Razones para arrancarse los dientes

Andrés H.
Tempus edax
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5 min readFeb 15, 2019

Tan solo otro relato.

Las colecciono todos los días, aunque cada día, puedan ser diferentes a las del anterior.

Aunque por ejemplo son, siempre las mismas, las que tienen que ver contigo. Las que tantas veces trate de contarte mientras tu estabas ocupada pensando en el futuro, en que seria de nosotros. Yo solo quería contarte, mis razones para todos los días tener que arrancarme los dientes.

Mis días han pasado sin mucha prisa desde que te marchaste, y a eso, a tu partida, tengo que agregarla a la lista que todos los días confecciono, de razones para querer arrancarme los dientes.

Ya lo hacia cuando compartía la casa contigo, todas las mañanas antes de salir, a tratar de comprender una vez mas ese ritual de ir a la oficina, empacaba en mi mochila un cuaderno con las fechas marcadas y un marcador de color negro, que usaría a lo largo del día para ir dando forma a esa lista sagrada.

El primer elemento podría ser cualquier cosa, un ligero empujón en el transporte publico, a veces un pisón con fuerza, y en ocasiones la demora absurda ante un bus que no llega. El irritable sol en la cara, la molesta lluvia que se escurre por mi cara, la brisa que despeina mi cabello. Cuando amanezco suficientemente de malas el solo abrir los ojos es razón suficiente para querer arrancarme los dientes.

Otras veces es un poco mas difícil encontrar esa primera razón, y me lleva algunas de las primeras horas del día. En un acto de profunda paciencia la espero mientras me pregunto que fue de ti, a donde te llevaron tus deseos de viajes y nuevos mundos, mientras observo mi reflejo en el monitor y me doy cuenta que nuevamente tenemos que despedir personas.

De ese letargo febril puede sacarme por ejemplo, un pájaro que no sale a cantar o una paloma que olvido posarse en los cables eléctricos a la hora del primer cigarrillo de la mañana. La noción de ausencia que suele hacerme recordar cosas y que también puede constituir un elemento más de mi preciada lista.

Una cosa era mas bien clara, una vez comienzo no puedo detenerme, y me parece que todo cuanto pasaba a mi alrededor amerita arrancarme cuanto menos un canino.

El café que se agota en la maquina.

Un compañero de trabajo que hace algún desacertado comentario sobre mi ropa o sobre alguna historia que acabo de contar.

O una nube de un color imperfecto, que se pasea impune por el cielo. Cuantas cosas por anotar y apenas es medio día. Espero al final del día tener suficientes dientes para quitarme.

Al almuerzo como es usual estoy solo. Pensando en ti. Pensar en ti sin razón aparente, sin dudas eso va en la lista. Una de esas razones por las que pierdo un diente casi todos los días. Como quisiera que ese diente no volviera a salir.

Sentado en la soledad contemplando las palomas sobre los cables del alumbrado, pienso de nuevo en como empezó todo esto, en este ejercicio continuo e inacabable, de andar buscando razones estas razones para llenar mis vacías noches.

Todo comenzó un par de días después de la primera vez que te di un beso. Seguro no lo recuerdas, y te seré sincero, yo tampoco lo recordaría de no ser porque aquel día fue el primero en el que resolví que me sobraban dientes.

Llegue a mi casa aturdido y cansado. Era muy tarde y nadie esperaba por mi despierto, mi llave no parecía encajar en la cerradura y me dio la impresión de que dure una eternidad buscando las formas, giros y pasos que tenia que dar para que la puerta finalmente cediera. Tan agotado como estaba, subí a mi cuarto y me tendí en la cama. Boca arriba, porque sabes que boca abajo me da miedo morir asfixiado por ese extraño peso que cargo sobre los hombros, solo tu sabes cuanto es eso.

Y cansado como estaba mire al techo blanco de mi habitación. Blanco, yo mismo lo había pitando, no quería allí algún color que sugiriera cosas en la noche, cuando sabes, soy mas vulnerable a todo.

De repente quería pintarlo, y dibujar sobre el tu rostro. Claro que aquello no iba a pasar, bien sabes que nunca aprendí a dibujar y que me aterran los trazos incorrectos. Deje entonces el lienzo en blanco y me dispuse a dormir, sabiendo que algo tenia que cambiar, aunque en ese momento no lo supiera y no entendiera sino hasta mucho después. Cuando fuera muy tarde ya para detener aviones, trenes y eclipses.

Al otro día ya sentía aquella molestia desgraciada en la boca, algo estaba desajustado en mi, algo se había movido. Algo sobraba, tenia que hacer espacio para ti en mi.

Aquel día no te vi.

Tal vez al siguiente si.

Al tercero me arranque el primer diente.

Estaba frente al espejo, ya era de noche, recién llegaba de la oficina y de ver palomas descuidadas comer migajas del suelo. lo sentí flojo en el fondo de mi boca. Era una muela que bailaba en su sitio. No lo pensé dos veces, forme con mis dedos una pinza, los introduje en mi boca y saque casi sin esfuerzo el primer diente que perdiera por tu causa.

Dormí aquella noche, pensando en lo difícil que me seria masticar la carne dura que suelo llevar para el almuerzo de los martes. Tuve un sueño muy raro, de esos que solía contarte antes y de los que solías reír. Por lo menos así recuerdo nuestros primeros días. Quedaron tan atrás, como se nos va quedando atrás todo, se nos cae el pelo, se nos arrugan las manos, nos duelen las mañanas y nos pesa encontrar la hora de dormir.

A la mañana siguiente, al despertar, mi diente seguía en su lugar. Era como si nunca lo hubiera perdido, estaba allí, tan listo para masticar como lo ha estado desde que reemplazara un diente de leche. No le hice mucho mas caso, seguro aquella noche solo aluciné, solo estaba entre extasiado y confundido, lo suficiente como para soñar que me arrancaba un diente.

Y nunca te conté lo que me pasaba, porque no me pasaba tan seguido. Por aquellos días aun estabas a mi lado y me habías convencido de que amarte era una cura adecuada, a mis males, a los tuyos, que todos ganábamos mientras tuvieras la certeza de que mi corazón era tuyo. Yo te creí sin hacer muchas preguntas, como sabes, me he cansado de hacer preguntas y no encontrar más respuestas que los cansados ojos que me miran desde el espejo.

Pero ahora, ahora que nuevamente me veo obligado a llenar tu espacio con cuentos inconclusos, noches en vela y botellas vacías, y que me veo día tras día anotando las razones en mi lista, para llegar a casa y sentarme al borde de la cama, tomar un par de pinzas y uno a uno arrancarme los dientes, mientras veo como mi boca se va llenado de sangre y como los pongo sobre la repisa como blancos trofeos, ahora que ya no me duele como debería, noche tras noche, me arranco los dientes, me lleno de nuevo la boca de sangre.

Tan solo para encontrarlos de nuevo, intactos en su sitio al amanecer.

FIN

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