Ella escribe historias

Andrés H.
Tempus edax
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6 min readSep 7, 2018

El lugar sería el más oscuro del universo. De no ser porque allí, ella escribe historias. Los estantes llenos de libros se levantan hasta alturas interminables, aunque algo indica que aquella habitación no es infinita, pues aun cuando los escaparates que portan los preciosos manuscritos se alzan hasta perderse de vista, más allá de todo ello resplandecen figuras doradas distribuidas en forma circular. Como pegatinas celestiales adheridas al interior de un domo enorme.

Ventanas, una cantidad enorme de ventanas acompañan los estantes en su carrera hacía el infinito. La luz que entra por allí es tan tenue que apenas ilumina algunos metros hacía el interior antes de disolverse y dejar las sombras inalteradas. Las motas de polvo danzan suavemente en su viaje al suelo. Tardaran millones de millones de años en llegar al final de su viaje. O lo que tarde el aleteo de una mariposa. En la biblioteca de Alana de las estrellas, el tiempo… es nada…rasguños de tinta contra el papel, o demoras en la historia. Hojas en blanco.

Y en lo que quizás sea el centro de la biblioteca, el escritorio enorme donde sin descanso, ella escribe historias. Su silla, de ancho espaldar y cojines de color escarlata, grandes descansabrazos terciopelados y suaves. El aroma que allí circunda, es una mezcla, del que emana de las inagotables velas que iluminan el escritorio desde cada esquina, de la tinta con la que muy juiciosamente ella moja su pluma. Y el perfume de ella.

Sentada en su silla con su pluma en la mano, y los interminables rollos de pergamino a su lado, ella escribe. Viste una larga túnica negra, el mismo color de su cabello. Un negro profundo e inagotable. Algunos mechones ocasionalmente caen frente su rostro y ella usa sus delicadas manos para volverlos a su lugar. Sus ojos son rojizos, un color que si algún poeta llegara a ver, le recordaría la magia de un eclipse de luna. Aunque no se notan mucho detrás de sus anteojos. Se acomoda los anteojos, suspira un poco. Moja una vez más la pluma. La historia continua.

En ocasiones, se anima y los movimientos de la pluma son rápidos. Si hubiera alguien allí, podría escuchar el sonido de la pluma rasgando contra el pergamino, o incluso escuchar la hermosa risa de ella, cuando alguna de sus propias historias llega a divertirla. En otras, no hay tanta alegría, tanta emoción en su rostro, incluso podría llamarse tristeza, a eso que invade a Alana de las estrellas y le hace tomar largas pausas de su trabajo, aunque sepa que debe terminarlo. Debe terminarlo sin dudas, darle fin a algún mundo, a una vida o a millones. Entristece cuando alguno de los pergaminos o cuadernos en blanco va alcanzando su fin, aminora el ritmo de su escritura y trata de hacerlo lento, sin embargo sabe que allí, en su biblioteca no debe quedar un libro sin terminar, una historia sin final o sin escribir. Allí todo tiene su lugar, su comienzo y fin. Y ella, Conoce el final de todas las historias, incluso aquellas que no ha empezado a escribir.

Una vez que el papel se ha agotado y un nuevo volumen está finalizado, ella misma se levanta de su gran sillón y lo guarda. Estantes y estantes de manuscritos y libros, de volúmenes incontables de historias. Deja el nuevo libro en su lugar predestinado y al lado de este, encontrará un pergamino en blanco para llenar. Lo toma y regresa a su lugar, donde las velas no se han agotado, tampoco la tinta y donde pronto, el entusiasmo de las hojas en blanco se apoderará de ella, que escribirá con su delicada letra, el destino de universos, mundos y criaturas.

Siempre hay un final. Pero nunca saltos en blanco, las páginas de los libros de Alana de las estrellas, están llenos de punta a punta. No hay historias sin terminar o brechas en la historia del todo. Los sucesos de los mundos son un continuo de trazos en los libros de la biblioteca. La única cosa que interrumpe su labor, es la lectura. Ella también lee historias.

