How long

Norber Tebes
quiasmo
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3 min readAug 9, 2018

Esta canción me produce algo así como languidez. Aristimuño en general me produce eso. Es un sentimiento que entra en el cuero como si fuera un besito sin ruido, pero se expande y le voy quedando chico de a poco; pocas otras cosas me generan esa sensación; pero es un sentimiento provechoso, por lo que de mí me muestra; por ejemplo, cómo reacciono ante eso, de qué estoy hecho para reaccionar ante eso. Se me escapa, y cada vez más, esta cuestión de ver si está bien o está mal sentir sensaciones como la culpa o el temor, o en qué momento es adecuado sentirlas. Este tema de Aristimuño me produce como una languidez que me cuesta entender tanto como resistir. Abro, entonces, el cuerpo a esa sensación, no la evito; la constitución de mis hendiduras se ve abarcada por eso, y por mi parte siento como si me subiera decidido a un algo que no gobierno y que tampoco sé dónde me puede dejar. No le opongo resistencia de ninguna índole.

Debe de haber una parte, al menos, de toda esa languidez que sucede por la nostalgia de vos, o de lo que pudimos ser efectivamente en el plano menos ficticio de toda la cosa. Algo ayudó el hecho indisimulable de que no difería demasiado lo que era cada uno por su lado de lo que era cada uno junto al otro, fuera lo que fuera lo que formábamos juntos. Un principio de languidez durante nuestra relación tuvo que ver con no poder sostener al uno mismo elevado, impulsado por la relación, a través del tiempo, con un darse cuenta del no poder, algo que delataba flaqueza, que según el ánimo podía traducirse como desánimo, como falta de deseo, como ausencia. Se sabe, las piedras aparecen cuando del otro se van conociendo los espacios cerrados, las impotencias disfrazadas, las virtudes sin disfrazar, el combustible del diario existir, que en general no es el otro, y por otra parte está muy bien que así sea. Yo te besaba siempre con gusto a nuevo y a por fin. Aristimuño tiene que ver más con esa oscuridad de cada uno. Me dijiste en determinada oportunidad que te mantuvo a flote durante alguno de nuestros tantos enojos. Aristimuño era el título del momento en que el otro se salvaba aparte, al margen de uno y ya no tanto en el además de. Que no es una mala idea, después de todo, pero le quitaba la fe poética al asunto y vehiculizaba el desgano de uno por otro y circulaba como una rutina que iba tamizando los movimientos particulares hasta que se convertían en nada, convirtiéndonos a su vez en extraños que se preguntaban de golpe quién en verdad era el otro y por qué había un otro en el mismo lugar donde había habido una mano compañera, un cuerpo ganoso del otro cuerpo aceptándose y acomodándose en un barro compartido. How Long me tira de lleno en un terreno sin definición. Hace ya tanto que te fuiste y está bien que así sucediera pero sigo sin entender cómo resultaron las cosas, cómo eran las caras menos ficticias, o cuáles fueron en verdad los cimientos que hicieron posible que nos amáramos rabiando. Mirá que nos tocó una época difícil para querernos, llenos de noticias de milicos matando por la espalda, con tíos de mierda que justificaban femicidios, de tecnopelotuditos sin ningún talento que buscan ser genuinos compartiendo videos de Feinmann y ahora me parece que se hizo lo que se pudo, desde donde se pudo, pero que se nos metió todo eso en el amar: la rabia, la bronca, la tristeza, que contaminaba hasta el mensajito que preguntaba si llegaste bien a casa. Digo esto y pareciera como que el análisis que puedo ofrecer está dentro de los márgenes de la autoindulgencia y qué bronca, eh, qué bronca, qué patético tener buenas intenciones de justicia y terminar en la autoindulgencia.

Te juro que hay veces que quisiera convencerme de que escribir pensando en todo lo que nos pasó (por dentro y, sobre todo, por arriba) es masturbarse con lo poco potable que me queda de nosotros, que de tan lejano parece una imaginación tan maleable que puedo mentirla, estirarla, deformarla y no perder la mueca de estar recordando bien.

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