La estudiante que besó una rana y soñó con ser la Celestina 

Historias con paseos, paseos con historia a través de la monumental Salamanca

Pablo Galavís
Recuerdos y viajes

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Por Pablo Galavís

En un trayecto de poco menos de cinco horas me dio tiempo a disfrutar la sierra andaluza dejando atrás Aracena y El Real de la Jara, adentrarme en la bella Extremadura rodeando la romana Mérida y atravesando el Río Guadiana para finalmente admirar los paisajes de Castilla y León pasando por Guijuelo, paraíso del jamón y embutidos de cerdo ibérico, hasta vislumbrar el puente romano con las famosas torres de sus catedrales coronando el horizonte. Había llegado a la monumental Salamanca, una ciudad declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1988 y cuyos muros y caminos esconden auténticas joyas para turistas y autóctonos.

Me encontré ante una ciudad esplendorosa, muy bella y con muchos encantos que hacen de su visita un deleite para los sentidos. Para llegar a Salamanca lo más cómodo es viajar en tren o en autobús, ambos con bastante frecuencia de salidas y llegadas sobre todo haciendo de enlace con Madrid, consta también de un pequeño aeropuerto en una localidad a unos 15 kilómetros de distancia, Matacán, aunque no suele ofrecer vuelos regularmente ya que solo abre en periodos concretos del año. En mi caso opté por el coche, una manera espléndida de viajar para trayectos por el territorio nacional, medio de transporte que sin ser el más cómodo ofrece una serie de ventajas clave como la flexibilidad; sin embargo, puede convertirse en una tortura para acceder al casco histórico de Salamanca ya que no existe mucho aparcamiento y con casi tota seguridad se verá obligado a dejarlo en un costoso parking, como el de Reyes de España o el Estacionamiento Colón, dos de los más céntricos y con buenas instalaciones. Pese a todo, si no le importa andar, en la zona del río entre el Puente Romano y el de Enrique Esteban puede probar suerte a encontrar aparcamiento gratuito a un cómodo paseo a pie del centro, no más de 15 minutos.

La oferta hotelera de la ciudad es inmensa y a precios más que asequibles durante la mayor parte del año. Estamos ante una localidad donde lo que se cobra por comer o tomarse una copa dista mucho de lo que puedes llegar a pagar en grandes capitales. Todo eso se nota en los hoteles y hostales, salvo que sea una fecha top como puentes y otras festividades. En la elección de un buen alojamiento son muchos los elementos que entran en juego: precio, cercanía, comodidad, lujos, oferta gastronómica e incluso recomendaciones por boca de amigos o de páginas webs de reviews. Yo me suelo basar en la cercanía como factor clave y le voy sumando extras como los lujos en la habitación siempre que no me pase del precio máximo por el que estoy dispuesto a pagar. No obstante, hay algunas ciudades donde merece la pena rascarse un poco el bolsillo por conseguir el alojamiento que consideres perfecto, Salamanca es una ciudad de no mucha extensión donde casi siempre la recorrerás a pie por lo que es requisito indispensable encontrar un alojamiento lo más céntrico posible, créeme que lo agradecerás si la visitas en invierno cuando tu cuerpo no aguante el frío o si la visitas en verano y el calor pegajoso te pida una ducha a gritos. Una buena opción puede ser localizar un hotel cerca de la Casa de las Conchas y la Clerecía a menos de 5 minutos a pie de la famosa Plaza Mayor, o por los propios alrededores de este punto neurálgico de la ciudad.

Tuve la suerte de encontrar un magnífico alojamiento situado en la céntrica calle Meléndez llamado Hostería Sara, ¡no os dejéis engañar por el nombre! Ubicación privilegiada y trato al cliente espectacular. Una calle con mucho encanto, varios bares y mesones donde poder degustar la gastronomía local y muy cerca de las principales zonas turísticas de la ciudad. Con el transporte y el alojamiento resueltos solo queda una cosa, disfrutar de la maravillosa Salamanca. Con el hotel tan cerca es irresistible la tentación de acercarse a ver por primera vez la esplendorosa Plaza Mayor, uno de los símbolos salmantinos, punto de quedada de muchos estudiantes, turistas y vecinos que en época de sol inundan la plaza y en época de lluvia calientan los soportales de su alrededor. En uno de estos soportales se encuentra la oficina principal de turismo, y en otro punto cercano, bajo el gran reloj, la tienda de la oficina de turismo. Ambos puntos fueron los primeros de mi recorrido, el primero de ellos para hacerme con un mapa y con las precisas indicaciones del persona de la oficina que amablemente resuelven las dudas a todo aquel que accede a su interior. El segundo para hacerme con una tarjeta Salamanca Card que incluye entradas para los principales monumentos, así como una audio guía en MP3 y algún que otro descuento en hoteles, restaurantes y tiendas. Esta tarjeta es muy útil ya que casi todo lo visitable en la ciudad es de pago y ahorrarás bastante presupuesto sin perderte nada de todo lo que hay que ver. En mi caso los 19 euros que pagué por 24 horas de acceso libre a la ciudad fueron más que justificados.

