Ojo de papel

Andrés H.
Tempus edax
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9 min readJun 30, 2019

Ya sabia yo cuando lo conocí que no estaba del todo bien de la cabeza.

Conocí a Jonathan en el primer año de la facultad de medicina. Quisiera poder decir que nos llevamos bien enseguida y que fuimos buenos amigos por los largos años venideros, que nuestros hijos fueron a la misma escuela y que los ocasionales picnics de Domingo nos resultan muy agradables a pesar de estar profundamente enfermos de los pulmones, cortesía de tanto fumar.

Pero lo cierto es que no hay nada por el estilo que contar, el bastardo era muy extraño y supongo que yo también lo era de alguna forma. Eso y quizás una rivalidad entorno a una mujer ( ojala pudiera recordar mejor los años de la facultad, pero parece que veinte años de alcoholismo y noches sin dormir en la sala de emergencias me han dejado con apenas fragmentos de aquellos tiempos ) que nos llevo a confrontarnos en mas de una ocasión, a pesar de que fueran contadas las veces que si quiera cruzamos una palabra durante los primero años en la facultad.

De manera qué para que la historia que contaré adquiera sentido hay que pensar algunos años en el futuro, ya lejos de los combustibles años de la adultez temprana, cuando por casualidad coincidimos en la escuela principal de oftalmología. Creo que en ese entonces yo aun no había comenzado de beber, eso fue luego del accidente y antes de Shanon. Puedo ubicar ese momento relativamente bien en el tiempo, recuerdo estar tendido en la cama del hospital con las piernas rotas y un calendario que me recordaba que en dos días seria la fiesta de cumpleaños de Jonathan, que Shanon y yo estábamos invitados. Recuerdo el estar desesperado buscando excusas, para explicar porque no podría llegar y para explicar como es que Shanon no podría asistir tampoco, estaría muy ocupada tomando piñacoladas del ombligo de su entrenador de squash bajo el sol de la Bahamas. Quizás entonces la bebida y lo de Shanon pueden intercambiar lugares en la linea temporal de mi memoria, quizás así hace mas sentido: Ella me deja, yo me emborracho, un carro enloquecido casi me deja invalido de por vida. Si quizás así tiene mas sentido.

En cualquier caso, por alguna razón el bastardo de Jonathan decidió pasar por mi habitación algunas horas antes de la fiesta sorpresa de la que yo no podría ser participe ni con toda la morfina del hospital. Para ese entonces ya eramos buenos amigos. Había encontrado en su rareza un refugio a la hipocresía de los doctores y académicos. Su profunda honestidad rayaba consciencias con colegas y pacientes, no era fácil de llevar en absoluto. A mi mismo me sacó de quiso en en mas de ocasión y en más de una ocasión quise tener la fuerza suficiente para tumbarle dos dientes de un golpe, sin embargo su compañía me permitía apreciar el mundo con otros ojos, y aquella metáfora se volvía aun mas graciosa al recordar que nos hicimos amigos en una facultad de oftalmologia. Ahora solo me resulta tétrica.

El día en que me visitó no dijo mucho, mas allá de sus sinceras condolencias por mi fractura, enfatizo que no se refería a mis estúpidas piernas sino a Shanon. Nuestra amistad había crecido lo suficiente como para que en algún momento previo le hubiera confesado mis planes de desposarla, el bien sabia cuanto la quería y cuan destruido me había dejado su partida. Ni siquiera hacia falta que me hubiera visto llorar o suplicar entre copas, diciendo que daría lo que fuera por que regresara, nada de eso, con Jonathan no hacían falta rituales por el estilo para que lo entendiera. Lo entendía y punto. Me costaba pensar que yo no podría retornar la cortesía, jamas llegue a entenderlo en su totalidad y es probablemente esa idea, de que algo le estoy debiendo aun, la que me trajo de vuelta.

— Bueno, en verdad que estas espantoso — Me observaba por sobre los lentes. Siempre decía que no los necesitaba pero que los lentes ovalados le daban un aspecto mas profesional y que había medido que su buena recepción con los pacientes mejoraba en un 47% cuando los utilizaba. Discutir las extrañas cifras y hábitos de Jonathan era la forma mas fácil de entrar en la madriguera del conejo.

— Bueno, mi novia me dejo y un ebrio casi me mata en una calle cubierta de orines, así que no diría que estoy espantoso, estoy como debería — Medicado, estaba medicado, los efectos de ciertas drogas son lo mas cercano que muchos de nosotros podemos llegar a estar de la honestidad y creo que es mi caso.

