Luces en el techo

Victor Vila Ases
Relateando
Published in
2 min readOct 6, 2016

- ¡Segundos fuera!

La voz del árbitro restalló como un látigo. Nico intuía que su entrenador le estaba diciendo algo, que lo estaba animando de algún modo. De hecho lo oía claramente, pero no alcanzaba a entenderlo. Su ojo izquierdo estaba completamente cegado, debido al duro castigo al cual lo había sometido su rival. El derecho no estaba mucho mejor, y sólo llegaba a distinguir alguna que otra forma sin definir.

- Chico, ¿puedes seguir? ¿Puedes seguir? Si puedes mueve un poco la cabeza, no gastes energía hablando.

Nico dejó caer instintivamente la cabeza hacia un lado. Pérez lo ayudó a ponerse en pie. El chico todavía era capaz de levantar los guantes y tomar la posición de combate. Mientras caminaba hacia el centro del ring, tenía la mente completamente en blanco. Era incapaz de recordar dónde estaba, ni por qué. Ni tan siquiera cómo había llegado hasta allí. Simplemente avanzaba.

Al llegar al centro del cuadrilátero alcanzó a distinguir delante suyo una figura algo más corpulenta que él. Se movía con soltura y parecía estar en mejor condición física. Súbitamente recordó algo y el pánico se apoderó de él. Aquel guante izquierdo había estado machacándole la cabeza durante seis asaltos. Un golpe. Otro. Otro más. Jab tras jab, aquel carnicero no había necesitado utilizar su derecha ni una sola vez para infringirle el castigo más severo de su carrera.

En ese preciso instante, Nico recordó donde estaba y por qué. Incluso recordó como había llegado hasta allí.

Recordó que se había prometido no acabar tendido en la lona. Recordó que sus seres queridos apoyaron su decisión, a pesar de ser una locura. Recordó que prometió retirarse con honor. El doctor no quiso saber nada del asunto antes del combate, pero Nico tenía claro que no podía despedirse de su pasión con una derrota.

Con su fuerza de voluntad como última arma, se lanzó hacia su rival tan pronto como sonó una campanilla que apenas llegó a intuir. El golpe fue brutal. Los huesos de su puño derecho se hicieron añicos al impactar el guante contra un mentón de hierro. El dolor fue insoportable. Nico gritó mientras se trastabillaba hacia atrás. Al ver a su oponente desplomarse, toda la tensión que lo había mantenido en pie se liberó, y cayó de espaldas sobre la lona.

Una vez allí, tirado de espaldas en la lona, vio algo y sonrió. Pérez llegó corriendo sin alcanzar a comprender a qué venía aquella cara de felicidad. Nico, con un hilo de voz, dijo:

- Nunca creí que me alegraría de ver las luces en el techo.

--

--