Músicos en el Subte: el arte a voluntad

Un grupo que toca música clásica, un anciano con su acordeón y una guitarrista de blues. Historias de los que se ganan la vida en las entrañas de la tierra y a la vista de miles de pasajeros.

Alicia Pendón
Radar UAI
9 min readNov 21, 2019

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“¡Salud, maestro!”

El ancianito con el pelo blanco levantó la mirada de su acordeón y la dirigió hacia el origen de aquel grito. Era un hombre vestido de traje, con un maletín negro en la mano y una sonrisa bonachona en la cara que se inclinaba sobre el encogido ancianito. Este también sonrió, y sin dejar de tocar el acordeón, lo saludó con igual emoción.

Freddy Villegas con su grupo No tan clásico/ Alicia Pendón.

En el Subterráneo de Buenos Aires se ven a diario en las estaciones e incluso dentro de los vagones a muchos artistas callejeros. Según el presidente del Frente de Artistas Ambulantes y Organizados (FAAO), “hay cerca de 260 actuando en las líneas del Subte”.

Estos muestran su arte a cambio de “una amable contribución, un aplauso, un pulgar levantado o una sonrisa”, como dicen algunos de ellos. Y muchas veces reciben eso y más. Pero una vez que los pasajeros salen de nuevo a la calle olvidan a ese ancianito con acordeón que les ha hecho más ameno el viaje y de cuya vida no saben nada.

Enrique Fasuono es uno de esos artistas: “Me dedico también a reparar los acordeones. Hay muy poca gente que lo hace, como ahora es todo eléctrico y se han dejado los instrumentos artesanales”.

Antes daba clases de música. El hombre de oficina que le saludó había sido uno de sus alumnos. “Estoy jubilado pero me gusta transmitir el don. También quiero transmitir la técnica de mi maestro. Él falleció hace más de diez años”.

Enrique actúa en las mismas estaciones dentro del Subte: los lunes, miércoles y viernes está en la estación Lima, en la línea A, y los martes y jueves, se encuentra en la estación Diagonal Norte, en la D.

Junto a su trabajo, arreglando acordeones, le llega lo bastante para vivir, ya que no tiene una familia a la que mantener: “Mi señora falleció hace más de tres años. Era una mujer de fe”.

Como Enrique, muchos otros artistas disfrutan trabajando en el Subte y aunque podía comenzar como un trabajo, poco a poco se vuelve más que eso: “Es una manera de hacer llegar nuestro arte a las personas de una manera inesperada”.

“Y también lo vemos como una forma de trabajo”, comenta Freddy Villegas, “Digamos que equilibramos esos dos aspectos que aporta un lugar público en lo que nosotros hacemos, que no es necesario la formalidad en todo lo que hacemos”.

Enrique Fasuono, artista callejero/ Alicia Pendón.

Freddy toca el violoncello y forma parte de una banda llamada No tan clásico.

Actúan de cuatro a cinco veces por semana en distintas estaciones de las líneas D, E y H, que son las más utilizadas por los artistas para sus actuaciones, debido a la amplitud de algunas de sus estaciones, como es el caso de Plaza Italia. A veces, cuando hace buen tiempo, a Freddy también se lo puede encontrar en Puerto Madero, al aire libre.

“Normalmente estamos en la estación Bolívar, de la Línea E, y en algunas de la Línea H, como las que son Corrientes, Santa Fe… ahí vamos rotando. Solemos venir en las mañanas. Entre dos y cuatro horas, estamos realmente aquí”.

En Plaza Italia también se encuentra trabajando Carlos Avier, quien toca el clarinete, además de pasear mascotas: “Al principio sí comenzó por el tema del dinero pero, después, mira, te diría que ya es en partes iguales”.

Carlos llegó desde Venezuela hace dos años pero se dedica a la música desde los doce: “Me gusta y si haciéndolo me entra algo, buenísimo”.

Pueyrredón es una estación más concurrida, tanto por pasajeros como por artistas. Bajo un cartel que señala la línea D, se encuentran compartiendo espacio una vendedora ambulante y una chica que toca el bajo con los ojos cerrados y la cabeza bien alta.

María del Sol estudia danza y teatro en la Universidad Nacional de las Artes (UNA) y con el dinero que gana de las actuaciones que realiza todos los días paga el alquiler de su piso, la comida y el transporte. “Tuve la suerte de tener estudios y de que mis viejos me lo pudieron pagar. Es un privilegio”.

Lleva poco dedicándose al arte callejero; desde marzo de este mismo año se deja ver por la línea H, tocando con su guitarra canciones que mezclan sus acordes con las de algunos grupos de blues, como Memphis o La Mississippi. Al principio le costó pero ya sabe moverse por este ambiente, qué estaciones son las mejores y los horarios más convenientes.

Otro artista que se encuentra en esta línea es Luis Altamirano, quien tiene cincuenta años, estudió una carrera de administrador de empresas con especialidad en marketing y publicidad, es cantautor y saxofonista y hace cuatro años comenzó a actuar en el Subte:

“Trabajaba en dos productoras, que cerraron hace poco más de cuatro años y me quedé sin trabajo. Es complicado conseguir empleo después de los treinta y ocho en cualquier lugar y sobre todo buscar ganar lo que necesitaba ganar. No solamente para mí, sino para la familia. Entonces, como desde los once años me dedico al ámbito musical, retomé esa línea de trabajo, porque era lo que más directamente me podía permitir generar ingresos, seguros y diarios”.

Luis tiene mujer y suegra, pero ningún hijo. Además de tocar en el Subte, también se le encuentra en bares, discotecas, eventos privados y teatros. Pero sus ingresos principales los saca del arte callejero:

“Arranco a las ocho o nueve de la mañana, todos los días, y termino a las once de la noche, todos los días”. Debido a esto, Luis asegura que el arte callejero es “un trabajo como cualquier otro trabajo, con sus horarios y su esfuerzo. No es un hobby”

Y así es como lo ven todos. Especialmente en sus ingresos.

