Introducción al realismo fantástico

Martín Tacón
Punto y coma
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8 min readJun 9, 2016
Ashes and Snow, de Gregory Colbert. Fuente

La vida que amamos está hecha de las sustancias más bellas: los encuentros, la suerte, los aprendizajes, los misterios, los sueños. En cada uno de estos ingredientes diarios late una suerte de irracionalidad. ¿Qué hace a algo ser inolvidable? ¿Qué ocurre cuando los dados dan siempre seis? ¿En qué pensamos cuando un gato negro camina frente a nosotros? A veces estamos tan concentrados en nuestra vida racional, en lo que debe suceder y en cómo son las cosas, que no apreciamos ni percibimos los indicios, los momentos en los que las leyes habituales se rompen y dan paso a la fantasía. Más atractivo que pensar en la norma resulta para mí pensar en la excepción a la norma, esas situaciones en las que por un instante decimos: ¡Qué casualidad! o ¡Es un milagro! La vida que amamos está hecha de estas cosas, leyes naturales conviviendo con excepciones a la lógica, inexplicables para la razón. De esas excepciones hablaré en este artículo para explicar uno de los grandes movimientos de la literatura: el realismo fantástico.

Cuando la gente asume que el periódico llegará a casa todas las mañanas, da por sentado que existe un patrón que se cumplirá sin irregularidades. Lo fantástico no es que el periódico no llegue a casa, lo fantástico es que un ser humano racional acepte como ley definitiva que el periódico llegará a casa sin excepciones. ¿Acaso es normal asumir que algo sucederá mediante una consecución de pautas lógicas? ¿Por qué no nos extrañamos cuando, al abrir la puerta, vemos el periódico enrollado sobre el felpudo, sabiendo que si sucedió hoy también sucederá mañana y todos los días a lo largo de nuestra vida? En literatura, el realismo fantástico es una expresión que busca indagar en estas sustancias. Cuando hablamos de realismo, hablamos de la vida cotidiana, los hechos que nos ocurren todos los días. Cuando nos referimos a la fantasía, pensamos en la magia, en los actos maravillosos. Cuando decimos realismo fantástico, estamos jugando con la realidad, poniendo sobre la mesa los elementos fantásticos junto a nuestros actos cotidianos.

«Lo fantástico es una manifestación de las leyes naturales, un efecto del contacto con la realidad cuando ésta se percibe directamente y no filtrado por el sueño intelectual, por los hábitos, por los prejuicios, por los conformismos. La ciencia moderna nos enseña que, detrás de lo simple y visible, está lo invisible y complicado»

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Una de las características esenciales del realismo fantástico es que ni el narrador ni los personajes son capaces de diferenciar entre un hecho común y un hecho fantástico, porque para ellos lo fantástico está dentro de lo común. Todos tenemos a Gabriel García Márquez como un precursor del realismo mágico. El primer libro de Gabo que cayó a mis manos fue Crónica de una muerte anunciada. Por aquel entonces yo aún no había descubierto el realismo mágico y no fue hasta haberme adentrado en el mundo de Macondo en Cien años de soledad que comprendí el verdadero impacto de este movimiento literario. A medida que iba leyendo, me resultaba normal que un hombre enamorado caminara perseguido por un montón de mariposas amarillas, o que si una niña decidía morir, ésta simplemente se alzara por el aire y volara hacia el cielo. A menudo, cuando intento explicar en pocas palabras el realismo fantástico, le hago esta pregunta a la gente: ¿Qué significa vomitar un conejo? La gente me sonríe cada vez que digo esto, y yo sé que con esa sonrisa han comprendido la brecha que diferencia y enlaza ambos mundos. A mí me parece normal que una serpiente se coma un elefante, pues tantas veces he visto a los grandes caer a los pies de los pequeños. Me parece perfectamente normal que, de un día a otro, Gregorio Samsa se transforme en una cucaracha, porque yo mismo soy testigo de cómo las personas se transforman en perros, en cerdos o lobos todos los días. A veces los veo convertirse en pájaros y otras veces los veo convertirse en monos. El realismo fantástico está detrás de estas singularidades, tan visible como la simple fantasía, y tan fantástica como la simple realidad.

(Definición que haría reír a más de uno) Realidad: dimensión fácilmente imaginable y azarosa en la que suceden las ensoñaciones, los vaticinios y las casualidades.

