Apoteosis

Le singe volant
quiasmo
Published in
5 min readAug 24, 2018

--

La relación entre Rodrigo y Daniela se había tornado turbulenta mucho antes de que decidieran casarse. Él era muy explosivo y un tanto errático; a ella le gustaba recibir flores como disculpa. Pero las flores eran cada vez más grandes y cada vez había menos lugar donde poner los jarrones, las tarjetas, los gritos y los golpes. La única vez que cupieron sin problema fue aquella en la que la mandó al hospital. Para su fortuna — pensó Rodrigo — los cuartos de las clínicas privadas son muy amplios. Empujados por esa inercia malsana empezaron a hacer los planes para la boda.

La idea de asesinarla le llegó el día en que lo visitó en su nuevo trabajo, el de la calle Reforma. Él se había quedado tarde y estaba demasiado concentrado como para notarla, hasta que removió todo el aserrín y el plástico protector de la última caja (la más grande que había llegado ese día) y la descubrió allí dentro, fulminantemente hermosa y ataviada por completo con su vestido de novia. Al menos así era como él la imaginaba, puesto que ambos habían acordado que no la vería usándolo hasta el día del casamiento. Para evitar la mala suerte, decían.

La enderezó sobre unas tarimas. Se puso frente a ella y la miró atentamente para comprobar si en verdad era Daniela la que estaba ahí, grácil y serena; tan quieta que ni siquiera se molestaba en respirar. Acarició su rostro con ternura y tomó su mano. Continuó observándola por unos minutos y luego se percató de que esa era la vez en que más bella la había encontrado. La levantó en vilo y la puso en el cuarto donde los planos indicaban que debía estar colocada. Se despidió de su Daniela y cerró las pesadas cortinas de acero que resguardaban la entrada al local.

A la otra Daniela no la vió sino hasta la semana siguiente, dos días antes de que se inaugurara la exhibición. Él sugirió que lo alcanzara en la esquina de atrás de su trabajo, en un bar de la calle París, para ganarle un poco al tráfico y tener todo el tiempo posible juntos. A ella le pareció muy buena idea, pues podrían aprovechar para revisar los mil asuntos que quedaban aún pendientes de la fiesta. Seguramente más tarde le habría parecido una pena que todas las muestras de invitaciones, manteles y flores que llevaba en el asiento de atrás del auto se llenaran de sangre, de no haber sido apuñalada hasta morir.

Rodrigo estacionó el auto en la parte de atrás del local donde trabajaba. Sacó del lugar unas bolsas negras, de esas que son para la basura, y las usó para arrastrar el cadáver de Daniela hasta el interior. Le quitó la ropa y limpió con esmero sus manos, su pecho y su rostro. No importaba lo demás, puesto que no sobresaldría del vestido de novia. Pasó el resto de la noche preparando el cuerpo para que no se pudriera. Para su fortuna — pensó Rodrigo —, hoy en día se puede aprender de todo en internet, y con sus escasos conocimientos de embalsamador calculó que el cuerpo duraría en buenas condiciones al menos hasta finales de agosto. Para esa fecha la exhibición ya habría finalizado y ya habrían enviado a la novia de vuelta a Chihuahua, de donde se supone que venía cuando llegó dentro de la caja grande. Era curioso, él siempre había pensado que Daniela era de Coyoacán.

Se veía aún más hermosa cuando la colocó de nuevo en el aparador. Sus ojos vidriosos y fijos, sus brazos delicados, sus elegantes manos inertes y su rostro abstraído en un perpetuo gesto de compasión. Compasión por Rodrigo, quien tendría que conformarse con admirar la gloria sólo por un par de meses y quien la vería perdida para siempre una vez que el “Hotel de Leyendas” cerrara sus puertas. A él le pareció tierno que le dedicara esa expresión a su novio aún después de morir y se quedó absorto admirándola.

No se dió cuenta cuando llegaron los otros guardias de seguridad. Ni siquiera se había dado el tiempo de recoger el maniquí, de esconder la ropa o de limpiar la sangre. Ignoraba que el auto de Daniela ya empezaba a despedir un olor nauseabundo. Tampoco se dió cuenta cuando entraron al cuarto y lo inmovilizaron. Cuando despertó de su trance estaba amarrado de pies y manos a una sillita metálica en el cuarto de conserjería. Pudo escuchar detrás de la puerta una conversación notablemente agitada:

— No me importa lo que tengas que hacer, Arturo. Estamos a un día de abrir el chingado hotel. ¡A UN día! ¿Entiendes? No podemos tirarlo todo a la basura porque a tu pinche primo loco se le ocurrió desquiciarse justamente hoy. Imagínate la de investigaciones que nos van a echar si esto sale a la luz. Si nos va bien al final de todo nos van a dejar irnos apenas con nuestros calzones.

— Pero, entonces, lo que estás sugiriendo es que…

— Lo que estoy sugiriendo es que te encargues del asunto, Arturo. El Hotel de Leyendas se inaugura hoy, sí o sí.

Rodrigo oyó la puerta abriéndose lentamente y sintió cómo la mirada lastimera de su primo caía sobre él. «Pinche Rodrigo. La tía Juana tenía razón: cualquier día de estos te nos ibas a deschabetar. Pero ni modo carnal, hay mucho dinero invertido en esto y así como ayer le tocó a tu novia, hoy te va a tocar a tí». Había dicho esto sin remordimiento ni espanto, sino más bien con resignación. Se notaba que lo que realmente le pesaba de mandarlo matar era el trabajo extra que eso implicaría. Cerró la puerta y ésta no volvió a abrirse hasta que entraron tres sujetos con capucha y le colocaron una bolsa de tela en la cabeza.

Del cadáver se deshicieron en algún barranco cerca de Toluca. La policía lo encontró semanas después y lo calificó de crimen pasional, pues encontraron junto a él un maniquí que usaba la ropa de su novia — quien continuaba con el estatus de desaparecida — . El “Hotel de Leyendas” abrió sus puertas al día siguiente y mostró todas sus piezas — objetos macabros provenientes de historias populares de terror de varios rincones de México — sin ningún contratiempo. Pascualita, una de las más recomendadas de la exhibición, fue hábilmente interpretada por Daniela, quien no recibió crédito.

Les dejo un enlace a la nota que inspiró esta pequeña historia:

http://diario.mx/Estado/2018-07-17_064090c0/pascualita-vuelve-a-casa-muy-cambiada-/

--

--

Le singe volant
quiasmo

A veces me pregunto si, en los días aburridos, el clima se sienta a platicar de mí