Comuneros: ¿Héroes o villanos?

Manuel Cano Ruiz-Ocaña
Punto y coma
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7 min readFeb 3, 2016

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La guerra de las Comunidades, o también conocida como la revuelta de los Comuneros, es uno de los procesos históricos más polémicos de nuestra historia. Las visiones historiográficas sobre qué fue, qué representó o qué fines tenía son muy dispares y casi 500 años después estas preguntas siguen produciendo un debate intenso entre los historiadores.

Tal día como hoy en 1522, las tropas realistas del nuevo rey extranjero, Carlos I, entraban en Toledo — uno de los fortines de los rebeldes — y ponían punto final a dicha revuelta. Creemos oportuno desde Punto y Coma analizar este proceso de nuestra historia justo hoy, en el aniversario de dicho acontecimiento.

¿Fueron los Comuneros héroes o villanos?

La gran pregunta que a lo largo de los años se hacía los historiadores era muy clara: ¿fueron los Comuneros héroes o villanos? Porque estas fueron las dos visiones encontradas a lo largo de la historia. Dependiendo del momento histórico y de las corrientes de pensamiento, los Comuneros fueron considerados héroes de Castilla o traidores que se rebelaron contra uno de los reyes de las Españas más prestigiosos de todos los tiempos: Carlos I, el rey-emperador.

Pero, ¿quiénes fueron esos Comuneros?

La revuelta de los Comuneros fue un movimiento de rebelión contra la situación que sufrió la Corona de Castilla a comienzos del siglo XVI. La sedición se focalizó sobre todo contra su rey, Carlos de Habsburgo, que por aquel entonces no hablaba la lengua del reino, y sus malas políticas, especialmente dos. La primera fue la colocación de consejeros extranjeros en los puestos importantes del reino, como el Señor de Chievres — borgoñón — o Adriano de Utrecht — flamenco. La segunda fue la rapiña económica a la que fueron sometidas las arcas de la corona castellana durante los primeros años de reinado de Carlos; una rapiña que se gastó en sobornar y comprar a los electores imperiales y así poder pagar la corona de Rey de Romanos*.

Para echar más leña al fuego, el rey tuvo un feo detalle en su primera estancia en Castilla. Una vez consiguió el dinero que demandaba a las Cortes del reino — ratificado el 22 de abril de 1520 — , rápidamente abandona la península rumbo a Flandes — el 22 de mayo — dejando la imagen tras de sí de que esas tierras sólo le importaban para obtener el capital que necesitaba. La Regencia fue adjudicada a Adriano de Utrecht. Cuando Carlos abandona la península, la Corona de Castilla ya arde en llamas por la revuelta.

El perfil de los Comuneros fue muy característico: en su inmensa mayoría fueron caballeros urbanos, hidalgos y miembros del clero regular

El perfil de los Comuneros fue muy característico: en su inmensa mayoría fueron caballeros urbanos, hidalgos** y miembros del clero regular. También hubo — aunque en menor medida — miembros del clero secular, menestrales*** y labradores. Destacable fue la poca participación de grandes nobles en favor de la causa comunera pues, salvo el Obispo de Zamora, Antonio de Acuña y Pedro Girón, conde de Ureña, ningún miembro de la alta nobleza se puso en favor de esta causa. Aún es más: Pedro Girón cambió de bando al final de la contienda a cambio del ansiado Ducado de Medinasidonia.

La pasividad de los grandes nobles ante la causa comunera puede parecer extraña, pues en los albores de la Edad Moderna los grandes nobles siempre aprovechaban las flaquezas del poder real para aumentar sus posesiones y dominios. Es más, tampoco gustaban entre este estamento de la sociedad los nombramientos en los principales puestos del reino de consejeros borgoñones y flamencos, extranjeros al fin y al cabo. ¿Qué empujó a la nobleza a actuar con cautela en una situación en la que hubieran podido debilitar el poder real, un poder que poco a poco se imponía sobre el suyo?

La respuesta es la estructura de los concejos. Los concejos eran «pequeñas repúblicas» aristocráticas que dirigían las ciudades. Tenían un origen medieval y poseían un gran poder sobre las villas que representaban. Con la llegada de los Reyes Católicos y su fortalecimiento los concejos pasaron a estar sujetos bajo un corregidor real — que era el enviado del rey a esa ciudad — y perdieron todo su poder. No es casualidad que los grandes líderes del movimiento Comunero — Juan de Padilla, Juan Bravo y Francisco Maldonado entre otros — fueran pertenecientes de esa nobleza urbana que controlaba los concejos y que, ante la debilidad de un rey joven, extranjero y sin experiencia, aprovecharan la vicisitud para iniciar la rebelión. Esto no convenía a la alta nobleza: las ciudades eran reductos donde su poder era menor y unos centros urbanos con mayor poder y autonomía podían llegar a competir con la gran supremacía que la alta nobleza poseía en las zonas rurales.

