La mujer más grande de Rusia

Manuel Cano Ruiz-Ocaña
Punto y coma
Published in
8 min readFeb 8, 2016

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El pasado mes de enero en Punto y Coma analizamos la vida de una de las mujeres más importantes y reconocidas de la historia, la Reina Victoria I de Inglaterra. Siguiendo con las efemérides históricas, hoy es el turno de otra gran mujer de la historia: Catalina II, emperatriz de Rusia.

Tal día como hoy, en 1762, Catalina era designada como la sucesora al trono de Rusia y empezaría uno de los periodos más honorables de la historia rusa. Su llegada al trono — al igual que la de Victoria — vino precedida por muchos escándalos e inestabilidad, aunque en el caso de Catalina todo fue mucho más polémico y menos convencional.

¿Cómo llegaría la hija de un pequeño noble del norte de Alemania a ser la líder de la corona Rusa?

Para empezar, la futura zarina nació fuera de su patria. Sofía Federica Augusta, pues así se la bautizó a Catalina, nace en Pomerania — actual Alemania — en el seno de una familia venida a menos: pese a que por vía materna estaba emparentada con los duques de Holstein, su padre era un pequeño noble sin fortuna que ocupaba la posición de gobernador militar en Stettin, Pomerania. Pero, ¿cómo llegaría la hija de un pequeño noble del norte de Alemania a ser la líder de la corona Rusa?

La respuesta es que Isabel I de Rusia — que reinaba desde 1741 — decidió asegurar la sucesión. Isabel I no tenía descendencia y su obligación era continuar la dinastía de los Romanov. Para ello, Isabel hizo venir a Rusia al hijo de su hermana Ana, Carlos Pedro de Holstein. El chico llega a Rusia sin hablar su lengua y, aunque es instruido en la lengua y cultura rusa, las rechaza. Se considera prusiano y — por supuesto — luterano, dando la espalda al cristianismo ortodoxo, la fe mayoritaria en Rusia. A Pedro de Holstein se le quería casar con nuestra protagonista: la joven Sofía. ¿Por qué? Porque, al provenir de una familia prusiana de poco estatus social, se le presumía poca ambición.

Cuánto se equivocaron.

Sofía viaja a Rusia y conoce a su futuro marido. Desde el primer momento se detestan. Al contrario que Pedro, Sofía se instruye de la mejor manera posible, y ya en 1745 — con sólo 16 años — habla perfectamente el idioma y cuenta con una gran aceptación por parte de la sociedad rusa. Ese mismo año se convierte al culto ortodoxo — ella, como Pedro, también era luterana de nacimiento — y su nombre cambia a Catalina Alexeievna. Además, la renombrada Catalina es educada por los mejores instructores franceses del momento y por ello entra en contacto muy rápidamente con los escritos de los grandes pensadores políticos del momento, como Voltaire, Montesquieu o Bayle.

Sofía se instruye de la mejor manera posible, y ya en 1745 — con sólo 16 años — habla ruso perfectamente

Los futuros reyes se casan pero los problemas físicos de él hacen imposible que se consume el matrimonio, hecho que distancia más a la pareja. Ambos tienen amantes y viven de manera totalmente separada. Fruto de estos adulterios reiterados Catalina da a luz en 1754 a un varón: Pablo. Todos supieron que Pedro no era el padre pero había que asegurar la descendencia y por ello se legitima este nacimiento, aunque se le separa de su madre nada más nacer. El verdadero padre pudo haber sido uno de los numerosos amantes de Catalina: Sergio Saltykov, un noble de la corte; Estanislao Poniatowski, un joven militar polaco; e incluso se habló en su momento de la posibilidad del propio embajador de Inglaterra.

Catalina es nombrada Emperatriz absoluta de todas las Rusias y el Zar Pedro III es encarcelado

En diciembre de 1761 Isabel I muere y le sucede Pedro, ya como Pedro III. Al considerarse todavía prusiano, una de sus primeras medidas es renunciar a numerosas conquistas territoriales que Rusia hizo sobre Prusia en años anteriores. Esto — obviamente — enfurece al ejército ruso y a gran parte de los nobles. Catalina, que ya se sentía rusa, estaba apoyada por Gregori Orlov, el último de sus amantes y un militar bien situado dentro del seno de la propia institución. Pedro III amenazaba ya con repudiar a Catalina con su amante, Isabel Vorozov, por lo que la joven reina comienza a planificar un golpe que depusiese al odiado Pedro III. Esto sucede el 28 de junio de 1762 con el apoyo de los hermanos Orlov y gran parte del ejército. Catalina es nombrada Emperatriz absoluta de todas las Rusias, el Zar Pedro III es encarcelado y pocos días después de su encierro muere en extrañas circunstancias en la cárcel, probablemente asesinado por Gregori Orlov.

Pero el reinado de Catalina acababa de comenzar y quedaba mucho por hacer. Las intrigas habían quedado atrás y ahora tocaba gobernar una nación «bárbara» que debía modernizarse según las ideas de la ilustración.

