Enemistad fallida

Norber Tebes
quiasmo
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2 min readMar 12, 2019

Mariné se fue de Argentina y allá afuera encontró la gastronomía. Me cuenta que hay algo de libido ahí, que en el cocinar circula algo de sensualidad. Mucho más cuando es colectivo, como en un restaurante. Ese concepto me queda resonando adentro, zigzagueando, chocándose cosas y yo entiendo que algo puede vislumbrarse. Mientras tanto, le digo que puedo entender esa idea. Y recordé cuando hice niños envueltos veganos por primera vez. Durante la preparación, me sentía like a sexy muthafucka, o un arquitecto de los olores y los sabores y fui feliz de que sucediera sin premeditación eso de estar tan concentrado en lo que estaba haciendo para mí, pero sobre todo por estar atento al detalle de que el sabor es algo que se construye, siempre añadiendo -porque no es posible restar-, leyendo una situación caótica general. Pero fue esa vez nomás. Luego, seguí cocinándome, pero como siempre, no poniendo atención más que para controlar el tiempo de cocción de cada cosa, como dice la Carlita que pasa en su matrimonio. Ahí me acuerdo de Seba, que tiene una quinta preciosa, y tenía una idea análoga a la de Mariné, pero agregaba que había que tomar las recetas, siempre, como un punto de partida, y nunca como una cosa inalterable, que es lo que hago yo, mayormente. Y de ahí paso a Gaby, que dice que cocinarse lo que uno siembra te aleja del supermercado, donde abunda el no-alimento, y te acerca a un pulso de conexión con la tierra. Estos recuerdos y esta charla con Mariné, que le brota un portugués involuntario, me llenan de un envión o un valor que decido aprovechar, por su rareza y su infrecuencia, para inventar algo que se parezca a un queso derretido, que tenga un algo de salsa también. Mi intención era enemistarme para siempre con el sobre de queso rallado. Pienso en la paparella para la pizza y empiezo a intuir intervenciones que la lleven por el camino de una salsa. Pelo dos papas y dos zanahorias chicas y las pongo a hervir; aparte, pelo y pico dos cebollas chicas, dos tomates y un diente de ajo. Salteo las cebollas y pongo el agua para los fideos. En la procesadora tiro la papa y la zanahoria -me gusta decirle zanangoria-, agrego unas cucharadas de levadura nutricional, el jugo de medio limón, sal, el ajo picado, un toque de gloriosa pimienta, y proceso; apago el salteado y espero los fideos, cuelo y pongo en la olla del salteado y arriba le tiro el coso que hice en la procesadora. Me senté y probé: el veredicto es que me falta sensualidad. Eso es así. Igualmente, comí todo.

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