En algún punto, tanto la realidad como la fantasía se necesitan la una a la otra. En literatura, la fantasía no solo está al servicio de la realidad, sino que lo fantástico ayuda a entender mejor la realidad. Son elementos que permiten notar más el mundo que nos rodea —como en un beso, en el que cerramos los ojos para ver mejor. Cortázar dijo: «El arma básica de un escritor de ficción no es el tema que pueda contar ni la forma de escribirlo mejor o peor, sino su capacidad y su manera de ser que determina que un hombre se dedique a la ficción en vez de a la química.» Y enfatizó: «La fantasía que yo amo es todo lo que en el fondo sirve para proyectar con más claridad y con más fuerza la realidad que nos rodea

Ashes and Snow, de Gregory Colbert. Fuente

El retrato de Dorian Gray, El Aleph, Pedro Páramo o Hamlet, son ejemplos de realismo fantástico. Esta vertiente de la literatura fue apoyada por montones de autores, algunos como Alejo Carpentier, Asturias, Murakami, Kafka, Poe, Laura Esquivel o Isabel Allende. Muchos escritores han comprendido en algún punto que lo que creemos una realidad preestablecida contiene signos y quiebres que superan cualquier raciocinio. Ellos han puesto los ojos ahí, en esos paréntesis de la vida, en esas pequeñas señales, han decidido aceptar una realidad más grande y completa, donde absolutamente cualquier cosa es posible.

Atención: nótese que hablo más del realismo fantástico que del dichoso realismo mágico. Aquí cualquiera puede ponerle el nombre que le venga en gana, incluso realismo maravilloso.

Para responder a una de las principales incógnitas y críticas que se formulan a espaldas del realismo fantástico, diré en su defensa —al igual que podría defender cualquier otro género en el que los hechos exceden las capacidades humanas, como la ciencia ficción— que todo elemento fantástico, todo indicio mágico, toda maravilla y toda excepción, responde a un significado, tal y como lo hacen las metáforas. Si volvemos al ejemplo de «¿Qué significa vomitar un conejo?» veremos que es posible indagar en problemáticas capitales, centrarnos en las inquietudes humanas hasta sentir el agobio, la imperativa necesidad de expresión, incluso observar que reprimir los deseos más intensos puede devenir en otros excesos. Nada es azaroso y todo elemento trae consigo un significante. Otra característica esencial de este género es que lo que se revela como fantástico jamás es explicado dentro del contexto literario, porque eso violaría su ley interna: la coherencia.

La magia en nuestra vida cotidiana

Ashes and Snow, de Gregory Colbert. Fuente

La magia —la fantasía— es posible. Fui testigo de su existencia a lo largo de toda mi vida. No siempre es necesario un acercamiento físico: basta con una noción de contacto, con un pensamiento, una llamada o un encuentro inesperado, cosas así de simples que nos acercan a pesar de la distancia, sin importar el lugar en el que nos encontremos, y en esos momentos nace la magia y somos testigos de pequeños milagros. Las cosas ordinarias se desactivan, late de pronto una fuerza que no sabría precisar pero que ilumina el entorno y hace ver que el universo de las posibilidades es más amplio de lo que solemos creer. No es fácil describir la magia verdadera; estamos atados a una noción precaria de la realidad. Cualquier reloj puede empezar a marcar horarios diferentes: el verdadero horario. Una puerta puede cerrarse en tu cara —sin que eso sea prueba fehaciente del milagro, por eso hay que estar bien atentos para no dejarse engañar. La senda del destino se revela ante nuestros ojos, las señales se ocultan detrás de una lámpara apagada, un gato negro, una pantalla de celular. ¿Cómo explicar la magia real? No me refiero a las ilusiones, la magia de los magos y los hechiceros; me refiero a la verdadera magia, la magia que algunos confunden en llamar casualidad. Llegar sobre la hora a la función y cruzarse con una pareja que te regala las entradas de la película que ibas a ver es magia. Decir: «Cenemos en aquel sitio», y que nada más estacionar el auto se apagan las luces es magia. Que un mensaje llegue ante el primer indicio de resignación es magia. Que la comida vuele por los aires ante la primera burla es magia. Las alineaciones horarias también son magia. La apnea a las 23:32 es producto de la magia. Como podrán notar, estoy narrando ejemplos que me sucedieron realmente. Tengo una persona muy querida y cercana a mí que cada vez que la veo, o cada vez que pienso en ella, ante el más ligero contacto, comienzan a surgir cosas increíbles a nuestro alrededor, nosotros lo sabemos y lo disfrutamos mientras sucede, riendo como niños, porque somos conscientes de que algo ajeno a nosotros, incomprensible y extraordinario mueve los hilos internos de la tierra. Es innegable que la fantasía está entre nosotros, entretejiéndose constantemente, a cada segundo, y como no somos capaces de comprenderla y aceptarla, casi siempre le ponemos el nombre equivocado: destino, casualidad, mala suerte. A estas y más situaciones les buscamos un sentido lógico, sin acierto, y en lo más profundo de nosotros mismos nos detenemos a pensar: ¿qué significa?

La única forma de entender plenamente la realidad es aceptando que lo que vemos no es definitivo, que lo que nuestros sentidos nos revelan no es por completo lo que nos rodea. Los humanos somos sensibles a las cosas irracionales, por eso nos vemos sorprendidos ante las predicciones, por eso anotamos nuestras pesadillas y apostamos a la quiniela.

En la literatura esto es igual de asombroso aunque con una pequeña diferencia: nos hace pensar que no estamos tan locos.

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Martín Tacón es un periodista argentino. Lleva más de cinco años escribiendo en el Libro de a Bordo.

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