Hay que aprender a soltar

Mas'ud Arroyo
Punto y coma
Published in
5 min readJul 23, 2016
Los Lictores llevan a Bruto los cuerpos de sus hijos, Jaques Louis David (1789).

«En los momentos más difíciles aprendemos de qué estamos hechos.»

Los seres humanos nos enfrentamos continuamente al luto: siempre, en el transcurso de la vida, perdemos cosas, mascotas, trabajos, familia, amigos… Y el sufrimiento usualmente viene del apego que generamos. Probablemente la muerte sea una de las circunstancias en donde aprendemos a soltar, sencillamente porque la muerte es definitiva.

Uno de los consejos más lúcidos que he recibido durante uno de los últimos periodos de luto fue simple y directo; estaba yo sentado mirando al infinito y Mae me dijo: «Mas’ud, te voy a ahorrar lo que a mí me tomó 15 años aprender: enfréntalo… sea lo que sea que te duela en este momento debes enfrentarlo, porque tarde o temprano tendrás que hacerlo y mejor ahora que dentro de 15 años».

Y eso he intentado hacer desde entonces: enfrentar las situaciones, porque definitivamente es hacerme cargo de mí mismo, de pararme sobre mis propios pies. Desde entonces pienso que la vida debe ser una preparación para la muerte; siempre que saco el tema se crea una especie de incomodidad en el aire y saltan las ganas de decir: «¡No hablemos de eso!» Pero, ¿por qué no hablar de un tema tan natural? ¿Por qué no estar preparado para morir?

En 1Q84, de Haruki Murakami, el padre de Tengo Kanawa — profesor de matemáticas que escribe novelas en su tiempo libre — se encuentra internado en una clínica cerca del mar y padece algún tipo de demencia senil que lo va dejando poco a poco hueco por dentro. Cuando muere, Tengo descubre que su padre se había encargado de todos los arreglos para su muerte con anticipación: incluso la ropa que iba a tener puesta ese día junto con todas las instrucciones y todos los gastos cubiertos. Tengo simplemente tenía que observar que todo lo que había dispuesto su padre se cumpliera tal y como había sido su deseo. Ese es un ejemplo de un hombre que había pensado en todo eso con anticipación y no había dejado «asuntos pendientes» que lo obligaran a volver como fantasma a jalarnos las patas.

¿Qué tan preparados estamos para el luto?

Yo también era de esos niños que fantaseaban con el día de su muerte: me peleaba con mi madre y me iba emberrinchado a la cama y con lágrimas en los ojos pensaba: «Pero cuando me muera me van a extrañar, todos van a estar tristes» e imaginaba el cortejo fúnebre y todos tristes reunidos en mi tumba. Eso que fantaseaba cuando niño probablemente sea real, pero ahora lo miro diferente. Todos vamos a morir, cierto, y cuando muera va a ser un momento triste, pero no va a ser un momento de luto nacional. Mi familia y mis amigos cercanos estarán tristes un tiempo y después todos estarán bien, el mundo va a seguir su ciclo natural y está bien.

Aprender a soltar aquello por lo que sentimos profundo apego es un proceso y como todo proceso su desarrollo es individual, cada persona decide enfrentar las situaciones difíciles a su propio ritmo y con los recursos que tienen disponibles: yo prefiero el camino de la quietud, de lo espiritual y lo interno; algunos pueden preferir el trabajo, la lógica, los calmantes, los estimulantes… Y aunque la preparación interna que debemos tener es diferente para cada uno, pienso que es importante dedicarle un momento a la reflexión individual.

Es como cuando tienes una novia o novio y estás profundamente enamorado, qué digo profunda, loca e irreflexivamente enamorado. Uno de los pensamientos más dolorosos en ese momento puede ser: ¿Y si me deja? ¿Y si esto no resulta? ¿Y si se va con otro, con otra? Y mientras te haces esas preguntas azotadas te propinas al mismo tiempo unas cachetadas mentales y afirmas categóricamente: «¡Eso no va a suceder!» Punto, cuando la respuesta a esas preguntas azotadas debería ser: «Es triste, pero si pasa voy a estar bien y seguiré con mi vida» —que es una mejor respuesta, sin evasión, soltando y dejando fluir la vida—.

Las etapas del luto

Existe un modelo muy conocido para tratar de entender las etapas del duelo:

  • La crisis o el shock inicial
  • La negación
  • La ira
  • La depresión (no confundir con la enfermedad)
  • La aceptación
  • El aprendizaje

Hay aprendizaje valioso para cada etapa y a veces somos una montaña rusa de etapas: negando, enojados, deprimidos y aceptando (todo casi al mismo tiempo). El aprendizaje durante el proceso de duelo es muy profundo y cuanto más estemos dispuestos a vivir el proceso más cosas podemos aprender de nosotros, de la vida, de lo que es verdaderamente significativo para nuestra existencia, de lo que es el amor y las relaciones que tenemos con los otros, de cómo queremos vivir nuestra vida y sobre todo de las cosas que nos hace falta soltar: soltar las cosas que nos generan odios, dejar a las personas que nos resultan tóxicas, dejar de acumular cosas que no necesitamos, dejar de cargar con culpas, con miedos, con fobias e inseguridades y no sentirnos superiores ni moralmente ni socialmente. Y después del luto podemos aprender a concentrarnos en lo que verdaderamente somos y en lo que verdaderamente importa.

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Mas'ud Arroyo es productor audiovisual, narrador, viajero y presidente de la Asociación SUBUD en México.

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