La Lunada

Eran alrededor de las dos de la mañana cuando, para sorpresa de muchos y como sospechábamos otros, se fue la energía y quedamos a oscuras, al menos en esa parte de la Universidad. El grito de euforia que sucedió al apagón fue escoltado por la dispersada y sutil sensación de incertidumbre de aquellos que sabíamos que las cosas se estaban saliendo de control […].

Valentín
Quebrada Arriba
10 min readJul 14, 2020

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Camiseta de Logística- Lunada UdeA 2018

[…] No hacía mucho socorría a una compañera que padecía de una “pálida”, aunque esto distaba mucho de la labor que me correspondía. Aquella noche, la Plazoleta Barrientos fue el escenario de uno de los acontecimientos más importantes de mi vida universitaria; uno que, sin lugar a dudas, sentó precedentes en la coyuntura estudiantil universitaria del 2018 y que significó un punto de inflexión en la incidencia del movimiento estudiantil en la Universidad de Antioquia (UdeA) y la ciudad en general: La lunada.

Sin embargo, para comprender como es que resulté participando en la ejecución de este evento masivo, en el cual el mítico Rollo caminó gran parte de la noche contando carpas asombrado y dichoso, es necesario situarnos unas semanas antes.

En agosto de 2018 se respiraba un aire más político en ciudad universitaria. Varias organizaciones que históricamente se atacaron por lo que parecían ser grandes diferencias ideológicas, se coordinaban en un despliegue de fervor y entrega por salvar la educación pública. La situación era clara: se cocinaba algo grande. La Asamblea General de estudiantes de la UdeA había decretado como mecanismo de presión Asamblea Permanente. Meses atrás muchas personas habían participado del primer Encuentro Nacional de Estudiantes de Educación Superior (ENEES) en la Universidad Nacional (UN) — sede Bogotá, a la que asistieron delegaciones de la gran mayoría de las Instituciones de Educación Superior (IES) de Colombia y se definieron los primeros cimientos de lo que forjó aquel gigantesco movimiento, y una agenda política y de movilización que le otorgaría norte. Así pues, las diferentes dependencias de la UdeA debían definir si se acogían a esa decisión y la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales (FCEN) haría lo propio.

En la Asambea de la FCEN, el auditorio estaba a tope, había científicos en formación ocupando cada una de las sillas y escalones del auditorio, también de pie, bloqueando completamente la única entrada. No se veía algo igual desde el año 2015. Al menos tres horas consistieron en una suerte de exposición de estudiantes y docentes, sobre el gran déficit presupuestal de las IES y otros problemas y atropellos históricos concernientes al movimiento estudiantil. Llegado el momento de lanzar propuestas, una compañera de primer semestre, valiéndose de su experiencia previa en la Nacional de Medellín, planteó la instalación de un campamento estudiantil dentro del campus, que esbozaba la posibilidad de establecer un ente de movilización permanente nutrido de un componente político pedagógico. Esto significaba la ocupación no pasiva de la universidad y, a su vez, detonaría el impacto mediático indispensable para incidir en la opinión pública; la mejor propuesta de la tarde, en el marco de lo que pedía la coyuntura en ese momento. Esta idea se aprobó y se decidió que pasara a la Asamblea General con el objetivo de lograr el apoyo grueso del estudiantado.

La siguiente Asamblea General se realizaría en el coliseo universitario, dado que la administración dio respuesta negativa a la solicitud para el uso del Teatro Comandante Camilo Torres Restrepo. No fue problemático, realmente: se superó el aforo con creces, como si fuera la final de un evento deportivo europeo o mundial. Y no era para menos, ya que se planearían los pasos a seguir de cara al Paro Nacional Estudiantil y, así como yo, éramos una gran cantidad de personas con la ilusión de hacerlo realidad.

Se expuso la idea del campamento, solicitando recursos necesarios para la ejecución de la propuesta: un mochilazo donde se recolectaron alrededor de 500.000$. En ese momento fue cuando todo comenzó a cambiar. Mientras contaba el dinero, junto a otros tres o cuatro compañeros, se aprobaron una serie de reformas a la propuesta que harían que no nos refiriéramos más a un campamento universitario sino a una integración masiva de todas las dependencias en el campus, que consistió en amanecer una única noche en la universidad, llevando a cabo diversas actividades como conversatorios, cine foros, actividades lúdicas, cuentería, fogata, alborada, entre otros; todo esto con un carácter político-pedagógico. Este evento tendría una logística y plan de vigilancia, dignos de un festival, incluso destinando parte de los fondos para la compra de camisetas que se utilizarían en la identificación de las personas encargadas de su organización.

