Moonrise Swing

Norber Tebes
quiasmo
Published in
4 min readAug 17, 2018

En la etapa en la que fuimos como nenes queriéndose, o más bien amansándose, sentíamos celos de pavadas: de un comentario de Facebook, de los megusta o los meencanta en los poemas, incluso si aquellos hablaban sólo de nosotros. No estuvimos a salvo de dañar al otro, a pesar de toda la lectura acumulada en la perfecta liviandad de la teoría. Hubo un domingo en casa, con todas sus implicancias, que puse Moonrise Swing, de la Familia de Ukeleles en Youtube, como propuesta para pasar del sueño a la vida y que no duela tanto; me dijiste “te gusta ella y por eso te gusta el video” mientras te lavabas los dientes. Quedé como pausado, como un pescadito afuera del agua. Me pregunté cuántas señales legibles doy de algo y no me doy cuenta. ¿Te habrás preguntado lo mismo con respecto a vos? ¿O siempre supiste que yo también me daba cuenta? Mel Muñiz me gustó, cómo no, después de que te fuiste, eso lo recuerdo bien bien; pero no dejo al margen la sospecha de que vos supiste eso antes que yo, antes de que sucediera en efecto. Mis inseguridades crecieron desde entonces y ya no puedo dar dos pasos sin evaluar la conveniencia, o no, de darlos, o de pensar en darlos, de que se me ocurra darlos. Por momentos, incluso, no sé qué soy, o si lo que sigo siendo es como un planeta desprendido de nuestra disolución. Capaz que es antojadizo, pero si pienso un poquito, me parece ver la tristeza en las últimas miradas con que me miraste, como si ya intuyeras que no podíamos continuar. Creo que me lo dijiste en algún momento, que cuando algo que te importa se va cayendo, te endurecés hacia afuera para que no te duela tanto hacia adentro. Carajo, me escribías por messenger o whatsapp y te podía ver la tristeza en las palabras y en las comas, en el cómo estás vos, en el volumen y en la dejadez de tus respuestas, aunque estuvieras contando que te encontraste con una amiga o que habías sacado una canción en el ukelele. Supongo que durante aquel tramo yo también te miraba así, y que me leías así, ya con gajos de lo que alguna vez había sido otra cosa. No se puede hacer nada con tristezas, más que contarlas. Ya habían desaparecido los celos para entonces, pero ahora teníamos la facha que la tristeza nos dejaba tener. Eso se me ocurre ahora, que soy un planeta. Pero bueno, mientras por mi parte estoy armándome otra vez los satélites y las capas de gravedad que me contengan la salud, me gusta pensar que vos te armaste más rápido de lo que lo estoy haciendo yo. Vos tenías esa facultad, de agarrar tus petates y jetonearle al desastre que no te ha vencido y salir caminando hacia lugares más seguros, rota, revuelta, cansada, pero muy decidida. Eso te lo envidié siempre, que lo parió. Cómo te armabas de nuevo en medio de un derrumbe consumado, se te notaba en los ojos como una llamita, una rabia necesaria, y uno entendía que nada te podía doblegar. Yo te vi salir con ternura del sinsentido, de la honda tristeza. Yo, desde mi terreno de pibe fácil de vencer, desde abajo, te vi. Tenías la marca de todas tus anécdotas de dolor, de decepción. Y podías, sin embargo, reinventar la ternura. De hecho, me lo dijiste en algún momento: la ternura es poderosa, es seductora. Esa vez que lo dijiste me pareció poético, aparte porque lo decías vos, como al pasar, como se dice algo que no necesita recusación; te podías haber referido a cualquier cosa, que yo, por esa nube de pedos beige en la que me metía cuando te escuchaba hablar, le veía el viso poético. Pero luego sentí la ternura en la carne, me sentí extraño en mí mismo y ahí entendí lo que querías decir. La ternura es revolucionaria, más cuando afuera huele a borcego de milico y apesta a “buenas personas”, de esas que por ir a la iglesia se autolegitiman para señalar sin pudor lo que no entre en ese círculo perverso, hipócrita y maloliente de las buenas costumbres y la buena moral. La ternura crece en el barro, en el barrio, donde no llegan los carteles luminosos y donde hay olor a salsa anémica por la noche; porque no importa mucho el contexto, la ternura sale y se muestra donde en general ya no se cuenta con relojes ni tarjetas de crédito, la ternura entonces se manifiesta como escudo contra el mal, como una venganza contra la pobreza. La ternura genuina, más genuina cuando ocurre dentro de lo no planeado, en una distracción: como cuando te iba a despertar y vos, medio dormida, me reconocías por entre tus lagañas y me estirabas los brazos y decías que habías dormido como un chancho y me hacías cucharearte; yo que odio eso, igual lo hacía, y te volvías a dormir porque si bien nunca lo admitiste abiertamente, se te notaba, al igual que a mí, el amor por dormir. El amor tiene que ver un poco con eso, digo, con lo de estar en paz en un lugar y quedarse a soñar y alargar la magia que escasea en la realidad.

Mel Muñiz me gusta ahora que no estás. Puedo decir solamente que eso no es planeado, como tampoco estaba planeado el hecho de que no me gustara cuando estabas vos. Yo no sé planear las cosas, por lo demás. Es como mucho para mí, eso. Pero que me guste ahora que no estás es también una manera de nombrarte. Es lógico, por otra parte, si es que soy un planeta, es lógico.

--

--