— Podría ser peor, si el carro hubiera matado a Marshall Gates hace 10 años, no tendrías morfina y no podrías ni siquiera hablar a causa del dolor —

Estaba en lo cierto, a pesar de estar nadando entre analgésicos aun podía sentir el dolor de mis huesos rotos. No podia imaginar como seria si no tuviera acceso a refinados derivados del opios.

— Largo de aquí Jonathan, tienes una fiesta en la que estar — Antes dije lo mucho que apreciaba la compañía de aquel bastardo, pero no era el momento , definitivamente no lo era. No había morfina suficiente que alejara a Shanon de mis pensamientos. Su recuerdo mezclado con la morfina y los ruidos mecánicos de las máquinas del hospital, me empezaban a enloquecer. Mis sentidos adormecidos por las drogas me hacían demasiado consciente de mi salivar, parpadear y respirar. Estúpidas acciones cotidianas que ahora parecen una cuenta regresiva a un pozo de abandono. Jonathan claro que lo sabia, después de todo era por lo menos tres veces mas listo que yo, si sus propios cálculos son de fiar.

— Bien, este es el momento en que debería excusarme y decir que no te molesto mas, retirarme y dejarte a medio morir por unas cuantas horas mas antes de que la dosis legal de narcóticos no sea suficiente — Desvió la mirada a la ventana, afuera el otoño comenzaba y nubes grisaseas anunciaban lluvias. Se levanto y cerro la cortina — Demasiada luz, no necesito tanta luz para lo que te tengo que decir.

Su mirada se torno depronto seria, tuve problemas para recordar si alguna vez lo había visto así. Fue solo por unos instantes pero fue suficiente para que me sintiera aterrado, no fue en vano, lo que siguió fue la charla mas extraña que he tenido en toda mi vida.

—¿ Nunca te has detenido a pensar en los ojos humanos, verdad?

Mencione antes sobre las cualidades de Jonathan; Honestidad y rareza. Ahora falta aclarar que no se trata de una mezcla de partes iguales, para nada. Habían ciertos momentos en los que una primaba sobre la otra, opacandola casi haciendola desaparecer. En su momento pensé que aquella charla fue fruto de su yo extraño y ligeramente demente, pero hoy comprendo que en realidad también estaba presente su total honestidad.

— Claro que pienso en los ojos humanos, estudiamos oftalmologia, los dos ¿Recuerdas? — Vaya que difícil es ser condescendiente cuando se esta drogado.

— No eso no, eso no es pensar en los ojos, eso es aprender a tratarlos, a nombrar sus partes y recitar en orden alfabético las enfermedades que los pueden aquejar, así como las medicinas que los pueden sanar. Pero no, eso no es pensar en ellos eso no es entenderlos realmente.

— Creo que si los estudio los entenderé mejor y los podre sanar mejor —

— No, eso tampoco es la idea. De hecho pruebas mi punto, no tienes la más idea sobre los ojos.

— Jonathan por favor… si vas a presumir el resultado de algún examen o cirugía practica este no es un buen momento… — Bien sabia yo que ese no era el caso, Jonathan no presumiría tales cosas. No hacia falta que el lo dijera, todos sabíamos quien era el numero uno en las clases.

— Son el órgano humano mas fascinante, y aquí dejare de lado al cerebro y los neurólogos. Me quedo en definitiva con los ojos, no puedo esperar por el momento de entenderlos.

Suspire profundamente, estaba muy agotado para pensar en alguna respuesta, de modo que me resigne a cerrar los ojos por unos instantes mientras el continuaba su monologo.

— Los estudio fascinado y he aprendido tanto sobre ellos, pero aun me falta la pieza final de todo el asunto. Sabes tan bien como yo como nuestros ojos están conectados al cerebro y como lo que interpretamos del mundo depende también de la salud de nuestros cerebros. Hacen falta los dos, funcionando en sintonía para llegar a contemplar cada detalle del mundo que nos rodea. Nuestros ojos no tienen filtros mas allá de pestañas y delgadas corneas, lo captan todo. Y me refiero a todo, hay mucho mas de lo que vemos y estoy convencido de que se pierde en el camino al cerebro. Incluso unos ojos miopes deberían ser capaces de percibir el tipo de cosas que hay mas allá. Las limitaciones de un ojo miope se basan en su pobre habilidad para refractar la luz sobre retina, pero ya podrás imaginarte que no estoy hablando de luz.

Mi cabeza ya estaba mareada, me forcé a abrir mis propios ojos y observar a mi amigo divagar unos minutos más. Sentado en su silla observando en una y otra dirección. Trague saliva y quise hacer unas preguntas, sin embargo estaba demasiado agotado, las horas de hospital me habían dejado sin mucha fuerza para razonar. Me pase las manos por la cara, estirandome la piel. Suspire y continué escuchando.

