Descripción: Vorágine de la ciudad

Iara Camila Flores
Radar UAI
Published in
3 min readMay 16, 2019

Un mes y pocas semanas pasaron desde que el otoño arribo en Buenos Aires, pero, aun así, el clima se encuentra similar al de una tarde de primavera. No obstante a esto, las personas comienzan a mostrarse con bufandas, chalinas y camperas de abrigo como si esperaran con ansias la llegada del invierno.

Camino entre la multitud de gente visualizando a lo lejos un asiento vacío, asiento donde anteriormente una mujer de cabello un tanto grisáceo aguardaba sentada hasta que decidió concluir la espera al borde de la plataforma, donde posaba una escasa pero tibia luz solar. Esta señora que dejaba ver notoriamente su adulta edad, llamo mi atención al estar vistiendo una remera sin mangas color amarilla durante una tarde donde, según el pronóstico, la máxima no llegaría a los 12°.

A medida que el tiempo pasa, los colectivos se acercan más y más repletos de gente. Estos frenan y las estrechas plataformas de inundan de personas, algunos corren para lograr subirse a el transporte estacionado mientras que otros tratan, como pueden, de bajar. Se escuchan murmullos y algunas frases muy recurrentes que se repiten a diario: “¡Dejen bajar! No se queden en la puerta”, “Por favor, no empujen”, “Desciendan por atrás”, “Cuidado, hay chicos” pero estas, parecen ser ignoradas por los participantes de los embudos creados en cada puerta de los colectivos.

Mi atención vuelve a la mujer, quien sigue en ese borde soleado mirando la misma escena que ambas acabábamos de presenciar.

Un hombre que pasa por mi lado me pregunta la hora. 17:28 le respondo y lo escucho agradecer mientras se aleja corriendo al darse cuenta de que su colectivo estaba a punto de partir. Casi inconscientemente me descubro pensando en el motivo del apuro de estas personas… quizás están perdiendo un turno con el medico o podrían haber olvidado algún evento, a lo mejor están llegando tarde a retirar a sus hijos del colegio o simplemente no ven la hora de llegar a casa, luego de un largo día de trabajo.

Vuelven a parar otros tres colectivos a lo largo de las plataformas y esta vez, cuando las puertas se abren, una particularidad marca la diferencia. Se trata nada mas ni menos que de una marea de chicos, algunos con el habitual guardapolvo blanco y otros con diferentes uniformes escolares. En medio de juegos, gritos y hasta uno que otro, comiendo alguna golosina en grupo, esperan sus respectivos transportes. Todos con un mismo objetivo: arribar a sus hogares.

18:31- De apoco el sol va cayendo, distintos números de personas siguen llegando, las luces se van encendiendo y el clima otoñal se hace presente en “Marconi”, la quinta estación de un Metrobús inaugurado el pasado 5 de mayo del 2017 en La Matanza, el cual se extiende sobre la ruta nacional 3 a lo largo de 16 kilómetros, donde se encuentran 17 paradas estratégica mente instaladas. Dicho sistema, hoy cuenta con más de 240.000 pasajeros por día, quienes redujeron los 49 minutos de recorrido a solo 30.

Saco mi teléfono celular del bolsillo por tercera vez y veo en la pantalla las 18:40. La mujer de remera amarilla camina nuevamente en mi dirección, hacia donde se encontraba sentada en un principio, observo que tiene una bolsa de tela reciclable de las que habitualmente usamos para hacer las compras, la cual no había notado antes. Ella se acerca, pero en lugar de sentarse a mi lado en el asiento vacío, se sienta en el piso y saca del interior de bolsa algunos paquetes de pañuelos descartables, dos cajas de curitas, una frazada notoriamente desgastada y un rectangulito de cartón donde se lee la frase. “Me quede en la calle, por favor ayúdame con ropa o comida”.

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