¿Te acordás, Marito?

Norber Tebes
quiasmo
Published in
5 min readAug 7, 2019

¿Te acordás, Marito, qué linda que era? Bah, muy linda pa’ mí, digo. Era una de nosotros, boludo. El ambiente se ponía re lindo cuando aparecía y empezaba a contar chistes y nos sacaba de esa penuria de hablar siempre de fútbol, viejo, qué pesados, nosotros siempre de fútbol hablábamos. Y ella venía y me besaba re lindo primero y después se ponía a hablar de cosas más lindas, como de cosas de las relaciones, que nosotros decíamos que era un tema de minitas, y a lo mejor por eso somos y seremos brutos para querer bien, Marito, qué no, porque no sabemos hablar de esas cosas, viejo, nos daba vergüenza hablar de eso. De sentimientos, de querer, pero de hacerlo bien. Nos daba vergüenza mostrarnos vulnerables. Eso era. Ahí lo tenés al pelotudo de Fabián, un ejemplo, que se queja de que las minas lo dejan; viejo, pero si es un bruto. Ni un cachito de autocrítica el Fabián. Siempre la culpa es de las minas, vos fijate que siempre dice eso. ¿O no?
Te digo, para mí, ella fue la que me curó eso de sacarme la piel de duro. Le gustaba hablar, hablaba mucho, me acuerdo. Se aparecía por casa y la vieja la atendía y se ponía a hablar al pedo con mis viejos y le cebaban mate; yo llegaba y ni bola me daba, porque se enganchaba hablando con mis viejos, y también cuando aparecía la Rosita, que hasta el día de hoy se acuerda y me pregunta qué hiciste con esa chica, querido, tan personaje y tan buena, Raulito, vos sí que te la perdiste a esa chica, me dice. Y yo le digo que sí, que qué le va a hacer, doña Rosita. Y sí, hice lo que pude, viejo, pero viste que uno es medio bruto, medio pelotudo. Tomá, yo tengo encendedor. Adentro tengo más diarios, si querés. ¿No? Bueno. Te decía, se casó con el gringo ese que se la llevó de acá. Me enteré por el del correo, el pibe de Velázquez, ese que es primo de la Estela, ¿viste? Pasa que la flaca era un partidazo. Una mina que no se callaba, eso sí. Pero eso estaba bueno de ella. Si te lo ponés a pensar, era como nosotros. Una más. No desentonaba cuando salíamos todos juntos, si nosotros adelante de ella hacíamos las bromas que no podíamos hacer cuando estaba la novia del Letrina, un ejemplo. En cambio, con ella no era así. Podíamos ser nosotros. Una vez creo que me dijo algo así, yo con vos soy, tranquilamente. ¿Te acordás cuando se agarró con el chabón, ese músico, que le robó el vaso de cerveza? ¡Qué momento, boludo! Rojo se puso el chabón después de la cachetada que le dio. Se la merecía, por rata. Rata, pedite un vaso, ¿qué me lo sacás a mí? Sorete mal cagado, le decía. Jaja Decí que estaba Manolito mirando, si no capaz que el chabón se animaba y le pegaba. Pero a ella no le importaba que estuviera o no estuviera Manolito o alguno de nosotros. Ella se mandaba contra cualquier cosa que le pareciera una chotada. Un carácter la flaca, pero qué hermosa. O por eso mismo. A mí me gustan así. Las que no se callan. Eso es otra cosa que aprendí con ella. Que me gusten así. Darme cuenta de eso, quiero decir. Tomá el vino, boludo. Este lo guardé para hoy. Está bueno, ¿viste? Suavecito y entrador. ¿Y esa vez que encaró al Marianito Bertuzzi? Ah, no, esa me pasó a mí con ella. Cuchá, estábamos afuera del pub, fumando, y me dice ¿viste lo que dicen estos pelotudos? No, le digo, ¿qué pasó? Escuchá, están hablando de una mina que le mandó un mensaje a alguno de estos pelotudos, cuando dice pelotudos, lo dice fuerte, para que la escuchen. Eran como 5 chabones, o sea, Marianito y todos los alcahuetes que le soban las medias, ta bien, todos carolos, pero eran 5; yo estaba solo, bah, con ella. Mejor dicho, estaba sola. No, pará, no… no, sí, sí, ya andábamos en esa época. Bueno, no importa, el tema es que empezó a hablar fuerte para que la escucharan, y la escuchaban. Los pibes no le dijeron nada y siguieron hablando, pero más bajito. Decían que una mina que te manda un mensaje a las 4 de la mañana es una mina regalada y con esas minas no se puede ponerse de novio. La flaca me decía que los tipos le tenemos miedo a una mina que encara, a una mina que desea. Como que los descoloca. Nos descoloca. Son unos pelotudos, me decía, riéndose. Yo no lo entendía en ese momento. Ahora sí. Los chabones estaban en la puerta del pub y ella me dice, teneme el copón que voy al baño. Y pasa adelante de ellos, los corre con el brazo, porque los pendejos estaban bien en la entrada, y les dice lo más pancha “a ver, campeones de la vida, déjenme pasar, qué clara que la tienen ustedes ¿eh?” Los chabones me miraron a mí, y yo no dije ni mu y volvieron a mirar la conversación en el celular y opinaban sobre qué clase de mina era o no era, según lo que iba escribiendo. Cuando la flaca viene del baño, pensé, acá se arma, pero el Marianito se corrió solito y la dejó pasar. Si le hubieras visto la cara al pendejo. La flaca algo tenía, se hacía respetar. Claaaaaro, tenía como una presencia, tenés razón, eso mismo.
¿Vos decís que ella habrá cambiado? Para mí, no. Aparte, ¿quién no va a querer irse de acá, loco? Yo, si tuviera la oportunidad, me voy. Vendría, sí, a visitar y todo, pero de acá me voy. A mí el barrio me encanta pero me da tristeza también. Y si uno se acostumbra a la tristeza, está listo. No creo que se haya vuelto cheta, y de última qué importa. Bah, qué me importa a mí, ahora, después de que pasó todo, digo. Se casó, quién lo diría. Pero no, boludo, no me pongo mal. Yo tengo un buen recuerdo de ella, pasa como que saber que se haya casado no es… cómo se dice… emmm… no es como lo que era ella, no sé si me entendés. Claaaaro, no es compatible con lo que me acuerdo de ella. Eso es, ahí está. Es como si fuera otra la que se casa, otra flaca aunque sea ella. Me acuerdo que en el casamiento del Juli me dijo, mientras bailábamos, “ni se te ocurra alguna vez hacer esta gansada, de proponerme casamiento, menos en público, porque vas a quedar en ridículo”. Me acuerdo que le dije que no me parecía mal, que las personas que se casan es como que hacen una apuesta de amor o no sé qué boludez. Y me dice que el amor no tiene nada que ver con el casamiento, como dijo no sé quién. Me acuerdo que me enculé. Y bueno, boludo, me cayó mal, qué le voy a hacer. Soy pelotudo. Y en esa época, más todavía. Pero ella siguió bailando. Sola. Bailaba sola. Y me tuve que levantar otra vez a bailar porque no quería que supieran que habíamos peleado. Qué personaje la flaca, boludo. Qué linda que era. Naaa, no la extraño taaanto, bah, no sé, lo normal, lo que se extraña a alquien que te quiso mucho. No sé, qué sé yo. Dale, ta bien, hablemos del partido, dale.

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