El hada del silencio

Manuel Omar Mejía
quiasmo
Published in
5 min readJan 9, 2017

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—¡Papi, papi, te tengo que contar la mejor historia del mundo! —El niño sonreía, pero se notaba en su voz un hilo de preocupación. El papá venía de su tercer viaje del mes y no pudo hacer más que esbozar una sonrisa mientras bajaba la maleta y entraba a la casa.

—Es el hada del silencio, papi. ¿Habías escuchado del hada del silencio? Yo tampoco, pero es de verdad, más de verdad que Santa. Vos me dijiste que él no existía pero esta hada sí existe. Me deja dinero cada vez que me porto bien y la última vez me dejó un montón de dinero porque no hice ruido, ni salí de mi cuarto toda la noche. Papi, ¿de dónde sacan tanto dinero las hadas? Bueno, yo no sé pero esta hada es bien, bien chiquita. Se puede tener en la mano y tiene los ojos salidos. Cae muy bien, una vez me dijo que yo era bien bonito y me dio un beso en el cachete. ¿No tiene nada malo que me dé un beso en el cachete verdad? Vos dijiste que no me dejara tocar por extraños, pero ella no es una extraña, es un hada. ¿No, verdad? Ya sabía que no tenía nada de malo. Vuela por el cuarto, fijate, y siempre entra de noche, entra por la ventana de mi cuarto. Sí, papi, yo la he visto, no tiene el pie izquierdo, dice que se lo comió un gato una vez que quería entrar a la casa de otro niño. La dibujo siempre, mirá este es el primer dibujo. —El niño sacó de su bolsillo dos bolas de papel arrugadas.

—Mirá, no tiene el pie izquierdo, te dije que no tenía el pie izquierdo. ¡Ah! Entonces es el pie derecho, no tiene el pie derecho. Este es otro dibujo —extendió la otra hoja arrugada de papel.

—Es bien chistosa, me cuenta chistes y le gusta sobar mi pelo. —El papá observó los dibujos, primero con displicencia, luego con un poco más de interés—. ¿Por qué? Porque este primer dibujo es del Dr. Sabillón. Él fue quien me contó de ella, pero él no sabe que ella no tiene un pie izquierdo, digo, el pie derecho. Sí, él me contó la historia, creo que mi mami no la sabía tampoco, porque una vez se la conté y solo sonrió, me abrazó y dijo que aprovechara. No, mami no está, acaba de salir, creo que donde la vecina, pero ya rápido viene. No sé, no, hoy no vino el doctor, ni ayer, pero sí vino el día antes de ayer y el día antes, antes de ayer. El hada viene cuando quiere, papi, yo no sé, hoy no ha venido, ni ayer, pero sí el día antes de ayer, y el día antes, antes de ayer. El hada viene cuando quiere, y cuando viene me deja mucho dinero. Y la última vez, papi, papi, escúchame, la última vez vino toda la noche. Vieras me dejó todo este dinero. —El niño sacó de su otro bolsillo un rollo arrugado de billetes de cien y cincuenta. El papá los arrebató de la mano de su hijo—. Papi, yo no los saqué, el hada vino y me los dio, te estoy contando, ¿vos me estás escuchando lo que te estoy diciendo, papi? El hada viene, y esto solo es lo de la última vez. Esa vez el doctor me había dicho que el hada iba a venir, y que si aguantaba sin hacer ruido y sin salir de mi cuarto más dinero me iba a traer. Papi, estuve toda la noche sentado en la sillita, toda la noche, no vi al hada, hubiera sido más divertido, pero me dormí un rato en mi silla y cuando desperté tenía este montón de dinero. Y fui valiente, papi, fui valiente porque había algo raro, había mucho ruido fuera, ruido en el comedor, después en la sala, después en tu cuarto… Papi, esperame te estoy contando. Cuando empezaron los gritos casi salgo corriendo a buscar a mi mami, pero recordé que el Dr. Sabillón me había prometido al hada y me quedé en el cuarto sin moverme un “milicentímetro”.

El papá apresuró el paso y subió al segundo piso de la casa, tenía el dinero y los dibujos apretados con fuerza y quedaron más arrugados de lo que estaban. El niño continuó hablando, hablando más que todo con la espalda del papá que con el mismo padre.

–No, papi, lo único que me dijo el hada es que no tenía que hacer ruido. Sí, el hada me lo decía. Bueno, el hada y el doctor Sabillón, yo creo que ellos dos son amigos, sí, él viene siempre que te vas. Papi, papi, es cierto, y también me dijo que no le contara a nadie esto, pero sos vos, y a vos te cuento todo y no creo que se enoje solo porque te cuente a vos. Además, te iba a decir que solo me faltan mil para comprar el Play, ¿vos me podés dar para comprarme el Play?

El papá y el niño entraron al cuarto principal, las sábanas estaban hechas, el piso barrido y trapeado, el esposo se acercó a su cama, se acostó en ella y sujetó con mucha fuerza una almohada contra su rostro, la olió. El niño se quedó detrás de él, cuando lo escuchó llorar dejó de sonreír, se entristeció un poco, él con tanto dinero y su papá tan triste. Tal vez su papá estaba pasando por momentos difíciles. Se acercó a él, se subió a la cama y colocó su pequeña mano en su hombro, el papá la sintió, se dio la vuelta y abrazó muy fuerte a su hijo, tan fuerte que su barba le comenzaba a hacer daño, pero el hijo no le reprochó, su papá lloraba y él no sabía el por qué.

—Tranquilo, papi, si vos también te quedás callado el hada te puede visitar. Si querés probamos, solo es de no hacer ruido y quedarse callados.

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