La lluvia

Patricio Nuñez Fernandez
quiasmo
Published in
3 min readJun 17, 2019

Es quizás la lluvia la compañera ideal de la desolación, pero no alcanzo a descubrir el porqué. Anoche estaba falleciendo, hoy tengo que estar dispuesto para ir a trabajar. El colectivo está atiborrado de gente. Algunos duermen, otros miran atentamente su teléfono. Están los que tienen auriculares y estoy yo, que parado no dejo de ver las ventanillas cerradas y la humedad generando vapor y hedor. Todos los que están sentados del lado de las ventanas duermen abrigados. El único aire que ingresa es el de las puertas en las paradas. Todavía no entiendo el porqué la lluvia es la compañera de la desolación. Tampoco entiendo porqué ella me dejó. Tampoco entiendo porqué nadie puede abrir una puta ventana. Observo con rencor sus rostros, los estudio minuciosamente, no parecen interesados en respirar. Me llevo la mano izquierda a la frente, con la palma la recorro y está perlada de sudor. Dios santo. Tengo puesta una camisa celeste, no puedo ver, pero sé que se notaran aureolas de sudor en las axilas. Sí, se fue. Ya está. Nunca entendió nada. Además era friolenta ¡Abran las ventanas! Ella ahora tendría puesta una bufanda y no le interesaría el clima húmedo del interior del colectivo. Seguramente dormiría plácida, mientras me deshidrato de tanto transpirar. Encima el chófer parece que creyera que maneja una carreta, frena intempestivamente, acelera y a los 20 metros vuelve a frenar. Que calor. Me dejó ahora en otoño y cuesta más conseguir pareja. No dan tantas ganas de salir a tomar algo. Hubiera esperado a la primavera, pero no, la señorita decide dejarme, decide que es necesario tomarse un tiempo para recapacitar. Tendría que haber salido ese día con la amiga de mi prima, pero no, el hombre moral que no engaña, que boludo. Ahora no tengo ganas de hacerme el galán. El olor rancio que tiene el viejo éste. ¿No seré yo? No imposible, si tendría el olor ese me estaría pudriendo, una enfermedad terminal o algo por el estilo. Ojalá me enferme y ella sienta culpa por haberme dejado. Ahí se va a dar cuenta que no tendría lastimarme de ese modo. Que linda está la chica del saco gris. Seguramente ya le habrá arruinado la existencia a varios incautos como lo soy yo. Ocho menos cinco, creo que voy a llegar tarde. Ya ni me importa. Le voy a decir a mi supervisora que me dejó mi novia y estoy descompuesto. No, mejor le digo que estoy al borde de engriparme. Descompostura es demasiado escatológico. Igualmente en este colectivo sin oxígeno cualquier cosa puede pasarme. La del saco gris me está mirando. El colectivero con la frenada me va a sacar el hombro de lugar. Parece que no llueve más. Abran las ventanas. Estoy mareado por el olor del viejo. Quizás la chica del saco gris me está mirando porque piensa que el oloroso soy yo. No me importa, bajo ya. No me digas que se largo a llover de nuevo. Ya está bajo y punto. Decididamente la lluvia no es la compañera de la desolación.

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