Ahora tocaba gobernar una nación «bárbara» que debía modernizarse según las ideas de la ilustración

El Nakaz fue la respuesta de Catalina II a este problema. Entre 1767–1768 la reina convoca una comisión legislativa con la misión de elaborar un nuevo código actualizado a las ideas más avanzadas del momento. A esto se le denominó el Nakaz. Hombres pertenecientes a diferentes campos de las ciencias y las letras se reúnen para ello, incluidos algunos extranjeros, pero el resultado fue un tanto decepcionante: el contraste entre las ideas modernas de la ilustración y el pensamiento ruso del momento es demasiado grande, casi insalvable.

Otra de las grandes apuestas de la emperatriz fue la abolición de la servidumbre, pero ahí topó con una piedra aún más dura en el camino: la nobleza rusa. El intento fracasó y el régimen de servidumbre ruso siguió siendo — en pleno siglo XVIII — de carácter medieval. Sin embargo, la emperatriz supo contrarrestar este revés con la construcción de muchos edificios públicos — hospitales, orfanatos, hospicios y manicomios — para el disfrute de la población, así como con la introducción de la vacunación en muchas zonas de Rusia. La preocupación de Catalina II por el crecimiento de la población tenía una razón de ser: la repoblación de las zonas más vastas y despobladas de Rusia.

Catalina II fue la artífice del intento ruso de poblar sus zonas más deshabitadas, algo que más delante otros monarcas copiarían

Entre 1764 y 1767 hay una gran actividad colonizadora sobre las zonas despobladas del país. Esta actividad se centró especialmente alrededor de las tierras fértiles del Volga, aunque Catalina también hace llamar a más de 25.000 colonos — provenientes de Alemania — que son enviados a los territorios de Samara y Saratov. Por tanto vemos como Catalina II fue la artífice del intento ruso de poblar sus zonas más deshabitadas y lejanas, algo que más delante otros monarcas — incluso en la época soviética — copiarían.

Otro foco importante que Catalina II intentó cambiar, influenciada por los principios de su Nakaz, fue la tolerancia religiosa. No olvidemos que, pese a que la fe mayoritaria en Rusia es el rito ortodoxo, había por aquel entonces un gran número de musulmanes en las estepas y la zona de Crimea, así como luteranos en el Báltico y católicos en Polonia. La Zarina intenta educar a la población para que la diferencia religiosa no suponga un problema y así centrar la base de su proyecto en una Rusia multireligiosa.

En cuanto a la política exterior, destaca el equilibrio que se mantuvo entre el uso de la fuerza y la vía diplomática. Catalina II no duda en usar la fuerza contra el Imperio Otomano por la cuestión del Mar Negro. Tras dos conflictos armados, Rusia vence en 1787 y consigue imponerse en el único mar de aguas no frías que poseía Rusia en el momento.

Polonia fue otra cuestión importante del momento. Este territorio se encontraba entre tres grandes imperios en alza, Austria, Prusia y Rusia, que por supuesto lo ambicionaban. Catalina II fue promotora de que los tres grandes reinos se dividieran el territorio y así se dio en unos sucesivos tratados de partición, culminados con el de 1795 donde ya la totalidad de Polonia ha sido repartida entre las tres potencias. En este caso Catalina II supo expandir su reino sin usar las armas.

Sin embargo, no todo fue estable para el reinado de Catalina II. Los nobles nunca estuvieron contentos con sus medidas: la nobleza basaba su riqueza y patrimonio en el régimen de servidumbre tan severo que hemos comentado, por lo que cualquier intento de liberalización que la Zarina intentó hacer se encontró con una reacción negativa por parte de los nobles. También hubo revueltas contra su mandato, siendo la más sonada la de Pugachev, un cosaco descontento que se hace pasar por el difunto Pedro III y consigue levantar en armas las aldeas y fortines en torno al lago Ural en 1773. La revuelta acabó siendo sofocada, pero fue una muestra de que gran parte de la población rusa no estaba en favor de Catalina II.

Catalina II muere en 1796 a los 67 años de edad y deja tras de sí un reinado destacado, con el reconocimiento exterior de Rusia. La grandeza de Rusia era evidente desde hacía ya un siglo, pero desde occidente se veía al gran “reino del este” como un reino más atrasado, casi bárbaro. Las medidas de Catalina II, como su código, el Nakaz; la búsqueda de la libertad religiosa, centrada en la tolerancia de las diferentes fes del imperio; su cuidado sobre la población campesina; o su defensa sobre las ideas ilustradas, demostraron que Rusia no sólo era una potencia militar y económica sino que además quería estar también a la cabeza del mundo de la filosofía política del momento.

Catalina es a Rusia lo que Victoria es a Gran Bretaña: el gran ideal de mujer de la nación.

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Manuel Cano Ruiz-Ocaña se graduó en Historia por la Universidad Complutense de Madrid y después estudió un Postgrado en Educación secundaria. Es editor del blog «El Ágora de los Seis», donde se pueden encontrar escritos sobre temas variados, con especial énfasis en la historia, la política y la educación.

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Manuel Cano Ruiz-Ocaña
Punto y coma

Graduado en Historia por la Complutense de Madrid y Postgrado en Educación Secundaria y Bachillerato. Amante del Rugby, la historia y la literatura.