Silencio triple

Andrés H.
Tempus edax
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3 min readJun 30, 2019

En la habitación, el espacio era ocupado por un silencio triple.

El primer silencio era el de Manuel, que no era del todo silencio, era mas bien la solemnidad del placer mientras hacia el amor a su mujer desnuda. Concentrado en el amor y el desenfreno de la noche; su silencio es el del que ignora, del que esta ciego, del que llega de noche a casa y se mueve despacio para no despertar a nadie aunque sabe que a la mañana siguiente habrán preguntas. Manuel ama en silencio, y se place en silencio mientras su cuerpo se acerca al éxtasis del climax y los movimientos de Marcela sobre su cuerpo le recuerdan el oleaje furioso del mar, aunque el sonido de las olas sea reemplazado por los sonidos de su mujer en éxtasis

El segundo silencio pertenece a ella, y aquel silencio es tan terrible que no puede ser opacado por su propios gemidos extasiados. Es el silencio que aparece cuando el amor se quiebra. Hace dos semanas decidió que no lo ama.

Que 7 años no parecen suficientes, que se canso de esperar el momento en el que lo amara de verdad. El silencio de Marcela es el silencio del futuro, de la conversación del día siguiente, el cigarrillo agotado entre los dedos, el silencio del humo arrojado con desdén y perdido entre la apenas existente brisa del verano.

Pero mientras se revela el origen del tercer silencio y mientras el placer difumina su mente, recibe a Manuel dentro de si una vez más. Como lo ha hecho sin falta durante los últimos 7 años. Algunos le dirán que son muchos, que cuanto tiempo de su vida dedico a ese buen hombre que va a dejar ir…muchos si, pero no los suficientes al fin de cuentas. Un viejo profesor le contó alguna vez que se necesitan 10 mil horas para llegar a dominar un arte, un oficio… a Marcela se le agotaron las horas y no llego a aprender a quererlo.

Los dos yacen en la cama y mientras el silencio de Manuel se desvanece en el sueño y el agotamiento, el de Marcela solo se incrementa. Desea grita, saltar, maldecir, pero sobre todo desea comprender…

Ella abre la puerta y se escurre fuera de la habitación, en busca del vino restante en la cocina. Su ritual de noches en vela que el hombre de la habitación ha sido incapaz de advertir. Ella se culpaba un poco por ello, después de todo siempre lo dejaba tan agotado como podía después del sexo, y después de todo, no quería que la encontrara así; escurriéndose en pijama fuera de la habitación, buscando el vino con un mano y el paquete de cigarrillos clandestinos en el cajón secreto de la biblioteca en la otra.

¿Cuantas veces se ha deslizado fuera de la alcoba para buscar algo de consuelo en la soledad? Ya perdió la cuenta, ya no importa, ya no lo tolera, ya sus besos tiene el insípido sabor del compromiso, le cuesta pronunciar su nombre sin sentir el hastió en su corazón, sin preguntarse una vez mas ¿por que?

En otras ocasiones, cuando tenia la certeza de estar sola, se dejaba acompañar de sus agudizadas emociones. Ese efecto solo lo puede tener la soledad, allí encuentra tanto valor en la tristeza como en la amargura, allí, bajo la luz de la luna que se cuela sin permiso a través de una cortina de geométricos diseños, sabe que es solo ella.

Deja anidar sus deseos en el corazón, allí nacen, y toman su incorpórea forma vital, allí siente como su idea de dejarlo todo atrás cobra forma, o la idea de despertar un día y estar perfectamente sola, anida cálida en su corazón. Las ideas nacen en el corazón, se mueven al cerebro donde la razón las aniquila y vuelven vapuleadas a tratar de hallar un lugar en el mismo sitio donde nacieron, donde habitan los deseos ocultos, las ideas demasiado hermosas para resistirse a la paliza de la lógica y la realidad. A veces vuelven a buscar el cerebro, aunque se pierden en el camino y terminan por encontrar los ojos, allí no les queda mas remedio que convertirse en lágrimas.

Pero esta noche no hay cigarros o vino o lagrimas, solo la serena claridad de la noche y su luna. Solo el último silencio, que duerme en su vientre y que nunca llevará el apellido del hombre que duerme en su alcoba, inocente, traicionado, culpable.

FIN

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