Imagen de Colectivo Desde el 12

Fuimos delegadas tres personas para comprar las camisetas (yo me ofrecí, en parte, porque temía que los recursos se emplearan de forma deshonesta y sospecho que otra compañera lo hizo por la misma razón). Esta travesía constituyó una de mis primeras chocoaventuras en el centro de Medellín, pero esa es otra historia.

El lunes 17 de septiembre de 2018 a las cinco de la tarde, en el Teatro al Aire Libre (TAL) de la UdeA, se realizó la reunión de las personas que participarían en la organización donde se definieron dos grandes grupos: el Comité de Seguridad y el Comité de Logística. El primero, también denominado despectivamente como Comité de Atarbaneo, se encargaría de vigilar que las personas no cruzaran el sector designado para realizar las actividades, velar por su correcto desarrollo, coordinar el ingreso y la salida del campus, etc. Para esta labor se designaron turnos en zonas estratégicas e hicimos uso de una aplicación llamada Zello que funciona como Walkie-talkie (por si delegar personas para la vigilancia no fuera suficientemente molesto e invasivo, para terminar de asemejarnos a una policía estudiantil). Al Comité de Logística se le encomendarían funciones como destinar zonas para el levantamiento de las carpas por dependencia, delimitar debidamente cada una de los ingresos y salidas, adecuar espacios para la realización de actividades, así como el acompañamiento de estas y gestionar implementos necesarios para la ejecución del evento.

Con ello, se llevó a cabo un despliegue importante en cuanto a comunicaciones para la programación, difusión y correcto desarrollo del evento. Esta labor fue altamente exitosa ya que la gente respondió al llamado, asistiendo masivamente. Las compañeras del área de la salud también jugaron un papel decisivo en la atención de personas que requirieran su reacción inmediata, y para esto se destinaron espacios debidamente acondicionados. Asimismo, contrario a la concepción inicial del campamento que implicaba una toma de la universidad sin autorización del estamento administrativo, se logró aquiescencia de las directivas para la ejecución del evento.

Imagen de Colectivo Desde El 12

Llegó el gran día. Las primeras carpas comenzaron a levantarse en la tarde, a la par de las primeras actividades. Esta fase inicial fue la más sencilla, pues el horario común de circulación dentro del campus es hasta las diez de la noche. Con la luna ya encima, se transformó por completo el ambiente. El escenario era sublime: hacia donde quiera que se mirase habían personas felices, participando de todas las actividades. Algunas veían La noche de los lápices, otras estaban atentos a los cuenteros. Los demás, alrededor, jugaban pañoleta, hacían comida en leña, presentaciones musicales de la comunidad indígena o las papayeras no planeadas que resultaron y, por supuesto, en fiesta. Incluso se tuvieron que habilitar más zonas para el levantamiento de carpas porque el espacio designado no dio abasto.

Entre las recomendaciones sugeridas para la lunada estaban, entre otras, “evitar el expendio de alcohol, el consumo de sustancias psicoactivas y no alejarse de la zona de campamento”. Las tres fueron no difíciles, sino imposibles de controlar. La idea de prohibirle ingerir drogas (incluyendo el alcohol) a la gente me disgustaba bastante, pero lo acordado habría sido procurar evitarlo, entonces lo que hice fue sugerirle a las personas que consumieran donde no las vieran, al menos al comienzo de la noche, porque luego se naturalizó.

Cuentería- Imagen de Colectivo Desde el 12

Tampoco faltó quien quiso ingresar después de las diez de la noche. Para nuestro beneficio, un buen samaritano del Comité de Atarbaneo se quedaría en la portería de la calle Barranquilla toda la noche, garantizando así no dejar por fuera a nadie, y poder salir por implementos necesarios, por ejemplo, para socorrer a los compañeros que necesitaran cuidados de salud o simplemente para ir por comida — porque la alimentación era responsabilidad de cada persona — , algo altamente importante y es que, si no hubiera visto a lo largo de mi vida gente sacándose el pan de la boca para poder embriagarse, sería un suceso extraño. Hoy soy fiel creyente de que esta es la razón de muchas de las situaciones de salud delicadas sucedidas a raíz del consumo de drogas (nuevamente incluyendo el alcohol). Coman cuando se vayan a enfiestar, para que puedan disfrutar la fiestica.

