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God is in the Waves

F. Isaac Loreto
quiasmo

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Talasofobia: del griego θάλασσα thalassa, mar, y φόβος phobos, miedo.

De tanto en tanto despierto con los ojos clavados en el fondo del interminable abismo de terciopelo azul a donde van a morir las aguas del mundo. Bajo mis pies no hay nada más que cientos de kilómetros de luz atrapados en el frío averno de los marinos. Un amor traicionero, que te asfixia y te engaña dejándote la garganta reseca por la sal. Un amor que miles intentaron olvidar con alcohol barato y el cuerpo lleno de sudor de una mujer barata de puerto.

Y Dios está en las olas. Por eso le tengo miedo al océano.

La hipnótica danza del agua es suficiente para atraer a cualquiera a sus costas, cansado de la soledad callada sobre la seca Tierra e incapaz de soportar un segundo más del silencio contenido en el polvo que sobrevuela las ciudades del hombre.

Pero si Dios está en las olas, ella vive en los espejismos del mar cristalino.

Sólo es posible encontrarla cuando las hebras de plata que descienden de una noche despejada se posan en la marea tranquila de un sueño sin sueños. Es una madre, una amante y una guerrera. Cuando la encuentras, te das cuenta de cuan fútil es el tonto intento de buscar sus sombras contenidas en las demás hijas de Eva.

Las olas en verano son el cálido y elusivo abrazo de un amor inexistente. Son incoherentes susurros sumergidos en la dulce miel de la vulnerabilidad. Siempre habitando a un abrazo más allá; o un hombro por tocar, o una mirada por encontrar.

Y uno jamás puede vivir en el espejismo, por más que se intente. Sabios y necios, reyes y mendigos lo han intentado una y otra vez. La respuesta es y será siempre la misma.

Sólo resta despertar en la arena, una vez más.

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