Muerte en línea

Flor Allegue
8 min readNov 21, 2019

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Hace 15 años las salas de chat eran la forma más común de relacionarse. Así fue como Sebastián conoció a la persona que iba a estar para siempre con él, o al menos eso creía. Porque ésta no es la típica historia de amor.

Tras semanas de conversar en el chat de Terra, por fin iban a verse cara a cara. Sebastián estaba nervioso porque era su primer encuentro en persona con alguien que había conocido a través del sitio.

Se puso su mejor traje y se dirigió hacia el café de la Avenida Arístides, en pleno centro de Mendoza. Había elegido ese lugar porque unas amigas vivían por la zona y si algo salía mal, tenía a quién acudir. Luego de unos minutos, lo vio entrar: alto, pelo oscuro y corto, con rasgos norteños y ropa más grande que su talla, usaba lentes rectangulares con marco fino de metal. Horacio era todo lo que esperaba y más.

Sebastián sintió una conexión instantánea. Al poco tiempo ya estaban de novios. Como Sebastián no había “salido del closet” con su familia, presentó a Horacio como un amigo más. “No quería arriesgar que mi familia se entere que Horacio era mi pareja, así que tratamos que nuestros amigos estuvieran siempre cerca”, explica Sebastián. Esos amigos más íntimos eran los únicos que sabían de su relación.

Actualmente, el 70% de los argentinos utilizan apps de citas según una investigación llevada a cabo por el sitio Loventine.com. El 60% de esos argentinos no tienen hijos, mientras que el 15% tiene tres o más. Al momento de empezar una conversación, es más común que los hombres tomen la iniciativa. Las edades promedio son de 35 para las mujeres y 40 los hombres. La gran mayoría busca pareja en el mismo país, Argentina (94%), y específicamente el 74% busca pareja en su misma ciudad ya que no están dispuestos a viajar.

Horacio vivía en la ciudad de Mendoza y Sebastián en San Rafael, donde trabajaba en un estudio de abogados mientras estudiaba para ejercer como juez. Se veían cada 15 días por los 235 kilómetros que los separaban, en la finca de Sebastián, en San Rafael.

Sus amigos, que siempre los acompañaban, llegaron a conocer poco de la vida privada de Horacio. “No tengo relación con mis padres porque nunca me aceptaron luego de contarles que era gay” había comentado en una ocasión, dando a entender que no le gustaba hablar mucho de su intimidad.

“Al conocer a alguien nuevo nos invade la sensación de que todo es perfecto”, explica la psicóloga Mariana Garibaldi. “Lo instantáneo e inmediato de la tecnología hace que con un clic conozcas a alguien que genera nuevas fantasías y nos hace olvidar los problemas por un rato. Aunque no hay que olvidarse que la fantasía supera la realidad, por eso la fantasía es fantasía y por eso muchas veces es mejor dejarla en ese lugar”.

Pasó un año de relación y salidas de fin de semana donde se turnaban para visitarse. Sebastián iba cada vez más a la capital de la provincia, no le importaba tener tres horas de viaje en auto con tal de ver a Horacio y estar dos días juntos sin tener que esconderse. Era liberador para ambos. Cuando Horacio iba a San Rafael, se hospedaba junto a Sebastián en su finca, donde pasaban las noches cenando y bebiendo. La familia de Sebastián también formaba parte de las juntadas, al igual que los amigos.

Llegó el cumpleaños de Horacio y lo festejó en su departamento con Sebastián y los amigos que tenían en común. “Su casa reflejaba su personalidad”, dice Mercedes, una de las amigas de Sebastián. “Horacio era sencillo, siempre vestía los mismos colores opacos, caquis o negro. Su casa era igual: beige pero con mucha luz. Lo único que destacaba eran las dos lámparas enormes que tenía, que él mismo había hecho”.

El lugar parecía vacío, no tenía muchos muebles, sólo una mesa de madera para seis personas y un sillón, y estaba decorado con una alfombra. “No habían cuadros ni fotos porque decía que lo entristecía, le recordaba a su familia y el hecho de que no lo aceptaran como era”, recuerda Mercedes.

“La identidad digital no tiene siempre que ver con la identidad física de una persona” expresa Gabriel Zurdo, miembro de BTR Consulting, una empresa dedicada al cyber security que brinda datos surgidos en redes sociales.

Una encuesta reciente realizada por dicha empresa, dio a conocer cómo los usuarios comparten su información en las redes: el 58% publica sus números telefónicos, más del 30% menciona su lugar y horario de trabajo y el 22% comparte información acerca de su casa. Casi sin darnos cuenta, nuestros datos más personales están disponibles para personas que no conocemos.

Lunes 9 de marzo de 2006. Horacio se presentó en casa de unas amigas de Sebastián con un tajo en la frente, las manos enrojecidas como si hubiera peleado, la remera celeste y el jogging que llevaba puestos con manchas de sangre. Exaltado y con una actitud extraña dijo que lo habían asaltado en la plaza. Sebastián viajó de inmediato desde San Rafael para estar con él.

Lo único que pedía Horacio era tomar Fanta. “Eso me va a levantar”, decía. Como en la casa no había más que agua o alcohol, fue junto a la amiga de Sebastián a comprar al kiosko a dos cuadras de la casa. “No me dijo nada raro. Me preguntaba a mí cómo estaba”, cuenta la joven. Esa noche cenaron todos juntos y a la mañana siguiente Sebastián volvió a su ciudad para seguir con su trabajo.

A las pocas horas, Horacio lo llamó y le dijo: “Te tengo que confesar algo: maté a alguien”. Sebastián se quedó helado. No podía creer lo que estaba escuchando pero no quiso dejar que sus sentimientos se interpusieran.

