Perdidos

Andrés H.
Tempus edax
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2 min readJun 30, 2019

— ¿Me recuerdas, como llegamos aquí ?

— Yo solo recuerdo que caminábamos con una caravana de bereberes. Había cabras, camellos, incluso me habían compartido un pedazo de queso….

— No te distraigas…. ¿donde están todos?

— No tengo ni idea, que voy a saber yo, tu venias también con ellos ¿verdad? , ¿Donde estamos?

— Te diré donde estamos, estamos perdidos en un desierto.

— Ummm eso suena mal ….. ¿cual es el plan?

— Bueno, aquí solo hay arena y ese edificio — señalo una construcción que se veía a la distancia

— Ah bueno, si allí hay gente o lo que sea, seguro encontramos ayuda.

Las vacaciones habían tomado un giro peculiar y lo que iba a ser un viaje tranquilo con una caravana de comerciantes, terminaría por convertirse en una de las historias mas extrañas que Marco y Frank jamás pudieran contar.

— Bueno, entonces andando.

¿Como se habían perdido? recordaban ir caminando, la colorida caravana de camellos y gente que los había recogido en el Oasis camino a Casa Blanca, habían negociado un buen precio para poder viajar con la caravana, un par de camellos, comida por varios días y unos turbantes para protegerse de la arena. Eso habría ocurrido hace no mas de una hora, concluyó Frank mirando su reloj, y sin embargo ahora no había señal de la caravana ni ninguna otra persona más que los dos. Afortunadamente aún conservaban los camellos.

Lo único que se percibía a la distancia era la construcción del color de la arena, a Marco le recordó un poco a las pirámides. Aquello era un poco ridículo, están a cientos de kilómetros de Egipto y más aún las pirámides serian más grandes.

Finalmente se acercaron lo suficiente y pudieron distinguir la forma de la edificación. Un castillo de tamaño reducido, fue lo que pensó Frank, definitivamente le recordaba a los castillos tradicionales europeos pero mucho mas pequeño. No había un foso exterior y la muralla externa no superaría los 10 metros de altura, en la parte mas alta de la torre una ballesta fija y un puesto de vigilancia. A pesar de todo, lo que más causo curiosidad en los perdidos viajeros fue la inscripción en la entrada.

Los primeros reyes de las arenas, escondieron su castillo de la vista de los mortales.

Empujaron la puerta y entraron sonriendo de saber que no estaban perdidos, estaban tranquilamente muertos.

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