Los puntos verdes representan localidades realistas; los puntos morados, plazas que se incorporaron a la revuelta de los Comuneros. Fuente.

Pese a todo, los focos rebeldes se multiplicaron en los primeros meses del conflicto donde se destacaron Toledo, Segovia, Madrid, Salamanca, Zamora, Medina del Campo o Toro, entre otras. Además, durante la contienda, los comuneros ocuparon Tordesillas, donde se encontraba encerrada, debido a sus periodos de inestabilidad mental, Juana de Castilla, más conocida como La Loca y madre de Carlos I. Los comuneros intentaron persuadirla de que liderara su causa para que Castilla volviese a estar gobernada por un monarca castellano — sin olvidarnos de que, al ser una mujer con una baja estabilidad mental, vieron una gran ocasión para tener una reina a la que pudieran controlar a su antojo. Juana había sido utilizada por su hijo, que además apoyó su encierro en Tordesillas, y por tanto esperaron que la hija de los Reyes Católicos tuviera sed de venganza por el mal trato de su vástago. Pero la lealtad de Juana como madre la hizo declinar la oferta y ser leal a los derechos dinásticos de su hijo.

Este fue un gran revés para los Comuneros, al que se sumó el apoyo de los grandes nobles al rey tras un periodo de cautela. Fue una gran ventaja para Carlos I: estos disponían de grandes cantidades de dinero para mantener la guerra y ejércitos para librarla.

El 23 de abril de 1521 se produce la Batalla de Villalar, donde los comuneros reciben una decisiva y dura derrota frente a las tropas realistas

En 1521 la situación se fue volviendo más complicada para los comuneros. El 23 de abril de ese mismo año se produce la Batalla de Villalar, localidad vallisoletana, donde los comuneros reciben una decisiva y dura derrota frente a las tropas realistas dirigidas por Íñigo Fernández, corregente de Castilla. El ejército comunero huyó en desbandada, una parte hacia Portugal y la otra hacia Toldo, donde se reunieron con el Obispo Acuña y María Pacheco — otra de las líderes de la rebelión y esposa de Juan de Padilla — y donde resistieron hasta que la ciudad fue tomada por las tropas realistas de Carlos I el 3 de febrero de 1522.

Una vez sofocada la rebelión, los tres principales líderes — Juan de Padilla, Juan Bravo y Francisco Maldonado — fueron ejecutados. El óleo sobre lienzo que pintó Antonio Gisbert en 1860 — y que encabeza este artículo — representa dicha ejecución de una manera realista y magistral. Otros líderes de menor rango fueron perdonados de la pena capital en lo que se llamó Perdón Real, pues Carlos I comprendió que una represión dura le perjudicaría mucho en un reino que era vital para su política europea.

Entonces, ¿fueron los comuneros héroes o villanos?

Desde mi punto de vista ambas posturas son extremistas y pintan un suceso histórico de una manera excesivamente simplista. En favor de los comuneros hay que decir que las prácticas de Carlos I en Castilla en sus primeros años de reinado fueron pésimas, y cierta es la afirmación de que utilizó el reino para costearse una corona imperial que poco importaba a los castellanos, dañando mucho la economía del reino. Pero en contra debemos decir que los comuneros representaban ideas políticas a las que, históricamente, les había llegado su hora: el poder de los concejos fomentaba la desigualdad entre regiones y daba beneficio económico, social y político a la burguesía y la nobleza urbana, a la cual pertenecían sus líderes. Carlos no hizo otra cosa que seguir con las ideas modernizadoras que sus abuelos, Isabel y Fernando, los Reyes Católicos, instauraron varias décadas antes, haciendo de Castilla uno de los reinos más poderosos de Europa.

Los comuneros defendieron la tradición frente al concepto moderno de Estado: poder real fuerte e igualdad entre los súbditos del rey.

*Denominación que se hacía del Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico.

**Miembros de la nobleza más baja de la época.

***Aquellos trabajadores que tenían oficios mecánicos, como artesanos.

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Manuel Cano Ruiz-Ocaña se graduó en Historia por la Universidad Complutense de Madrid y después estudió un Postgrado en Educación secundaria. Es editor del blog «El Ágora de los Seis», donde se pueden encontrar escritos sobre temas variados, con especial énfasis en la historia, la política y la educación.

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Manuel Cano Ruiz-Ocaña
Punto y coma

Graduado en Historia por la Complutense de Madrid y Postgrado en Educación Secundaria y Bachillerato. Amante del Rugby, la historia y la literatura.