Por qué no me importaría que ganara Brexit

Rafa Zamorano
Punto y coma
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8 min readJun 23, 2016
Uno de los famosos «cartoons» británicos, en este caso representando mostrando al primer ministro David Cameron cortando la rama británica del árbol de la Unión Europea. Fuente.

Hoy mismo los británicos — ingleses, galeses, norirlandeses y mis adorados escoceses — se enfrentan a la que tal vez sea la decisión política más importante de sus vidas: el referéndum de salida de la Unión Europea, o, como ha sido bautizado en las islas, Brexit. Durante la semana, las encuestas han fluctuado entre una victoria ajustada del Remain (en cristiano: la opción de quedarse en la UE) y una victoria ajustada del Brexit (es decir, la opción de salir de la UE), aunque las encuestas anoche volvían a darle una ventaja a la opción más conservadora.

Jo Cox, la parlamentaria asesinada la semana pasada. Fuente.

Hay multitud de argumentos tanto a favor como en contra de una salida de la UE, y ambos bandos se han esforzado durante meses en que su mensaje cale más hondo entre los británicos. Desde el plano económico hasta preocupaciones por democracia y el cada vez más relevante asunto de la inmigración, tanto la prensa formal como los políticos como los muros de Facebook de mis conocidos británicos han estado repletos de referencias a este referéndum. La tensión creció tanto en los últimos meses que se asume que el infame asesinato la semana pasada de la parlamentaria Jo Cox estuvo relacionado con sentimientos anti-Europeos, lo cual representa un nivel de odio y violencia que ni siquiera alcanzó el referéndum de independencia escocés de hace un par de años.

Así las cosas, lo que suceda hoy marcará el futuro a corto, medio y quizás largo plazo del Reino Unido y, en menor medida, también de la Unión Europea. Tanto allí como aquí he leído y escuchado que el Reino Unido es un país valioso para Europa, y que la UE debería — como de hecho hizo — «bajarse los pantalones» y hacer todo lo posible para convencerles de quedarse. El Reino Unido, al fin y al cabo, es — aún — una potencia mundial, una de las economías más potentes del mundo, el centro financiero de Europa, un país universalmente respetado y con mucha influencia diplomática y además una nación con un rol decisivo en la historia europea y en la formación de lo que hoy conocemos como «Europa». ¿Quién, entonces, querría que abandonaran la unión? Y ¿por qué?

¿Caminarán la Unión Europea y el Reino Unido en direcciones opuestas al caer la noche? Fuente.

El debate en el Reino Unido — un debate largo y en muchas ocasiones agrio — ha estado centrado mayormente en dos cuestiones: la inmigración y la economía. No voy a centrarme en reproducir los argumentos para uno u otro lado, pues los hay para todos los gustos y harían falta varios libros para explorarlos en profundidad. Sí diré, sin embargo, que en su intento por evaluar todos los pros y todos los contras de permanecer en la unión o abandonarla, los británicos pasan de puntillas — o directamente ignoran — el asunto que realmente debería definir el futuro de el Reino Unido en Europa: la identidad.

Europa lleva ya casi un década sufriendo una crisis económica sin precedentes en la historia moderna. Las recesiones son el momento idóneo para los referéndums de independencia: hay cortes en los servicios públicos, menos empleo, más pobreza y, en resumen, una serie de circunstancias que hacen que criticar al gobierno central se vuelva el deporte nacional y que explican la popularidad de alternativas como, por ejemplo, el ya conocido «¡seguro que nosotros lo haríamos mejor!». Durante este último lustro hemos visto intentos de «independencia» de algún tipo en Escocia, en Cataluña y ahora en el Reino Unido, y a nadie se le escapa que estas son las circunstancias más adecuadas para ello.

¿Por qué, entonces, resulta que en un país que ha sufrido tanto durante esta recesión, como España, no vemos el mismo rechazo hacia Europa? No será por falta de motivos económicos: en España es bien sabido que estar fuera del Euro nos habría venido genial para salir de la crisis, y las críticas a Alemania y la troika estuvieron a la orden del día durante al menos un lustro. De forma relacionada, no será tampoco un asunto político o de «falta de democracia»: los españoles somos muy conscientes de que muchas de las decisiones políticas o económicas de nuestro país se toman en Bruselas. Tampoco nos faltan argumentos en el asunto de inmigración: hay un cierto flujo de inmigrantes del Este de Europa y un éxodo estable de jubilados británicos y alemanes ocupando la Costa del Sol y el Levante. No digo que nos guste, pero tampoco estamos intentando salir corriendo de la unión.

Inmigración de jubilados a España. Fuente.

