El ángel

Martín Tacón
quiasmo
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5 min readJun 12, 2020

Esta historia me la contó mi tío. Él, además de mi tío, es también mi padrino. Yo por entonces vivía en Rada Tilly y estábamos en casa de mi abuela, a punto de almorzar.

Dice mi tío que cuando era chico, a los 12 años, estaba en su casa comiendo en familia con mi abuelo, mi abuela y mi papá. Comían unos churrascos y una ensalada de tomates. De pronto, de la nada, mi tío se descompuso y cayó redondo al piso, desmayado. No reaccionaba. Mi papá creía que estaba bromeando. Había caído de una forma muy brusca, como si lo hubieran fusilado. Llamaron entonces a la ambulancia y se lo llevaron al hospital.

Mi tío quedó en coma durante una semana, en una cama con suero y respirador. No despertaba ni reaccionaba a los estímulos. Mi abuela pensaba que se iba a morir y no entendía por qué. Después de algunos estudios, el médico les dijo que había sufrido un envenenamiento. No puede ser, decía mi abuela, ¿envenenamiento de qué? De alguna comida, dijo el médico. Pero todos comimos lo mismo, insistía mi abuela desesperada, churrascos con ensalada de tomates. El médico les explicó que tal vez la verdura estuviera mal lavada y a veces basta una pequeña cantidad de un producto químico para afectar a una persona.

Este es el drama que siempre cuenta mi abuela, pero a mí lo que me interesa relatar es la versión de mi tío. Dice mi tío que un día se despertó. Abrió los ojos y miró a su alrededor. A su derecha vio un archivador metálico de varios cajones, un típico mueble de oficina. En la pared del frente vio un reloj que marcaba las tres de la tarde. A la izquierda, vio una ventana con cortinas traslúcidas por las que distinguía la copa de un árbol. No pudo mantenerse despierto demasiado tiempo, apenas unos segundos, y volvió a dormirse por efecto de los medicamentos.

Mis abuelos nunca fueron conscientes de que mi tío había despertado. Entonces mi tío volvió a despertar. Esta vez notó que la habitación estaba a oscuras. Miró a su derecha y vio el archivador metálico. En la pared del frente vio el reloj que ahora marcaba las once de la noche. A la izquierda vio la ventana y a través del vidrio vio el cielo estrellado. Volvió a dormirse.

La tercera vez que despertó, la habitación estaba iluminada otra vez. A su izquierda estaba la ventana con la cortina que filtraba finos rayos de sol. En la pared del frente, la aguja más chica del reloj daba las doce en punto. Cuando volteó para mirar a la derecha, vio a una mujer. Dice que era una mujer imponente, con un vestido blanco, impoluto, y estaba sentada sobre el archivador metálico. La mujer misteriosa lo miraba fijamente. No hablaba. No se movía. Simplemente lo miraba. Al principio, la primera vez que la vio, mi tío dice que sintió miedo. ¿Qué hace esta tipa acá adentro?, pensó. Mantuvo los ojos abiertos solo unos segundos, como cada vez que despertaba, hasta que volvió a dormirse.

Dice mi tío que despertaba cada cierto tiempo, no sabe bien por qué, pero que él nunca podía saber cuánto tiempo dormía. Tenía el reloj para saber la hora y tenía la ventana para ver si era de día o de noche. Sin embargo, según cuenta mi abuela, mi tío estuvo en coma una semana completa y ellos en todo ese tiempo nunca lo vieron despertar.

Mi tío siguió despertando ocasionalmente en diferentes momentos del día. A veces la habitación estaba oscura, otras veces estaba iluminada. Y la mujer misteriosa estaba siempre a su lado, sentada sobre el archivador, con la mirada puesta en él. Se acostumbró mi tío a ver a la mujer de vestido blanco. Dice que su presencia le transmitía paz, tranquilidad.

Un día, en horas de la tarde, mi tío despertó y la mujer ya no estaba. Cuando miró a su alrededor, notó que las cosas eran diferentes a como él las recordaba. A su izquierda no había ninguna ventana. En la pared del frente no había ningún reloj. Y a su derecha no había un archivador metálico sino una mesa y una silla, y sobre la mesa había unas flores y estaba su ropa prolijamente doblada. Esta vez no volvió a dormirse, se mantuvo despierto hasta que vio entrar a un médico. El doctor se alegró de verle por primera vez los ojos y empezó a hacerle preguntas. Luego entraron mi abuela, mi abuelo, mi papá, todos contentos de que mi tío había despertado.

Cuando mi tío me contó esta historia, él todavía no sabía qué pensar. La versión de mi abuela es que la mujer misteriosa era su médico y que por eso estaba vestida de blanco. Pero mi tío siempre negó esa teoría. Él no es supersticioso, no cree en Dios ni en las religiones. Es un hombre completamente escéptico. Pero sostiene, sin embargo, que esa mujer que lo acompañó y lo cuidó durante el coma en el hospital era su ángel de la guarda.

Fue extraño escuchar a mi tío decir esas cosas, precisamente él, un tipo que no cree en nada. Pero ese día había sido diferente.

–Martín –me dijo mi tío–, yo no creo en estas cosas y a veces me olvido que alguna vez pasó, pero te cuento esto ahora porque anoche mientras dormía volví a ver a esa mujer.

–¿Cómo que la volviste a ver? –pregunté yo.

–Sí, me desperté en mitad de la noche y la vi al borde de la cama. Estaba sentada, pero no sentía el peso de su cuerpo en la cama, ¿entendés? Tenía un vestido blanco y me miraba. Y por primera vez me habló.

–¿Y qué te dijo?

–Me dijo que se tenía que ir. Lo dijo con una voz suave, como si se estuviera despidiendo, y se desvaneció.

–Qué cagada –dije yo, sin saber muy bien qué decir– ¿Qué vas a hacer ahora?

–Nada –dijo mi tío– ¿Qué se supone que tengo que hacer?

Ahí terminó su historia. Mi abuela apareció entonces con la bandeja de churrascos y empezó a servirlos en la mesa. Después vimos que volvía a la cocina, agarraba el bol con tomates y los tiraba a la basura. Mi tío empezó a reírse.

–Increíble –dijo mi tío cortando el churrasco–. La gente cree en cada cosa…

Al día siguiente ocurrió el milagro: mi tío nos dijo que la tía estaba embarazada. Pasaron catorce años de este episodio. Mi abuela, mirando con orgullos a su última nieta, dice que el ángel no se fue, que se hizo presente en aquel momento porque tenía un destino por cumplir, y que vive con nosotros desde entonces.

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Martín Tacón
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A veces escribo - Editor de Quiasmo: (https://medium.com/quiasmo). Instagram: @martintacon