¿Provocan cáncer los teléfonos móviles?

Albert Grau Carbonell
Punto y coma
Published in
5 min readJun 16, 2016
Los móviles ya forman parte de nuestra sociedad, y han venido para quedarse. Fuente

La humanidad tiene miedo a lo nuevo. Siempre lo ha tenido. Forma parte de nosotros, y es evidente que ese temor ha jugado algún papel en nuestro camino hacia las civilizaciones que dominan el planeta hoy en día. El conocimiento científico muchas veces pone en duda esta intuición tan nuestra. Sin embargo, a la mente humana no le gustan las explicaciones que contradicen su modelo del mundo; citando el artículo The mistrust of Science (2016) de Atul Gawande, cirujano redactor de The New Yorker:

« [La ciencia] es una forma de ser —una forma peculiar de ser— . Se supone que debes ser escéptico y tener imaginación, pero no demasiada. Se supone que debes suprimir tu juicio, pero a la vez ejercerlo. Al final, esperas observar el mundo con una mente abierta, acumulando hechos y comprobando tus predicciones y expectativas contra estos. Entonces debes decidir si aceptas o rechazas tus ideas. Pero a la vez debes aceptar que nada es definitivo, que todo el conocimiento es solamente conocimiento probable. Siempre puede aparecer información contradictoria. »

En definitiva: es difícil anteponer el conocimiento científico a la intuición, pues el primero está en constante cambio mientras que nuestro modelo mental es mucho más inmutable, mucho más estable. Esto se refleja perfectamente en el miedo que he metastatizado socialmente a las radiaciones electromagnéticas que emiten nuestras líneas eléctricas, estaciones de radio, microondas y, más recientemente, teléfonos móviles.

En 1993 se publicó «The Great Power Line Cover Up», un libro en el que se sugería que las poblaciones cercanas a las líneas de alta tensión sufrían de un mayor número de casos de cáncer. La semilla del miedo estaba sembrada y este se extendió al resto de aparatos eléctricos. Sin embargo, y paralelamente, la ciencia seguía demostrando que todas estas tecnologías eran inocuas. Como siempre, una visión hablaba de certezas, mientras el modelo científico daba una probabilidad de que no hubiera peligro. Es un combate desigual, convertido en imposible por falsos investigadores y gente dispuesta a mentir para vender libros contra el paradigma científico establecido.

Hoy en día los recelos apuntan a los teléfonos móviles. Especialmente desde que en mayo de este año un estudio del National Toxicology Program (NTP), una entidad fiable en Estados Unidos, apuntara a un aumento en los ratios de cáncer en ratones sometidos a niveles de radiación similares a los de los móviles desde su gestación a su muerte. La respuesta mediática ha superado de largo el alcance de sus hallazgos. Analicémoslos.

El efecto de toda radiación electromagnética depende de su frecuencia y, en consecuencia, de su fuente. Fuente.

El estudio encontró que en ratas macho expuestas a radiaciones se medía una mayor tendencia (2%-3%) a sufrir lesiones cancerosas. Esto es lo que trascendió a los medios. Sin embargo, los ratones no expuestos vivieron menos tiempo que sus compañeros irradiados. A su vez, los grupos de ratones hembra no mostraron ninguna tendencia en la misma dirección. Es decir, no estamos ante un resultado concluyente. Uno de los investigadores que leyeron y aprobaron la publicación del artículo apunta a que probablemente el bajo número de ejemplares macho ha llevado a los científicos a medir una tendencia que no existe realmente. Asimismo, esta tendencia no se ha observado entre poblaciones humanas. Tampoco existe ninguna explicación física a cómo una onda electromagnética con la frecuencia y potencia que emite un teléfono móvil puede interactuar con una célula.

A quién creer, entonces? ¿Cómo damos valor a este documento? De nuevo debemos acudir a la base del pensamiento científico. No podemos menospreciar este estudio, especialmente porque es uno de los estudios más serios que se han hecho en esta área. Además, según los modelos estadísticos, solo existe una probabilidad del 5% de que el resultado no sea real. Por eso se considera que los teléfonos móviles probablemente provoquen tumores.

Mi opinión: […] Confianza en el método científico y en la humanidad de los científicos; en que alguien, en algún lugar, está trabajando por nuestra seguridad.

En resumen, debemos esperar a la segunda parte de este estudio, que debería publicarse en 2017. A su vez, el debate ahora reactivado de la seguridad de teléfonos móviles (y señales Wifi) debe continuar. La ciencia no defiende siempre el progreso tecnológico, sino que busca la verdad. Esto es, ni podemos afirmar que los móviles sean seguros ni que sean inocuos. Pero tampoco podemos quedarnos de brazos cruzados, pues el número de personas expuestas es enorme.

Mi opinión: hacen falta inversión, paciencia, prevención y confianza. Inversión en estudios serios por parte de los gobiernos para esclarecer esta polémica. Paciencia por parte de la sociedad, pues es la única manera de no caer en manos del miedo y de los charlatanes que a buen seguro aprovecharán esta oportunidad para vender libros y aparatos inútiles con mil funciones protectoras. Prevención por parte de todos: no durmamos con el teléfono bajo la almohada, reduzcamos su consumo y apaguemos los campos electromagnéticos inútiles cuando no los necesitemos. Y confianza en el método científico y en la ética de los investigadores; en que alguien, en algún lugar, está trabajando por nuestra seguridad.

También puede interesarte:

Si te ha gustado el texto, por favor compártelo en las redes sociales que uses habitualmente o recomiéndalo en Medium.

Albert Grau Carbonell recientemente se graduó en Física y ahora escribe desde los Países Bajos, donde estudia un Máster en Nanomateriales. Escribe en elLibro de a Bordo desde hace seis años.

Puedes seguirle en twitter en @AlbertGraC y puedes mantenerte al tanto de las publicaciones de Punto y Coma en @PuntoyComaMed o en la página de Facebook.

--

--

Albert Grau Carbonell
Punto y coma

Físico, divulgador, expatriado y escritor aficionado.