La conversión de un fracasado

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Punto y coma
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7 min readJun 13, 2016
Fragmento de la portada de la edición en castellano de Sumisión. Fuente: Revista El Parcero.

«Un poco como le había ocurrido unos años antes a mi padre, se me ofrecería una nueva oportunidad; y sería la oportunidad de una segunda vida, sin mucha relación con la precedente.

No extrañaría nada».

Con este canto de sirena concluye Sumisión, la última entrega de Houellebecq, que coincidió en su publicación con el escalamiento de los ataques de ISIS a la capital francesa en dos momentos clave para comprender el devenir político de la segunda década del siglo XXI: el atentado a las instalaciones de Charlie Hebdó y la masacre de 147 muertos en el Bataclan y alrededores. Una macabra sincronía que no hizo que el autor abandonara su posición de francotirador para atacar la inercia de la República y la hipocresía de Occidente.

Es insoslayable que las novelas de Houellebecq provocan una conmoción bienpensante en publicaciones literarias y generalistas: el «enfant terrible» de la literatura francesa mainstream sabe cómo llamar la atención del público con sus ocurrencias. Podría afirmarse que es el último agitador de la época a caballo entre los dos siglos y la mediática confrontación entre Occidente y Oriente. Sin embargo, Sumisión no es una novela de ficción política, ni tan siquiera una distopía al estilo de 1984, con la que algunos críticos la quieren comparar. Todo lo contrario: es la trayectoria de conversión de un personaje arquetipo en el universo del francés, que se ve motivado a abrazar una fe en coincidencia con el cambio político de su país en el futuro cercano de 2022.

El antihéroe seducido

Caricatura de Houellebecq. Fuente: Libros. Instrucciones de uso

François elegirá el camino de la conversión al Islam después de haber pasado por los agotamientos de la carne y el intelecto. Como telón de fondo a estas vicisitudes, acontece la toma del poder por parte de los Hermanos Musulmanes debida a una alianza con el Partido Socialista, que quiere evitar a toda costa la continuidad del Frente Nacional. Lo alcanza después de una reñida segunda vuelta en la que los pactos políticos saltan por debajo de la mesa: hay una necesidad imperiosa por parte de los socialistas de mantener los derechos adquiridos por el sector educativo, sus votantes históricos, pero también la urgencia por garantizar, ante un panorama de ajustes económicos, la estabilidad del sistema. Los Hermanos Musulmanes no se oponen a esto, pero quieren un cambio que consolide su apuesta política en el largo plazo: la introducción de la enseñanza religiosa orientada a un punto de vista moderado del Islam. En medio del cabildeo para hacerse con el poder, los Hermanos Musulmanes han logrado infiltrar el aparato social del gobierno, lo que les garantizará consolidar un estado islámico gracias a la elección de Ben Abbes como Primer Ministro. Es por lo anterior que Rediger asume el cargo de rector de la (ahora) Nueva Sorbona tras el ascenso del líder y está dispuesto a convencer a un prematuramente jubilado François de regresar a la universidad.

Es precisamente el ejercicio de infiltración y cooptación de los mejores valores académicos, así como su esfuerzo proselitista por convertir al Islam a millares a través de la educación, lo que caracteriza el rol fáustico de Rediger en la trama de Sumisión. Es él quien abre los ojos a François cuando éste pretende establecer alguna resistencia al cambio de sus valores:

«—Presuntuoso, sí, ésa es la palabra; en la base del humanismo ateo hay un orgullo y una arrogancia inverosímiles. E incluso la idea cristiana de la encarnación delata, en el fondo, una pretensión un poco cómica. Dios se hizo hombre… ¿Por qué Dios no se encarnaría en habitante de Sirio o de la galaxia de Andrómeda?»

François, que será vencido por la fuerza persuasiva de Rediger, descubre que su argumentación sobre el Islam está construida en base a lugares comunes y afirmaciones banales que reproducen los ecos de los medios de la época. Prueba de ello es que el astuto Rector — y futuro Ministro de Exteriores del gobierno — da en la diana al convencerlo de encontrar un escape al sin salida de su propia vida, instándolo a abandonar el ateísmo figurativo del que tanto orgullo siente François y también motivarlo a regresar a la universidad para colaborar en la empresa de diseminar los valores de la religión en las jóvenes estudiantes que asisten a la facultad.

Rediger logra la conversión de François invocando una entrega sin límites, sumisa, al Islam engarzada a la promesa de un goce que permitirá al protagonista contemplar la totalidad del universo y su complejidad tal cual es. Algo irresistible para un intelectual: una suerte de Aleph en el que el saber se combina con la expansión del erotismo. No es gratuito que la entrega de François acontezca en la misma mansión en la que vivió, y escribió, Pauline Réage su Historia de O.

«Es la sumisión —dijo en voz queda Rédiger—. La idea asombrosa y simple, jamás expresada hasta entonces con esa fuerza, de que la cumbre de la felicidad humana reside en la sumisión más absoluta. (…) Mire —prosiguió— el Islam acepta al mundo, y lo acepta en su integralidad, acepta el mundo tal cual, para hablar como Nietzsche. (…) Para el Islam, en cambio, la creación divina es perfecta, es una obra maestra absoluta».

François halla, en un momento de piedad mística, el arrojo necesario para adentrarse en esa tierra prometida de deseo inagotable que cree perdida desde antes de la partida de su amante a Israel. El argumento de Rediger hace efecto en la psique del profesor, de quien se pensaría, siguiendo la estela de personajes houellebecquianos, que huiría hacia la desesperación. Sin embargo, en Sumisión, el renacer del personaje radica en el goce de la poligamia prometida por el Islam:

«Cualquiera de esas chicas, por guapa que fuera, se sentiría feliz y orgullosa de que yo la eligiera, y honrada al compartir mi lecho. Serían dignas de ser amadas; y, por mi parte, conseguiría amarlas».

Todas las muertes, la muerte

Portadas de Charlie Hebdo sobre las «predicciones del Mago Houellebecq». Fuente: periodismo.com

«Que mi vida intelectual había acabado era una evidencia cada vez más obvia, aún participaría en vagos congresos, viviría de mis restos y de mis rentas; pero empezaba a adquirir consciencia —y eso era una verdadera novedad— de que, probablemente, habría otra cosa».

Sumisión es la novela de la muerte y el renacer de François, quien elige entre mantener un sistema de valores caduco y una existencia gozosa, aburguesada y creyente.

El valor de su conversión es pragmático: no consiste en abrazar un sistema de valor sino de vender la conciencia (si como tal existe en el protagonista) en el contexto apropiado para ello. En el caso de François tiene un precio relativamente fácil de pagar dadas las condiciones de la novela: cuánto más cuerpos pueda acceder, mayor será su compromiso con el régimen, sin que importen las consecuencias que ello supone para un intelectual anacrónico francés del siglo XXI. Como otros personajes houellebequianos, François fluctúa entre la indecisión particular de la mediana edad y una oportunidad única de alcanzar lo inalcanzable. Pero en esta ocasión, el conflicto es resuelto con una transacción: el gozo prometido a cambio de una sumisión sin límites. Con humor, Houellebecq despacha esta novela, que es más un arte de vivir que una ficción política: al final, lo que importa en la memoria es el deseo y el gozo alcanzados en vida, no importa la forma utilizada para lograrlo. Sumisión, la bufonada de un niño terrible que aún no agota la totalidad de sus recursos.

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0hd es Héctor Delgado (@cerohd), Licenciado en Filología que escribe un proyecto denominado #52semanas. En paralelo, aglutina imágenes en Instagram bajo #366cerohd.

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