De las mismas que ha escrito, Alana de las estrellas disfruta repasando de las viejas historias que casi había olvidado. Se sienta en su mismo escritorio, despliega el pergamino, lee en voz alta el título que ella misma le dio y empieza. Línea por línea, Alana de las estrellas vuelve a sonreír con las viejas páginas. Y a llorar cuando las tragedias sacuden al héroe, o cuando el final es inevitable y los mundos deben de desaparecer de los trazos en papel. Algunas historias pueden ocupar dos o más volúmenes, algún héroe logra escapar de un mundo en cataclismo, para llegar a otro y participar brevemente de su historia. Aunque los finales sean siempre inevitables.

Hay una pregunta, que ella nunca se ha podido responder y que viene a su cabeza a menudo. ¿Cuál fue el primero? Cuál de todos aquellos fue su primer libro, como comenzó una inagotable labor de escribir… Alana da forma al universo, a los universos…, el destino de los mundos pende de su pluma.

Para Alana de las estrellas no hay respuesta a sus preguntas. Solo letras. Y entre pausas de su labor, Alana se descubrió a si misma leyendo una historia vieja, viejísima. De las primeras que escribiera, un cuaderno de pergamino olvidado en los estantes infinitos de su biblioteca, un viejo cuaderno titulado Tierra y Humanidad.

Tan triste es su historia, ella repasa las páginas con mucha melancolía, va encontrando un relato dramático, con más villanos que héroes. ¿Es ella la autora de la triste vida que se relata en la tierra? Así es, no hay de otra forma. De su pluma brota todo lo que se cuenta en el universo. Y así recorre páginas, recorre siglos, milenios, millones de años de una historia titulada Tierra, una historia que ya ocurrió u ocurrirá, o está ocurriendo. En la biblioteca de Alana de las estrellas, no tiene sentido preguntarse por el tiempo.

Y recorriendo las viejas páginas, por primera vez en toda su eterna existencia ella, siente miedo. Al ver como las hojas de su vieja obra, empiezan a desprenderse del cuaderno. “No, no” grita desesperada mientras las hojas caen al suelo y ella se esfuerza por volverlas a su sitio. “No, las historias se terminan, las vidas se agotan, pero la tinta no se acaba, las hojas no se caen, los mundos no se deshacen” Y a pesar de que sabe que lo que dice es cierto, las hojas no paren de caerse. ¿Qué destino espera a los mundos descuadernados en la biblioteca de Alana de las estrellas?

“Algo se ha salido de orden” se repite mientras recoge las hojas amarillentas y las ubica en su escritorio. Una lágrima sale tímidamente de sus ojos rojizos y se desliza con serenidad hasta sus labios pequeños y rojos. Tiene miedo. Su tarea… no es recomponer historias desechas… ¿qué va a hacer?

“Algo se ha salido de orden y debo volverlo a poner en su lugar” Revisa las páginas que antes formaran uno de sus preciosos libros y que ahora son un desastre sobre su escritorio, revisa en busca de pistas. Y en una hoja, garabateado en una esquina, encuentra su pista. “El Viajero de las sombras , cruza el horizonte de lo escrito” escrito con su puño y letra. La tinta está un poco corrida y leer el nombre de su hermano, El Viajero, le produce un escalofrió muy profundo. “El… no… él no pertenece a mi tinta” dice con tristeza. Levanta una taza de porcelana que tenía en su escritorio y trata de beber de su contenido, sus manos nerviosas dejan caer la taza, que se hace trizas contra el suelo de la biblioteca. “Debo volver al orden, las hojas no se caen, la tinta no se agota” levanta la cabeza, y por primera vez desde que se creara el todo, Alana de las estrellas ve la puerta de su biblioteca y la perilla que al girar, le dará paso a lugares que antes solo había conocido en letras.

FIN

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