Luis Altamirano, artista callejero/ Alicia Pendón.

Lo que gana cada uno es distinto; depende del tiempo que le dediquen y de lo que aspiren a conseguir.

Mientras que Freddy, con cuatro horas, gana cerca de 800 pesos diarios, otros artistas, como Carlos o Luis, llegan a conseguir entre mil y mil quinientos pesos.

María del Sol lleva poco como artista callejera y tiene menos experiencia, por lo que solo consigue 500 pesos diarios, pero eso le llega para pagar el alquiler.

Entre mil y mil doscientos pesos diarios es más o menos el promedio que ganan los artistas en el Subte, con ligeras variaciones dependiendo de varios factores.

Sin embargo ha habido veces en que el arte callejero no se ha percibido como un trabajo propiamente dicho. Muchos artistas han encontrado problemas a la hora de actuar en el Subte, especialmente con los guardias de seguridad o los empleados de Metrovías, quienes afirman que no pueden trabajar en los andenes si no poseen un documento o permiso que los acredite.

Respecto a este permiso, los mismos artistas dan respuestas diferentes sobre la forma de conseguirlo, o si realmente necesitan uno para actuar: “Legalmente no se necesita ninguna habilitación porque no es delito, ya que el subte entra en lo que son espacios públicos”, afirma Carlos Avier, “pero sí hay funcionarios tanto de Metrovías como la policía de la ciudad que a veces, es como que le complican la situación a uno”.

María del Sol, artista callejera/ Alicia Pendón.

“Sí, hay un permiso que lo otorga el Subte de Buenos Aires”, confiesa Freddy Villegas, que dispone del permiso, “es un permiso que te avala para poder tocar. Sin embargo, se puede tocar sin tener permiso en ciertas estaciones en las que no te dicen nada, pero con el riesgo de que si viene una autoridad, te lo puede pedir y te saca del Subte”. Dentro de la página de Metrovías se puede encontrar todo el proceso a seguir para conseguir ese permiso.

Luis puntualiza que no se trata de un permiso sino de un “registro”:

Por ley nadie nos puede prohibir trabajar como artistas musicales en ningún espacio público o de tránsito público. Hay una sentencia del Poder Judicial de la Nación que aclara que los artistas que trabajan a la gorra, o sea, sin una remuneración fija, sino a voluntad del público o del pasajero, no son ruido molesto y no pueden ser objeto de contravención. Aparece en el Código Contravencional. No hay formas de que nos lo prohíban”.

En 2018, el poder Ejecutivo quiso hacer una reforma del Código Contravencional que regula, entre otras cosas, la actividad artística en la vía pública. Dicha reforma incluía que el arte callejero “a la gorra” fuera considerado delito. Esto llevó a que muchos artistas fueran “sacados” de su lugar de trabajo por la policía de la ciudad o la seguridad de Metrovías.

Gracias a las protestas organizadas por los mismos artistas y a una sentencia anunciada ese mismo año por el Ejecutivo, se determinó en el Código Contravencional que el arte callejero no es delito, ni es considerado “ruido molesto”.

Sí es cierto que existe una reglamentación para controlar que no obstruyan las vías ni las salidas de emergencia, y también existe un registro que ha de hacerse en el Instituto Nacional de la Música (INAMU). “Pero no tiene que ver con permisos para trabajar en el Subte, sino que cualquier artista que se dedique a la música se puede registrar de manera automática”, puntualiza Luis.

Carlos Avier, artista callejero/ Alicia Pendón.

Dentro del Subte pocos son los artistas que conocen la existencia de este registro. La gran mayoría actúan sin tenerlo: “He conocido a muchos amigos que lo quisieron hacer y había mucha burocracia, que no va para ningún lado y que desde la misma institución no hubo respuesta, no hubo agilidad”, afirma María del Sol, “A ver, esto es una realidad. Yo tomo esto como un trabajo, yo tengo que salir todos los días y no voy a esperar un permiso. No se puede estar prendido de algo que no llega, que no pasa nada. Y lo podemos hacer igual. La verdad es que no lo pienso hacer”.

Por otro lado, la existencia de estar nueva reglamentación no evita que los artistas sigan teniendo problemas con algunos empleados de Metrovías o incluso con la Policía: “Siempre con alguien de Metrovías o de seguridad de Metrovías o un policía. Es frecuente”, comenta Carlos, “A otros compañeros casi no los dejan trabajar pero yo, gracias a Dios, no he tenido muchos inconvenientes. A lo sumo me dicen que le baje un poco el volumen”.

Luis niega haber tenido problemas con la seguridad de Metrovías, aunque sí los ha tenido con “muchos policías de la calle, de la ciudad, que no están informados de que existen esos artículos, no todos están al tanto”. Ello implica que aún deban tener cuidado a la hora de decidir en qué estación actuar, ya que existe el riesgo de que los echen.

Por ello, muchos de los artistas se han puesto en contacto entre ellos y se han organizado para poder ayudarse cuanto se pueda, llegando a crear grupos de WhatsApp y a guardarse los sitios para el siguiente que quiera tocar en una estación: “Realmente en el Subte estamos todos conectados”, comenta Freddy Villegas, “Es una red, una comunidad”. De esta forma, si alguno llegase a tener un problema, pueden comunicarse para ayudarse cuanto puedan. No es el Subte la única red que hay bajo Buenos Aires.

Fuentes: Perfil.com, Infobae, Buenos Aires Ciudad, Metrovías, Clarín, Instituto Nacional de la Música (INAMU).

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