Venir a ciegas a un país desconocido

Azucena y Andrea son dos venezolanas que vinieron a rehacer sus vidas a la Argentina. Cómo es su vida cotidiana y cuáles son los obstáculos que deben enfrentar para sobrevivir.

celemazan
Radar UAI
4 min readNov 14, 2019

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Azucena y Andrea en Venezuela

Como la mayoría de los extranjeros venezolanos, Andrea Tolosa y su prima Azucena Gutiérrez, vinieron en la ola migratoria del 2018.

Dejaron atrás un país en plena dictadura, la de Nicolás Maduro, y una familia que apenas tenía para comer. Vendieron sus pequeñas cosas de valor para que ellas, que eran las más jóvenes de la familia, pudieran estudiar y trabajar rudamente. El objetivo era ahorrar y sacar de a poco a toda su familia de allí.

Un 2 de abril llegaron a la Argentina sin trabajo, sin hogar y con un poco menos de 800 dólares.

“Vinimos a ciegas. No sabíamos que nos esperaba en Argentina, pero seguro que algo mejor que Venezuela”, comenta Andrea con tono triste y una mirada caída.

Ella forman parte de un colectivo que buscan nuevos y mejores horizontes. Gente que se aleja de sus casas, de sus familias, de sus trabajos, de sus vidas cotidianas para buscar otra opción distinta a la que conocen o viven.

Deciden cruzar miles de kilómetros para llegar a una nueva tierra donde tendrán que esforzarse más que los habitantes locales para obtener los mismos beneficios.

¿Pero quiénes son y cómo llegaron los venezolanos que eligieron Argentina para vivir?

En el primer trimestre del 2019, se radicaron en nuestro país 40.000 venezolanos, una cifra significativa si se tiene en cuenta que el año pasado fueron 70.531. En apenas tres meses ya entraron más de la mitad de los que ingresaron en el 2018.

Andrea es una joven de 22 años, que estudia farmacia en la universidad Arturo Jauretche. Su prima Azucena es 3 años más chica .

Universidad Arturo Jauretche

Ambas trabajan en un local de comidas rápidas de la cadena McDonalds para solventarse económicamente. Trabajan 12 horas por día.

Ganamos $8.000 cada una, lo que implica que este dinero no alcance para que podamos alquilar, pagar impuestos y comer”, señala Andrea con tono desesperante.

En sus tiempos libres limpian casas para tener un ingreso más. Pero sin embargo el dinero sigue sin alcanzar.

El desarraigo, la nostalgia y la pelea diaria les pone desafíos permanentes.

Pero nada las detiene. “ Todas las noches me acuesto y pienso que es lo que vine hacer y porque, y eso de me da fuerzas para seguir adelante ”. Lo piensa Azucena en voz alta, quien además de huir de una dictadura y buscar un futuro en Argentina, vino a curar una enfermedad terminal como es el cáncer en la sangre (leucemia).

Sobrellevar esa enfermedad en su país le resultaba muy difícil. Aquí, la salud es pública y Azucena puede realizar los tratamientos para recuperarse.

Así y todo, Azucena trabaja de sol a sol, igual que Andrea.

“Para mí el cáncer no es un impedimento es un desafío”, subraya Azucena mientras prepara pedidos para los clientes.

Era un día domingo al medio día, el McDonalds de la Av. Calchaquí explotaba de gente. Andrea y Azucena ingresaban a su turno con cara de cansadas y con sus ojeras marcadas en sus ojos. El día anterior habían limpiado 4 casas y cuidaron un niño de tan solo 1 año.

Son dos chicas con aspecto vulnerable, pero sin embargo quien las conoce son muy valientes y trabajan rudamente.

Eran las 13 hs, el turno recién arrancaba e iban a permanecer ahí durante 12 horas. Andrea tiene el puesto de cajera y toma los pedidos, mientras que azucena prepara las hamburguesas, las cuales tienen que estar en menos de 10 minutos para que los clientes no se fastidien.

McDonald de AV Calchaqui

En la cola para retirar los pedidos se encontraba una madre con un niño alrededor de los 5 años, quien señala a Azucena y le pregunta a su madre.

“¿Porque esa señora esta pelada?”. La madre le responde. “Cállate que te va escuchar, después en casa te explico”.

El turno había finalizado, nos dirigimos a la parada del colectivo. Al llegar después de un largo día de trabajo, Andrea se encierra en su cuarto porque al otro día debía dar un parcial muy importante.

Mientras tanto Azucena cocina una típica comida de Venezuela: las Arepas Reina Pepeada, que es una combinación de pollo y aguacate.

Andrea viene corriendo del cuarto sonriendo con el celular en la mano, era una video llamada de su familia desde Venezuela, Azucena larga inmediatamente lo que estaba haciendo, se sientan en un silloncito.

Sus rostros cansados y tristes cambian completamente, sus ojos se ponen vidriosos y por sus mejillas corren largas gotas, durante más de un mes que las conozco nunca había visto una expresión igual en sus caras.

Pero la felicidad no quedaba solo en ese momento, porque la madre de Azucena viajaría a la Argentina el mes que viene.

Esto les da esperanzas para seguir adelante y que poco a poco se van a encontrar con su familia nuevamente .

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