Sin preocuparte por las entradas es hora de recorrer cada rincón de Salamanca. Una buena manera de comenzar el día si la niebla te lo permite es realizar la subida a las torres de la Clerecía donde podrás deleitarte con unas maravillosas vistas para posteriormente realizar una visita guiada por la propia Clerecía, en la que actualmente reside una universidad privada, impregnándote de su historia. Justo frente a esta un edificio imponente sorprenderá a todos los caminantes, su fachada repleta de conchas sacará a relucir toda la curiosidad que lleves dentro, hablo de la Casa de las Conchas, uno de los monumentos más emblemáticos de Salamanca junto a las Catedrales y a la Universidad. La Casa de las Conchas es un palacio urbano de más de 500 años de historia que actualmente esconde muchas leyendas y sirve como biblioteca pública, su acceso es gratuito y desde su planta superior puedes retratar una bonita instantánea de las dos torres de la Clerecía. Para continuar el recorrido nada mejor que pasear por las empedradas calles del casco histórico hasta encontrar las Catedrales de la ciudad, la vieja y la nueva, que conforman un esplendoroso edificio que seguro hará que te quedes con la boca abierta. Su visita es obligada y en unas dos horas y media con una audio guía le sacas todo el juego posible.

Con tanto monumento y cuando aún queda tanto por ver, hacer una parada para degustar la gastronomía local es también importante. Por las callejuelas del centro hay muchos mesones y asadores que ofrecen menús a precios más que asequibles con los que seguro dejarás alegre a tu paladar. Uno de los más famosos de Salamanca es el Mesón Cervantes en plena Plaza Mayor, también puedes disfrutar de un buen almuerzo frente a la Clerecía en el Mesón El Bardo o en la conocida calle Meléndez en el asador Ruta de la Plata, cualquier opción es buena ya que en esta ciudad los buenos platos abundan. Por su cercanía con Guijuelo los platos de ibéricos están muy bien considerados y no puedes marcharte de Salamanca sin probar su gastronomía más típica: el hornazo, algo parecido a una deliciosa empanada y que podrás encontrar con muchos rellenos, y por supuesto el farinato, un embutido de miga de pan y manteca de cerdo con algo de cebolla y condimentado con sal, ajo, comino, pimentón, anís y aguardiente. Las formas de comer el farinato son miles, desde rodajas cortadas y tomadas en frío hasta delicias fritas acompañadas con huevo en forma de mini hamburguesas o pequeños bocadillos.

Después de tan amable festín, una buena idea puede ser subir a las dos torres medievales de la Catedral, llamadas Ieronimus, visita de una hora absolutamente recomendable donde podrás disfrutar de las mejores vistas de la ciudad además de descubrir los secretos que esconden las cubiertas del edificio y tener la posibilidad de contemplar el interior de la Catedral desde las alturas. Una gratísima experiencia que formará parte de tus recuerdos cuando abandones la ciudad. Muy cerca de aquí se encuentra el acceso principal a la famosa Universidad de Salamanca, una majestuosa fachada de estilo plateresco que tiene 485 años de historia y que esconde una de las anécdotas más simpáticas de Salamanca, una pequeña ranita que todos los estudiantes deben encontrar si quieren aprobar. Es habitual que se formen grandes grupos de persona buscando la famosa rana, en esa misma plaza unos metros en su interior puedes ver la historia de la misma y su ubicación en un panel informativo, yo por el momento sello mis labios y paro mis dedos para no desvelar uno de los secretos mejor guardados por los salmantinos. Entrar en la Universidad impone, sobre todo teniendo en cuenta los personajes tan ilustres como Don Miguel de Unamuno, San Juan de la Cruz, Luis de Góngora, Calderón de la Barca o Fray Luis de León entre otros que han tenido la ocasión de estar entre sus muros. Algunas aulas míticas, así como el claustro, la biblioteca o el paraninfo y la capilla son visitables.

