la mentalidad detrás de la comunicación científica. En el: «No podemos pedir a cada científico que nos escriba un artículo sobre esa nueva técnica que han desarrollado. Necesitamos a alguien en plantilla». Pero en plantilla nadie sabe de ciencia.

Luego está el cómo. ¿Cómo se transmiten los conocimientos científicos? Simplificándolos al máximo. «Esta partícula aporta masa a las demás» o «Este fósil tiene más de 100 millones de años» o «Los pesticidas provocan cáncer». El método científico ha llevado a la humanidad más lejos que nunca. Tan lejos que ya nadie se preocupa por cómo funciona. Está allí y da resultados. Eso es lo que cuenta. Pero el mundo es mucho más complicado, y eso desmorona el castillo de naipes que es la divulgación.

¿De cuántos profesionales con conocimientos interdisciplinares disponemos? Fuente.

Un científico nunca dirá nada con seguridad absoluta. Su estudio arrojará probabilidades (95% de que algo provoque cáncer; o 99% de que esta partícula exista, pero solo dentro de su modelo simplificado y hecho a medida). Esto contrasta muy seriamente con los titulares que vemos en los periódicos y, en incluso mayor medida, con la visión que tiene la sociedad sobre la ciencia.

Desde mi humilde punto de vista culparé a un par de instituciones de todos estos problemas. En primer lugar al sistema educativo, en el que se enseñan las ciencias como resultados y no como un proceso. Donde no se reflejan los problemas, las limitaciones y los marcos bajo los que el método científico se aplica. Si todos supiéramos cómo funciona la ciencia moderna, la mayoría de titulares no se publicarían por vergüenza propia y ajena. En segundo lugar, las universidades no son capaces de formar ni científicos comunicadores ni periodistas científicos en cantidades suficientes. En mi caso, por ejemplo, nunca tuve ni siquiera la opción de acceder a cursos sobre divulgación durante mis estudios de física. Y eso es un problema gigantesco, pues sin conexión entre ambas disciplinas nunca vamos a tener un flujo de información de calidad entre ambos mundos. Por cierto, otros países sí están sabiendo cómo solucionar esta dificultad añadiendo créditos absolutamente libres en sus currículos.

Resumiendo, y terminando, la comunicación entre entidades científicas y el grueso de la sociedad adolece de una falta alarmante de profesionales. Esto se debe principalmente a la visión tradicional de que ciencias y letras son inmiscibles, y uno o es científico o es periodista. Esto se ve reforzado por una falta general de cultura científica que tiene sus raíces en nuestro sistema educativo y que muestra su metástasis en un sistema universitario que no ve necesaria la formación de profesionales en competencias interdisciplinarias.

Porque lo que parece contar es que la gente lea que la carne procesada provoca cáncer, pero no qué es el cáncer, o la manera en que se estudia el riesgo, o las limitaciones de los estudios y sus clasificaciones.

Y así nos va.

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Albert Grau Carbonell recientemente se graduó en Física y ahora escribe desde los Países Bajos, donde estudia un Máster en Nanomateriales.

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Albert Grau Carbonell
Punto y coma

Físico, divulgador, expatriado y escritor aficionado.