— Y lo que hay…. no puedo esperar a verlo finalmente, Sera pronto.

Jonathan miraba al techo de la habitación y entonces comprendí. Entre sus extrañas palabras y afirmaciones guarda un secreto, un secreto que no se atrevió a contarme y que le estaba consumiendo. Ojala hubiera tenido mas fuerzas en ese momento, ojala las drogas para el dolor y agotamiento que me invadían hubieran sido menores y hubiera tenido las fuerzas para brindar algún par de palabras de aliento. Pienso que en ese momento el era quien necesitaba un amigo. No pude hacerlo y minutos despues le pedi que se retirara. Quizas sí yo hubiera sido un mejor amigo, Jonathan hubiera desistido de suicidarse esta mañana, dos años y medio después de mi accidente, tres semanas después de la ultima vez que hablamos.

No queda nadie ya en el cementerio. Minutos antes de marcharse, Gina, su esposa, me entrego un sobre.

— Lo dejo para ti, a nosotros nos dejo una carta abierta y la instrucción de entregarte el sobre, sin abrirlo bajo ninguna circunstancia. Aquí esta.

El sobre marrón estaba sellado. Por breves instantes divague ante la duda de como abrirlo sin dañar el contenido. Para mi fortuna los abre sobres ya han sido inventados.

— Si es demasiado, no quiero saber — Me dijo Gina mientras dirigía hacia mi una ultima triste mirada. Hemos tenido suficiente de tristes miradas por el día de hoy.

Yo me limite a asentir. Una parte de mi aun se negaba a aceptar el suicidio de Jonathan y la otra estaba irremediablemente convencida de su inestabilidad, sin embargo nunca llegue a creerlo capaz de ponerse un arma en la cabeza y disparar. Eso requiere algo mas, eso no puede ser obra de aislados delirios y reflexiones solitarias. Algo me dijo que el sobre contendría las respuestas o por lo menos parte de ellas.

Aunque la situación parecía demandarlo no destape una sola botella de licor, tampoco dormí esa noche y eso si se lo puedo achacar al exceso de café y las pastillas analgésicas que aun consumo con frecuencia. A la mañana siguiente, mientras un gallo cantaba y las calles empezaban a despertar con el sol, abrí el sobre.

El dibujo de un ojo, una dirección y una llave. Un ojo dibujado con tinta negra sobre un papel ligeramente marrón. La hoja del tamaño de una cuartilla tradicional, pero mentiría si dijera que era una hoja de papel normal. Se sentía pesada al tacto, demasiado para ser una solo una hoja. Mi instinto fue pensar en algún tipo de tinta basada en plomo, y que aquel color marron tampoco era natural, y que todo ese tratamiento le añadía ese peso extraño como de muchos hijos jalándola al suelo. El ojo no era un detallado dibujo anatómico, se trata de una simple figura ovoide con un circulo negro, sin embargo esta rodeado de una entramada malla. Del centro del ojo salen lineas negras que cubren la hoja, como una tela de araña, dispersándose y enredándose entre si.

Lo guarde devuelta al sobre y me dispuse a dirigirme al lugar indicado. La dirección me llevo a un espacio de renta de almacenes, la llave me permitió entrar. Por la forma como se quejaron las bisagras diría que nadie estuvo allí hace mucho tiempo. Breves instantes de ceguera hasta que logre encontrar en la pared un interruptor. La luz se hizo ante mi para revelar, pintadas en las cuatro paredes del pequeñísimo recinto una red indescriptible de lineas negras, entrelazadas, de aspecto inacabable. No había nada mas en la habitación, mas que una nota en el suelo.

Al abrir los ojos, encontré el abismo.

Al cerrarlos, creí estar a salvo.

Ya nunca tinieblas nunca se marcharon.

Suspire, sin tener ni idea de lo que ocurría. Jonathan, luego de muerto me había conducido allí, y yo sin detenerme a pensar si quiera un segundo, seguí el rastro y ¿Que encontré? un críptico mensaje escrito sin sentido, y una habitación en la que no puedo dejar de sentirme observado. Finalmente el ultimo detalle de la habitación, en el techo, un espacio rectangular en blanco, inmaculado, sin linea alguna de pintura, es evidente que pieza encaja allí. Saque la hoja con el dibujo demasiado pesado para ser real y lentamente la coloque sobre el espacio en blanco, una vez las conexiones de la hoja se ajustaron con las lineas negras que recorren el techo de la habitación, entendí que Jonathan era mas que un desdichado oftalmólogo y cuando vi parpadear por primera vez al ojo de papel, entendí el significado de su último poema.

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