Los alrededores de la Universidad aportan mucha vida, zona de confluencia de turistas y estudiantes. Es muy agradable pararse a degustar un café con uno de los dulces típicos como el bollo maimón o las rosquillas de Ledesma mientras disfrutas del ambiente. El Café el Ave puede ser una buena opción para coger fuerzas antes de visitar el famoso Cielo de Salamanca, y es que la ciudad tiene dos universidades, dos catedrales y por supuesto, dos cielos. En el Patio de Escuelas Menores se encuentra el Cielo de Salamanca, una bóveda pintada a mano por Fernando Gallego a finales del Siglo XV donde se pueden ver representados los signos del zodiaco y algunos seres mitológicos. En la antigüedad formaba parte de la capilla de la Universidad y ha sido trasladada a este bonito patio por motivos de conservación, merece mucho la pena su visita pese a solo poder contemplar un tercio de la bóveda.

Una buena forma de terminar la tarde de forma relajada es acudir al Museo Art Nouveau y Art Déco Casa Lis, un palacete urbano que se encuentra ubicado en la antigua muralla de la ciudad. En este museo se pueden observar varias colecciones curiosas, así como disfrutar de las vistas desde su bar-cafetería donde se aprecia la zona del río y el Puente Romano a través de una coloridas vidrieras que le arrancan un aspecto de cuento a la estancia. Tras todo esto seguro que entran ganas de reponer fuerzas y la mejor opción sin duda es pegarse un paseo de unos 15 minutos de duración desde la Plaza Mayor hasta la calle Van Dyck, maravillosas tapas a precios de risa y con un agradable ambiente sobre todo en fines de semana. Zona de estudiantes que llenan multitud de bares con una oferta gastronómica de lo más variada y a precios populares.

Déjate llevar por la multitud y prueba varias tapas por distintos locales, pequeños bocados de gloria que llevarte a la boca. Al principio de la calle destaca Rufo’s, un local de estilo moderno con una carta de lo más extensa. Otro de los más famosos es El Patio de la Abuela, un pequeño bar donde dicen se come la mejor ‘jeta’ de la ciudad, la careta del cerdo bien asada. También tiene mucho ambiente El Minutejo, tostas, montaditos y revueltos entre 1 y 2 euros, 100 % recomendable. Lo cierto es que cualquier bar de la zona Van Dyck es recomendable, tan solo hay que dejarse llevar y olvidarse del cansancio de la jornada con un buen vino y una buena comida. Si aún tienes ganas de más no hay que olvidar que Salamanca es la ciudad universitaria por excelencia por lo que los locales para disfrutar de música y alguna que otra bebida son muchos. Hay zonas más comerciales como el Paseo de las Carmelitas y otras más alternativas como la Plaza de San Justo, el ambiente nocturno es muy animado y se encuentra en su mayoría en los alrededores de la Plaza Mayor. Para aquellos que buscan algo más tranquilo pueden probar con el O’Hara’s Irish Pub, magnífico ambiente con música en directo y cervezas de importación.

Hay quienes prefieren guardar algo de fuerzas para seguir disfrutando del patrimonio de la ciudad. Por ello, tras un merecido descanso nocturno hay que disfrutar de un buen desayuno y un buen café en cualquier bar cercano. Por su decoración y su buen café uno de mis favoritos es el Erasmus Bruin Café, un ambiente muy cuidado y con un servicio estupendo. Con el estómago lleno ya se puede visitar el Convento de San Esteban, un convento dominico de mediados del Siglo XVI lleno de historia y curiosidades como por ejemplo que fue en este lugar donde Cristóbal Colón consiguió el apoyo de los Reyes Católicos para afrontar sus viajes por el Nuevo Mundo. Su claustro, capilla y la sala del coro son espectaculares, puedes visitar el espacio a tu antojo y a determinadas horas hay visitas guiadas gratuitas en las que un fraile del propio convento te narrará los secretos que esconden sus muros.

Apuré mis últimas horas de visita en el Huerto de Calixto y Melibea, el jardín donde cuenta la leyenda se sucedieron los hechos narrados en La Celestina, por eso no es de extrañar la estatua de la alcahueta que se puede ver junto a la entrada. Desde el jardín se ofrece una bonita vista del río y el Puente Romano de Salamanca, un lugar idóneo para pasear y soñar con historias tan mágicas como la de Calixto y Melibea

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Pablo Galavís
Recuerdos y viajes

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