El último presidente

Leonardo Dzhordanovich Erazmov
Homo Vagans
Published in
3 min readJan 21, 2017
Chris Lord

I. «I Have a Dream»

―¡Fueron los soviéticos! ―repetía una y otra vez delante de una multitud que, enardecida, estaba lista para cualquier cosa con tal de defender la Sagrada Democracia.

No era para menos, el Partido Liberal había perdido las elecciones más importantes y polémicas de la historia frente al Partido Conservador y su Candidato, un hombre más parecido a una caricatura satírica que a un político. Según los informes del Centro de Inteligencia Anónima, era altamente probable que hubiera sido una maquinación soviética (por medio del jaqueo de cuentas personales y filtración de documentos) para denigrar la imagen del Partido Liberal y su Candidata. Sin duda, se trataba de un atentado contra la soberanía y el poder de los Estados Democráticos de América. Ningún auténtico progresista se podía quedar con los brazos cruzados.

El Presidente levantó un puño en alto y la ira escapó a propulsión de sus ojos. Al instante, las chispas de la revolución brotaron y una multitud de zombis se abalanzó contra su improvisado podio frente al Palacio de Alba…

II. «Dreams from My Party»

Obviamente esto no tenía sentido. El Presidente se dio cuenta de que estaba soñando cuando el doloroso mordisco de uno de los idiotizados manifestantes lo devolvió a la realidad. Ahora estaba despierto. Ya no le asustaban esa clase de pesadillas pues, como el líder del país más poderoso del mundo, tenía que enfrentarse a otras peores. No obstante, expelió fastidiado un suspiro mientras se frotaba su entumecido brazo justo donde había sentido los dientes en el sueño.

«Hoy es el día de la toma de protesta de la Candidata como la primera presidenta de los Estados Democráticos», pensó sintiéndose orgulloso una vez más del tan promocionado triunfo. Encendió la inmensa pantalla que cubría una de las paredes de su habitación. Por cuestiones de seguridad, permanecería allí para presenciar la ceremonia de investidura. La situación, debido a las violentas manifestaciones antiliberales, se había vuelto tan tensa que incluso no habría presentación directa al público. La ceremonia sería enteramente televisada desde unas instalaciones ultrasecretas.

«Las revueltas de los racistas fanáticos del perdedor Candidato tienen que ser sofocadas de algún modo o todo el país se convertirá en un caos». El Presidente apretó los labios queriendo sonreír, pero no terminó de ocultar su preocupación. Oprimió un botón rojo en su mesa de noche e imaginó al mismo tiempo a todos sus opositores (incluidos los insidiosos soviéticos) consumidos dentro de un hongo nuclear. «La Candidata será quien termine de convencer al mundo del peligro que nos acecha…». De repente, sonó un timbre similar a un tictac, y una bandeja con varios de sus alimentos favoritos descendió desde un panel automático en el techo. La boca se le hizo agua y el hambre lo sacó de su ensoñación. Era hora de comer.

III. «Wholesale Dreams»

La Candidata, con una inmensa sonrisa pintada en su rostro hacía su aparición en la gran pantalla. Un estribillo de música épica inundaba la cálida habitación. El Presidente y su sucesora sabían que ese día comenzaba una nueva era que sería recordada por siempre. Brillaron los ojos de ambos como si estuviesen conectados misteriosamente a pesar de la distancia y repitieron al unísono:

―¡Juntos somos más fuertes!

Afuera de su habitación, del otro lado de la pantalla, un grupo numeroso de científicos soviéticos se felicitaban llenos de júbilo por el primer éxito del proyecto REKAL. El Candidato, ahora flamante Primer Ministro del Sóviet Incorporado de Norteamérica, tuvo la generosidad de donar para el Hospital Kashchenko al último presidente.

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