No, yo creo que estos «temas» de conversación — los mismos tres temas que han protagonizado el debate en el Reino Unido — realmente esconden un factor mucho más relevante en estas decisiones: la identidad. España tiene motivos de sobra para no querer estar en la Unión Europea, igual que el Reino Unido. Pero hay una diferencia notable: en España somos más europeos que en el Reino Unido.

Sí, ya sé que esto no lo puedo cuantificar ni puedo producir datos que lo respalden, igual que un catalán no puede cuantificarme lo muy catalán que se siente o igual que Rajoy — por mucho que se digne a intentarlo — será incapaz de explicarme lo «mucho español» que es. Pero es el motivo por el que, incluso con la que esté cayendo en esta última década, en España sólo el 26% de la gente quiere un referéndum por la permanencia en la UE. Es el motivo también de que ninguno de los cuatro partidos principales se atreva a decir algo en contra de Europa. Podemos lo intentó al principio — lo ha intentado prácticamente todo estos años — pero abandonó la estrategia rápidamente al ver que, simplemente, no funcionaba.

España se siente europea, y los españoles se sienten europeos. El Reino Unido, sin embargo, es otra historia. Los británicos se han caracterizado siempre por mantener las distancias con sus vecinos europeos. Les interesó la Unión Europea, claro, pero sólo después de que esta hubiera resultado ser un éxito absoluto del que podían beneficiarse; nada de empezar desde el principio con Francia, Alemania, Italia, Bélgica y Holanda (¡y Luxemburgo!) y luchar por un sueño y un futuro en común, que eso era invertir demasiado esfuerzo en algo que igual no merecía la pena.

Al final, el Reino Unido está en la UE no porque se sientan europeos, sino pese a que no se sienten europeos. Están en la UE porque le pueden sacar mucha pasta — y porque les da un no-sé-qué-de-qué-sé-yo pensar en que Alemania y Francia tomen decisiones sin que ellos estén en el mismo cuarto, no vaya a ser que muevan una ceja sin la aprobación británica — pero no porque compartan el sueño europeo, sea este el que sea.

Otro «cartoon» británico, en este caso representando los objetivos divergentes de la Unión Europea y el Reino Unido. Fuente.

El problema de entrar en un matrimonio de conveniencia y además mantener las distancias es que, cuando la situación cambia y la conveniencia no lo es tanto, te encuentras con que realmente a esa tipa nunca la quisiste y, además, con que ahora que la conoces tanto realmente te gusta menos y menos y… ¿Por qué decías que nos casamos hace ya 40 años? ¡Es que no me acuerdo!

Esto es exactamente lo que le sucede al Reino Unido: si su pertenencia en la Unión Europa se basa simplemente en los beneficios económicos que obtenga, llegará un día en que tales beneficios no estén tan claros. En ese momento, es la visión de un futuro y de una identidad comunes lo que mantiene unida a una inestable unión de estados con tradiciones y culturas divergentes.

El Reino Unido deshoja estos días la margarita de la Unión Europea. Fuente.

Si un país — en este caso el Reino Unido — no comparte esta visión de futuro, es mejor para todos que corten la relación por lo sano, antes de que realmente los necesitemos y decidan, justo en ese momento, que a esta tipa no la conocen de nada y que están mejor solteros. Es decir: si los británicos no se sienten europeos (y están en su derecho de que así sea), a mí, como europeo, me gustaría que se fueran ya en vez de continuar con esta farsa, sacarnos algo más de dinero y volver con la misma cantinela dentro de otra década, cuando la tormenta vuelva a arreciar y haga falta echar una mano de verdad.

Representación de la relación entre Brexit y la Unión Europea a través del Scrabble. Fuente.

En cualquier caso, como residente del Reino Unido durante estos últimos seis años, diré que toda esta conversación es irrelevante: tal y como lo hicieron en Escocia hace dos años, las encuestas sobreestimarán el deseo de cambio. Al final, los británicos son mucho más conservadores de lo que nos hacen creer y pesará el miedo a lo desconocido. El Reino Unido se levantará el viernes como si hubiera tenido un mal sueño, besará a su pareja en la frente y continuará con su rutina de té a las 3, cena a las seis y una velada con cricket en la tele, pese a que su mujer ni sepa lo que es el cricket, ni le parezcan las seis hora para cenar, ni le guste el té.

Cosas de la rutina.

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Rafa Zamorano escribe desde Escocia, donde reside desde hace seis años. Estudia Política Pública y, junto con otros autores, ha publicado el libro de relatos Uno más y lo dejo.

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Rafa Zamorano
Punto y coma

St Andrews alumn. Hoy día en Madrid. Editor de EÑES. Fundador de @PuntoyComaMed.