Wacha

Norber Tebes
quiasmo
Published in
5 min readMar 26, 2019

Wacha te cuento

a vos que te gusta

saber mis trivialidades

saber de mí quiero decir

me levanté y vine a laburar con lagañas

saludé a los chicos de administración

prendí la pc y abrí el Corel

y me quedé mirando la pantalla

gris clarita

recostado en la silla giratoria.

Así estuve un rato largo.

Pensé en poner la pava pero no me pude mover.

Sentía como un sistema de pliegues

viscoso

atado a la espalda

que iba en dirección a casa.

Que venía, quiero decir,

de esa dirección.

¿Tendrá algo que ver el contraste

para que aparezcas vos partiendo esta nada

en partículas de sentido?

Ya tengo 40 wacha.

No sé qué me viste.

No sé por qué insistís en desarmarme

casi todas las noches

abrir ventanas a la luz

investigar los cajones y buscar alguna remera que te quede

ir a retar a las nenas que ladran afuera

quién sabe a qué.

Cada vez que te miro caminar

sonriendo con el pucho en la boca

las dos manos intentando reacomodar tu pelo

pienso que esto no puede durar.

Vos no conocés a Dolina

pero a él le escuché decir que hay momentos

de magia que conviene dejarlos trabajar

en la urdimbre de una fe poética

y no romperlos con filos o verdades.

Por eso no te dije nada anoche.

Pero lo sentí.

Esto no puede durar.

¿Será que uno está viejo y empieza a pensar en caducidades,

utilitarismos?

Por esto de la edad

acumulé bastantes ojos desilusionados

cuando me vieron realmente

es decir

ya desalojada la fe poética

la idealización inevitable

pareja de la calentura

cayéndose

ante un yo evidente.

Y decidí que no quiero más de eso.

Por eso fue que esa vez que nos conocimos

en la comilona del Rafael

te dije que no puedo construir nada

que me falta habilidad.

Wacha

no te importó.

Te sonreías como si desafiaras todas mis experiencias

“ma qué” dijiste

y tomabas

y bailamos

o bailaste y yo miraba casi quieto y te hacía girar.

Tenés coraje, wacha,

qué querés que te diga.

Fuimos a casa

y empezaste a mandar

amorosamente

yo entendí que de nada valían más advertencias.

Aparte, pienso ahora, ¿advertencias de qué?

¿Contra qué?

¿A esta altura uno va andar pretendiendo no lastimarse?

¿Quiénes nos hicieron creer eso?

Sí, ya sé.

Me dijiste que ya sabías cuidarte de payasos como yo

que se deshacen en advertencias y

aburridas etiquetas parental advisory.

“Dale, guacho, dale, besame y callate”.

Besame y da la vuelta.

Las nenas ladraban y hubo que ir a saludarlas al patio

acariciarlas

hacerles saber que adentro papá tenía visita

para que entendieran que

había tormenta con demolición más o menos controlada.

Tenías gusto joven de cerveza Brahma.

Me acordé de cuando era joven

sabés

y todo

y todos tenían gusto joven de cerveza,

No te lo dije, obviamente.

Para qué.

Me acuerdo que

mientras me sacabas la ropa

pensaba en las propias ficciones que uno se arma

incluso sin querer

para esquivar el zarpazo

de las muchas caras de la soledad.

¿Quién había dicho eso?

Que la única responsabilidad es con la propia soledad.

No me acuerdo.

No te lo dije, obviamente.

Para qué, wacha.

Estabas ganosa,

poderosa estabas,

haciéndote cargo pero de tu calentura

conduciéndola por entre los sillones

y el piso mal lavado el día anterior.

Todavía me duele el pie

por haberme llevado puesta

la cómoda

que sí

que está muy cerca de la puerta.

No importó, dije “ay! la puta!”;

no me escuchaste.

No sé qué me viste.

Qué me ves

qué ficción abrazable te armaste.

Después de acabar,

me hice el boludo

y fui a buscar un vaso de Terma a la cocina.

Vos querías cerveza.

Me seguí haciendo el boludo

para tomar aire

y te leí un poema del libro de Casas que estaba

a mano

ese es el detalle

en la mesita de luz.

“No entiendo una mierda, boló. Dale, vení, no te pongás pesado”

Todavía escucho la risita.

Hay algo de tu insolencia que me cae bien

aunque parezca extranjera

dentro del círculo demasiado serio

con que te recibo todas las veces.

Te cagás en eso.

Eso es lo que me cae bien.

Luego de que te fuiste

me di cuenta de que hicimos todo lo que vos quisiste

como lo quisiste.

Te lo escribí por whatsapp.

Me contestaste “ovio wahin”.

“Wachin”, corregiste luego,

carita con lengua afuera.

No me podía levantar luego.

Ni anoche.

Ni todas las noches

ni todas las mañanas,

me da la sensación de que cargo con esta pesadez

de toda mi vida.

Esta sensación de tener que estar luchando contra algo,

siempre,

en todo momento,

incluso durante el peso aterrador del ocio.

Incluso cuando intento liquidarte la calentura

con retorcimientos

con benevolencia.

Te vas a ir, wacha.

Te vas a cansar

lo sé

cada que me escribís para vernos

te vas a cansar de tan poco

de que me cueste tanto ese poco.

Lo pienso cada vez que aparecés por la puerta

sin avisar

y te reís de que me cueste lavar el piso

sin dejar las marcas del secador,

cada vez que pretendés disolverme la angustia

ya cada vez más compañera

con los años.

Abro la caja de texto del Corel.

Escribo “te. Vas a. Ir”

que es como lo escribirías vos

por whatsapp

elijo la tipografía Bookman Old Style

centro apretando la tecla p

y me quedo mirando eso.

Le pongo un fondo degradado

de cyan al blanco

que es el único que uso cuando diseño sin marcaciones

de parte de los clientes.

Además

ese “te. Vas a. ir”

es un texto muy fuerte

y como tal necesita un fondo suave.

Espero tu mensaje

en algún momento de la mañana

con una ansiedad que no entiendo bien

colaboro con esa ansiedad

respirando con fatiga

haciendo como si hicieras cosas.

Espero que hoy no

que no te vayas hoy.

Voy a poner la pava

para empezar a laburar

wacha.

Escribo algo de esto

para contártelo

solapándolo con matices estudiados

a destiempo

sin oficio

se va a notar igual

para el ojo que ya sabe leer la causa

y la ontología.

No me gusta lo que escribí.

Te mando un mensaje

wacha linda

como preparándome para tu afán de exagerarlo todo

miro cómo el celular

que tiene a las nenas de fondo de pantalla

se apaga de a tramos para bloquearse finalmente.

No sé por qué me meto en estos quilombos

sin tener lo necesario

de verdad no sé.

Pienso en un poeta de Varela que cada tanto dice

qué lindo quilombo esto de amar.

Dejarse amar también lo es.

--

--