Okan* para dormir a una Yalodde

J. Madison.
quiasmo
Published in
3 min readJan 13, 2017

(A Octavia siempre)

Siempre supe que nunca me querrías.

Siempre supe que no serías mía

ni aunque yo le prendiera fuego a toda mi quinta

y recapitulara una corona y un trono a tu medida.

Nunca serías mía, ni aunque yo le ofreciera

mi corazón brincando, todavía,

y todas las novelas que aún no he escrito

a una legión de tribus invasoras,

ni aunque yo me entregara en sacrificio

a los dioses, los nuevos, los antiguos

con un salto del ángel,

que hubiera hecho historia, desde el Niágara.

Tú nunca me querrías

ni aunque el “Cierva dorada” regresara

desde la misma muerte victorioso.

No me querrías jamás

ni aunque yo en gallardía le ofrendara

a Yemayá Olokum* desde proa

palomas y guirnaldas de miosotis,

opeles y pulseras de esmeraldas

al despuntar el alba.

Tú a mí no me querrías, me echarías

de una patada a la maldita calle

si un día me encontraras al regresar del súper

exponiendo mi amor en tus portales

porque las musas son solo eso: musas.

Y aunque nunca cediste tu aquelarre

a mis cuitas y llantos de guerrero,

(el miedo a ciertos brujos debilita, como un acorde frena los desplantes

asesinos que guían a las fieras)

yo siempre quise

amor que Dios y el universo se empeñan en negarme,

contigo hacerme tanto, tanto daño.

Y hoy no tengo el coraje de olvidarte.

II

Ahora ya llevo dentro tu veneno

y no hay ningún antídoto que calme

los temblores y el frío traicionero,

las fiebres que producen

los delirios oscuros, los cobardes.

Ya nada puede contener el frío.

Mi cama, todo el piso

es un páramo blanco que me deja

paralizado, listo

para ese festival

de esculturas de hielo que se celebra en China.

Que ingenuo fui al pensar que mi palabra

podría darte el mundo,

que el mundo contenido en esos mundos

en los que yo pasaba

tantas horas evadiendo los míos

cumpliría el milagro de embrujarte.

Pero mi amor jamás podría embrujarte

porque todo mi amor (y mire que yo gasto una pasión

a prueba de catástrofes nucleares),

se moría a dos pasos de tu casa;

tú “Frozen” siempre aparecía y lo mataba

con su vieja katana

ojo de tigre

por más que yo fletara

misiones imposibles a los fiordos

nevados de tu cuarto.

Mi amor no te hace bien, más bien te mata.

III

No más cantos de amor, no más martirio.

No más cuencos de miel

ni wemileres*

desnudo en tus solsticios.

No más naves galácticas,

Yalodde*,

violando tus espacios protegidos.

IV

Te concedo, Yalodde que sostienes con tus himnos

los caminos de dios hacia mis selvas

ese silencio fantasmal que pides,

pues como bien alegas,

ninguna balacera de este mundo puede alcanzar el aura de un difunto

aunque eso signifique que padezca

la violenta condena de morir

bajo ese terremoto que es tu ausencia.

Todo se calla en mí si quiebras en pedazos,

con tu exilio de sedas coloridas

tapiando las ventanas de tu cuarto,

el islote a lo lejos y los barcos

que pueden conducirme

al país de la gracia de estar vivo.

Déjame,

déjame, amor, al menos

un trocito de luz en la ventana

para poder mirarte

cuando vuelva a sentir que estoy muriendo.

Glosario

Okan: Tomado del término yoruba lucumí “Oka- kan”, lazo sentimental indestructible, de corazón a corazón.

Yalodde: uno de los nombres por los que se conoce a Oshun, hija menor de Olodumare y diosa del amor, dueña del río y de la fertilidad. Sus devotos suelen ofrendarle miel y dulces aderezados con canela.

Olokum: hace referencia a Yemayá Olokum, dueña de las profundices marinas y madre de la creación.

Wemileres: celebraciones en honor a las deidades yorubas africanas.

Originally published at eltatuajedesallypersson.blogspot.com on January 13, 2017.

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