¿Y si se van?

Carlos Vázquez
Punto y coma
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6 min readJun 23, 2016

La historia de Gran Bretaña ha estado íntimamente entremezclada con la Europea desde antes de que Cla-Cla-Claudio conquistara su mitad sur o Adriano ordenara construir el muro que sirvió de inspiración al de Juego de Tronos. El Brexit —la salida de Reino Unido de la Unión Europa—, planteado este jueves, no romperá esta tradición pero sí pretende alterar su rumbo definitivamente.

Mucho se ha hablado de qué será de los ingleses —y supongo que también de los escoceses, galeses y norirlandeses— si abandonan la UE. Tanto los defensores del Brexit como los del Bremain han desplegado un buen número de argumentos y contraargumentos en una larga campaña.

¿Por qué se quieren ir?, ¿por qué querrían quedarse?

La Unión Europea es una burocracia grande, corrupta, opaca, aparatosa, llena de normas y ceremonias inútiles —como el traslado mensual a Estrasburgo de la sede del parlamento—. También es donde vivimos nosotros y nuestros vecinos europeos, y donde reside la voluntad de afrontar unidos los problemas que nos aquejan.

Los partidarios del Brexit se han cansado de señalar la estructura fundamentalmente antidemocrática de las instituciones comunitarias. La cultura democrática está íntimamente imbricada en el carácter británico, por lo que es comprensible que esta deficiencia europea suponga un argumento tan poderoso para ellos que es capaz de unir a los votantes de izquierda y derecha en un frente por la salida de la unión.

Nigel Farage, presidente del partido UKIP y uno de los principales defensores del Brexit. Fuente

Respecto a la economía, han presentado un escenario ajeno a la realidad en que la mera permanencia en la UE alcanzaba un coste de más de trescientos millones de libras semanales, ignorando por completo las aportaciones de la UE al Reino Unido, que rebajarían esa aportación neta a menos de doscientos millones.

También se ha exagerado el número y alcance de las regulaciones europeas. La película «Brexit» —excelentemente producida, por cierto— incluye un repaso al número de regulaciones europeas que rigen la vida diaria de un británico típico. Los números son terroríficos. Una simple almohada es objeto de cerca de cien normas europeas, según la cinta. Pero una investigación a fondo de las regulaciones mostradas en la película revela que se han presentado como regulaciones sobre almohadas normas que no tienen nada que ver con ellas. Por cierto, si las palabras «norma» o «regulación» empiezan a repetirse mucho a lo largo del texto no es por mi deseo, sino por la propia naturaleza de este debate. Por supuesto que, además de la economía, la opacidad democrática y las regulaciones, hay un cuarto argumento, que es el migratorio.

David Cameron, primer ministro británico y defensor público del Bremain. Fuente

Si a los partidarios del Brexit se les puede acusar de propagar medias verdades, los del Bremain pecan de tremendistas. Su aportación al debate es el argumentum ad terrorem: no sabemos qué hay fuera de Europa. ¡Podría haber lobos, monstruos, dragones! Una selva, un «salto al vacío». Ya se sabe que más vale malo conocido que bueno por conocer. Por otra parte, apelan a la emoción: «¡Qué bonito que es ser parte de Europa!, formar una unión política con otros trescientos millones de personas con una historia común y valores compartidos». El problema de esta táctica es que es fundamentalmente idéntica al sentimiento de independencia que, por lo que sea, está más arraigado en las tierras de Albión. Y, por supuesto, está el argumento económico. Quienes se juegan su prestigio en esta clase de análisis —los economistas de Oxford — predicen una pérdida del 2% del PIB si Reino Unido sale de la UE.

Qué cambio supondría el Brexit

Yo, sin quitarles un ápice de razón a los economistas de Oxford, me planteo que tal vez — sólo tal vez— apenas se note la diferencia.

Agitando el fantasma del Brexit, David Cameron ha logrado en los últimos meses algunos acuerdos excepcionales que se suman al ya muy excepcional Reino Unido:

  • Podrán limitarse los beneficios sociales a los inmigrantes por hasta siete años.
  • Los beneficios sociales a los hijos de los inmigrantes se modularán de acuerdo al coste de la vida de los países donde residan.
  • También podrán impedir la entrada o expulsar a los inmigrantes según su lugar de origen por motivos de seguridad.
  • Y un largo y plomizo etcétera, tan largo y tan plomizo como un londinense día de junio.
El también excepcional Michael Caine se ha posicionado a favor del Brexit. Fuente

¡Por supuesto!, algunas de estas medidas sólo podrán tomarse en caso de que las arcas del Estado «corran peligro» — lo que, traducido del inglés, significa en cualquier momento — . Como guinda, Cameron ha logrado que el acuerdo para una unión cada vez más próxima no se aplique a su país. En estos momentos, UK puede conseguir cualquier acuerdo y ser todo lo especial y único que desee dentro de Europa.

Fuera de la UE, los británicos no tendrán que abonar su contribución comunitaria, pero si quieren tener acceso al mercado común europeo habrán de pagar por ese derecho, como ya hacen noruegos y suizos. El Reino Unido seguirá necesitando pactar políticas migratorias con la UE, aunque sólo sea porque los británicos también tienen la mala costumbre de cruzar sus fronteras de cuando en cuando. Además, aunque no les gusten las regulaciones comunitarias, seguirán atados a las de los otros organismos a los que pertenecen (OTAN, OSCE, OCDE, FMI, WEU) y a los tratados que han ratificado, desde la convención de Aarlus hasta el tratado de Webster-Ashburton.

El no menos excepcional Stephen Hawking ha apoyado públicamente la opción del Bremain. Fuente

Así que en cualquier caso seguirán atados a numerosas regulaciones, seguirán sin usar el euro ni pertenecer a Schengen y mantendrán una política migratoria conservadora. Para permanecer en el mercado común tendrán que pagar todo lo que se ahorrarán por su salida de la UE.

Dentro o fuera, los ingleses seguirán tomando el té a las cinco y celebrando el cumpleaños de la reina, que todavía tiene para rato. Londres seguirá siendo el centro económico del continente, así como su puerto más importante. Los pescadores de Newcastle estarán atados a unas regulaciones comunitarias o a un tratado de pesca con la UE que será básicamente igual, y las gallinas de sus granjas tendrán que pasar más o menos los mismos controles que ahora.

Fuente

Se vaya o no, Gran Bretaña seguirá a treinta y tres coma tres kilómetros de Europa en su punto más próximo. Fuera de los tremendismos de ambos partidarios, lo único que cambiará significativamente está en el mundo de las ideas: el panteón de esas deidades que llamamos estados, que en nuestra cabeza «hablan», «discuten», «se unen» y «se separan». Sólo ellos están en peligro este jueves.

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Carlos Vázquez trabaja como desarrollador web en Londres. Coautor del libro de relatos Uno más y lo dejo, escribe ficción desde hace más de diez años.

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Carlos Vázquez
Punto y coma

Doctor en Ingeniería Informática; escritor aficionado