Algunas personas solo buscaban cruzar para poner su computador a cargar o para encontrar un lugar más tranquilo donde hablar, pero otras buscarían establecer sus “nidos de amor” en lugares inoportunos. Había celadores dando vuelta y para eso eran las carpas… hablarles fue la labor más incómoda que, entrada la madrugada, olvidamos. Esto nos permitió disfrutar de la noche, como el resto de las mortales.

Imagen de “En la UdeA andan diciendo”

Puede que me falle la memoria, pero antes de las dos de la mañana la mayoría de la gente estaba en modo fiesta. Fue cuando comencé a beber y muchas actividades programadas a partir de esa hora, valieron. Comenzó a sonar reguetón y, casi instintivamente, la gente se fue aglomerando alrededor del sonido para dar comienzo al primer gran perreo de la coyuntura del 2018 en la UdeA. Se veía gotear el sudor en la cara de la gente y decenas de labios mordiéndose, disfrutando aquel ritual devoto al éxtasis tan propio de la ciudad de Medellín (¿quién te conoce, Perro Negro?).

No faltaron las críticas: algunas porque es un espacio de movilización y pareciera inconcebible que la gente no haga la revolución en todo momento y otros cuantos porque conciben el perreo como algo machista, pues es propio del reguetón y muchas de sus letras denigran a la mujer.

Yo no fui ajeno a la fiesta y, estratégicamente, habíamos guardado un Williams, aquel Whiskey de dieciocho mil pesos que venden en la curva y que se paseó por todas las bocas que pudo antes de vaciarse. Bailé sintiendo que de verdad lo merecía, duro y hasta el suelo. Hasta saciarme para, posteriomente, ser invitado a una carpa y cerrar con broche de oro, como muchas otras personas aquella noche.

Fue entonces cuando se fue la energía. Algunos decían que era algo normal o que era un plan para sacarnos de la universidad, pero luego de un par de llamadas -y cual político traficando influencias- un estudiante logró que las encendieran de nuevo, para continuar con el perreo y cerrar con un gran pogo en el vals del obrero.

Amanecieron personas en todas partes, acostadas en corredores, en sillas, en el pasto. Hubo otras que no dormimos nada y que, a la luz incandescente del amanecer, preparábamos chocolate para todos. Con dolor en los pies y un desgaste tremendo, tendríamos energía para una última chocoaventura.

El sonido seguía instalado y funcionando hasta que un individuo tomó el micrófono y comenzó a entonar, a capella, lo que al parecer serían cánticos ancestrales improvisados (o algo por el estilo), pero nadie le prestó atención sino hasta una hora después ¡una hora en la que no había parado de cantar! En ese momento, unas 4 o 5 personas nos acercamos a acompañar su canto con coreografías y coros para pronto mutar en un gran número de personas, convirtiéndonos en leyendas bajo la luz del sol mañanero.

Imagen de Colectivo Desde el 12

Durante un buen tiempo creí que solo servían las marchas, los tropeles, los actos de memoria o como pasa el día de hoy en la UdeA: una huelga de hambre para lograr la gratuidad en la matrícula (tan necesaria por la crisis económica de muchas familias derivada de la pandemia). La nobleza y el valor para enfrentarse de forma radical al sistema solo son propias de aquellas que son poseedoras de verdadera empatía. Allí donde el bienestar de las demás personas es convicción; eso es algo que merece la admiración y respeto, no solamente de los estudiantes, sino de la sociedad en general y de la humanidad misma. Pero crear comunidad es una tarea fundamental en el largo camino que conlleva la transformación de la sociedad, nos ayuda a sentir que no estamos solos, da fe, permite aspirar a metas grandes y soñar colectivamente. En La Lunada conocí a esas personas de las que les hablo, trabajando duro, sin remuneración alguna más allá de la satisfacción de hacer por amor. Hemos caminado juntas este último año y medio — y ojalá el resto de nuestras vidas — , unidas por las ganas de hacer de este mundo un lugar menos peor.

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Valentín
Quebrada Arriba

No me hace gracia eso de cambiar un par de monedas por mi libertad