“Entregate” fue lo primero que llegó a decirle. “Voy a poner un abogado a tu disposición pero nunca menciones nuestra relación ni que estuviste con mis amigas, dejalas fuera de todo esto” le dijo Sebastián, quien no podía creer que la persona que amaba y a quien había metido en la vida de sus amigas, fuera capaz de una cosa así.

Tras colgar el teléfono, se comunicó con sus amigos para contarles la desgarradora noticia de la que, en poco tiempo, se estaría hablando en todos los medios locales.

Los diarios del día siguiente titulaban: “Se entregó sospechoso de matar al profesor”, “El asesino del docente mendocino se entregó y confesó cómo lo degolló”, “Diego Lisa era buscado por la policía desde que el cuerpo de Abdulatif apareció en su departamento”. Un hombre con la misma vestimenta que tenía puesta Horacio el día anterior y con la cara encapuchada estaba siendo llevado en el patrullero a la comisaría.

Carlos Cuevas, profesional en Psicología de la Universidad Nacional de Colombia explica que, al momento de conocer a alguien a través de una app, “hay cosas de nuestra identidad que permanecen más o menos estables y constantes y otras que pueden ser más periféricas que cambian según el entorno. De este modo, podemos ser unas personas con unos valores y principios estables, pero que pueden mutar dependiendo del contexto”.

Sebastián llegó a su casa después del trabajo, puso el noticiero y al escuchar ese nombre, se dio cuenta que no existía ningún Horacio y que su relación de tres años había sido una farsa.

No lo podía creer. Se sentía defraudado por haber confiado en alguien que le mintió durante tanto tiempo. Culpable de haber dejado entrar a Horacio en la vida de sus amigos, los llamó para pedirles disculpas. Reunió a todos en su finca donde se atrincheraron durante días, pensando en lo ocurrido y en las situaciones que habían vivido.

“¿Cómo no me di cuenta?”, se preguntaba Sebastián. Jamás sospechó nada pero recordaba haber visto una vez un sobre a nombre de ‘Diego Lisa’ en su departamento. Horacio no se inmutó y con tranquilidad le dijo que era del inquilino anterior.

Del caso de la desaparición de Juan Abdulatif, profesor de Historia de la Universidad de Cuyo, se hablaba en los medios hacía días. Tras haber encontrado el auto del docente, la policía llegó a un edificio de la calle Montecaseros al 1500 al que iba frecuentemente. En el departamento ‘D’ del segundo piso encontraron su cuerpo, dentro de un placard y degollado. Tenía cortes de arma blanca en el cuello, espalda y abdomen.

El especialista en psicología forense, Roberto Casanova, explica que “una persona de rasgos neuróticos que se encuentre ante una situación que lo desborde emocionalmente o incluso, en defensa de su propia vida o de un tercero, puede llegar a matar. Esto puede darse, por ejemplo, en los casos conocidos como de emoción violenta”. Y destaca que “no es lo mismo el que planifica un asesinato como el psicópata perverso, que aquella persona neurótica en algún momento desborda emocionalmente y mata”.

En 2007, un año después del asesinato, la Fiscalía y la defensa llegaron a un acuerdo sobre el tiempo de la pena. Diego Lisa fue condenado a 11 años de prisión por el delito de homicidio simple, en realidad le correspondían de 8 a 25 años de prisión.

El docente había mantenido una relación con el acusado por meses tras conocerse a través de un chat de citas, como con Sebastián. El único detalle que la prensa no sabía era la relación que habían mantenido “Horacio” y Sebastián.

Durante semanas, Sebastián se encerró en la finca con sus amigos, quienes lo acompañaron a lo largo del proceso de ‘duelo’. Recibió ayuda de psiquiatras y estuvo bajo un tratamiento psicológico. Así logró seguir adelante con su vida.

Ocho años después de la condena de Diego, Sebastián ejercía como juez. Gracias a los tratamientos psicológicos y con ayuda de sus amigos, logró superar el trauma que le generó esta experiencia. “Pongo en la balanza los pro y contra de utilizar un sitio web para conocer gente y busco verle el lado positivo. Allí encontré gente que hoy en día siguen siendo mis amigos y que forma parte de mi familia”, reflexiona Sebastián.

“Estuve años yendo al psicólogo y al psiquiatra para entender que no era mi culpa, que no era un tonto que había confiado de más. Me sirvió para darme cuenta que era un caso aislado, un riesgo que se comete al conocer gente por Internet, pero que no es una regla. La regla es conocer buenas personas como mis amigos”.

Dramatización

Como parte del tratamiento se animó a darse la oportunidad de conocer a alguien a través de Internet. Así fue como empezó una relación con José, con quien se casará a fin de año. Gracias a él pudo ‘salir del clóset’ con su familia, quienes recibieron a José con los brazos abiertos.

Al principio el noviazgo no fue fácil, tuvieron muchas idas y venidas de por medio por temas de inseguridad, desconfianza y el hecho de que José aún no le confesaba a su familia su orientación sexual. Aun así, pudieron salir adelante.

En cuanto a Diego, hoy ya está en libertad. Cada tanto es tema de conversación entre Sebastián y sus amigos. Uno de ellos, Martín, se lo cruzó algunas veces en la verdulería. Al verlo desde lejos, le sorprende cómo se mezcla con la multitud, como si fuera alguien más del montón: más delgado de cómo lo recuerda, canoso y encorvado. “Pareciera que la vida lo hubiera pasado por encima”, pensaban.

Sebastián se pregunta con quién se estará relacionando después de tantos años, si ahora tiene una vida normal, si su “nuevo entorno” sabrá lo que hizo ese hombre que hoy en día se ve como un vecino, alguien que pasea al perro o al que ves pasar todos los días al volver del trabajo. Uno de los tantos hombres de Grindr, Tinder, Happn… y no un asesino.

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