Delivery

Norber Tebes
quiasmo
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2 min readAug 7, 2019

Qué problema cuando te atropella un poema pidiendo pista justo cuando llega el delivery ¿nocierto? En un mundo ordenado, no coexisten ambas cosas, y uno sólo es uno para percibir. Cualquiera de las dos cosas que dejes para después ya no será la misma cosa, sino un derivado, una alusión de la cosa inicial; pero si elegís una, oh tragedia, sólo tiene un fragmento de tu atención, porque otra parte está siguiendo los pasos de la que dejaste para después, porque quien sabe saborear, no puede dejar pasar a la nostalgia, así nomás, ninguna de las dos cosas. Y si intentás hacer las dos al mismo tiempo, se queman los foquitos, como decía Julio, y ninguna de las dos cosas pasa como debería pasar. El poema pide existencia más palpable, la pizza ya está acá, pero de alguna manera no existe hasta que no te la llevás a la boca. No hay manera de decirle al delivery que se tarde un cachito más, ni programarse la inspiración o lo que sea que sea eso para intervalos más fértiles, para una atención más sosegada. Lamento oponerme a quienes ejercen el arte y afirman que muchas veces las situaciones de creación se resuelven con oficio, más que con inspiración, como si se tratara de elegir entre peras y manzanas. Quienes afirman eso tan campantes no conocen la sensación, la terrible experiencia de una idea pasando enterita sin que rebote por el cuerpo de uno, transformándolo sin querer y sin excusa. Lo mismo que cuando pasa el pedazo de pizza a la napolitana sin jamón por el esófago y lo va transformando todo a su paso, lo que sólo es posible si es que no está ocurriendo otra cosa más que esa, porque no hay una atención robada ni particionada. Uno puede encarar una punta de felicidad, perseguirla un cacho, ya sea manducándose la porción humeante de pizza o bien dándole la lengua al besito tibio que te tira el poema, pero cualquiera de las dos cosas sabe a la falta de la otra, y la experiencia se diluye en lo que no está siendo. No hay segundas oportunidades para lo que sucede en simultáneo. El mundo es caos, y hay que resolver, pero en la resolución uno sólo se queda con un pituto de la cosa inequívoca, le digo al pibe del delivery, que mira azorado. Son 200 pe, más 40 de propina, me dice. Tomá, le digo, son 250, sabiendo que nada va a suceder enteramente.

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